Al cruzar las enormes columnas frontales del Museo Nacional del Prado, a la espera aguardan miles de piezas de arte, cada cual con una historia particular.
Una treintena de conservadores especialistas en distintas épocas y escuelas pictóricas son los responsables de desentrañar esas historias que abonan a la vida de cada obra o descubrirle otras. Estos laboran en la conservación preventiva, el estudio, el análisis y en la restauración de las piezas que así lo requieren.
Eso le ha ocurrido en estos días a una de las copias de La Gioconda, encontrada en los depósitos del museo y que recientemente se le reconoce haber sido pintada por uno de los discípulos de Da Vinci, para el mismo tiempo en que pintó la Mona Lisa. De hecho, la habría pintado en el mismo taller del pintor italiano.
Tal descubrimiento es resultado del cúmulo de horas de estudios y análisis en los talleres de restauración del Prado, donde han dado en el clavo con la relevancia mayor que ha adquirido la pieza.
Otros ejemplos tiene este museo y tal vez uno de los más conocidos en los últimos cinco años es la famosa pintura El Coloso de Goya. La mirada incisiva de un especialista le comenzó a cuestionar sobre el verdadero autor de la obra y finalmente (en el año 2009) llegaron a la conclusión que no era del pintor y grabador español.
Casos como los anteriores adquieren una relevancia de tal magnitud porque pueden cambiar la historia del arte y llevar un cuadro por un camino muy distinto al que se le había trazado hasta entonces.
Llegar a conclusiones tan dramáticas no es tarea sencilla, sobre todo para los conservadores y restauradores, quienes tienen -primero en sus ojos y luego en sus manos- esa labor incisiva que conduce al gran descubrimiento. Igual, un mal juicio, puede lesionar.
José Luis Diez García, jefe de conservación de pintura del siglo XIX del Prado conversó sobre la ética y los límites a la hora de intervenir una pieza de arte, principalmente obras antiguas con capas y capas de pintura, de barniz, sucio e historia.
¨En nuestro trabajo como historiadores lo único que perseguimos es poner la verdad en lo que estamos buscando¨, expresó Diez García, en ocasión de su visita a Puerto Rico como parte de una conferencia que se llevó a cabo en el marco de la exposición ¨Del Greco a Goya¨, en el Museo de Arte de Ponce, Puerto Rico en mayo pasado. La visita fue auspiciada por la Fundación Banco Santander y su director Borja Baselga Canthal, que han hecho posible la primera exposición exclusiva del Prado en América.
Los conservadores, como bien señaló Diez García, son historiadores del arte quienes han visto miles de obras y logran especializarse, lo cual los hace conocedores del proceder, la técnica y demás particularidades de los artistas de un periodo.
¨A la hora de la limpieza es cuando un cuadro corre más riesgos. Se encuentra uno con muchas capas de barniz y uno puede llegar hasta donde quiera en ese proceso¨, agregó el reconocido conservador, y aclaró que una radiografía no es lo que revela el autor real de una pieza.
Aseguró que la investigación histórica tiene más peso que la tecnología disponible o empleada, aunque aceptó que ésta es de gran ayuda para estimar áreas que no pueden verse a simple vista. ¨La tecnología ayuda al historiador a entender como se ha concebido el cuadro¨, añadió.
A la izquierda, José Luis Diez García, jefe de conservación de pintura del siglo XIX del Museo el Prado junto a Borja Baselga Canthal, director gerente de la Fundación Santander./Foto El Naufragio de las Palabras
Diez García indicó que a la hora de tomar decisiones -en cuanto a dónde llegar-, ¨el sentido común y el equilibrio¨, es lo que debe prevalecer y sostuvo que de esto se trata el gran reto para la profesión.
¨La conservación es la responsabilidad de preservar las obras de arte en las mejores condiciones posibles para la generación siguiente¨, según lo definió.
Escrutar en profundidad una obra saca a flote las correcciones, las borraduras, los tachones de pintura y toda clase de pincelada del artista, las que hizo a conciencia y las que pretendió ocultar. En ese indagar y limpieza de capas -no necesariamente puestas por su autor- igualmente se descubren detalles importantes ensombrecidos por el tiempo y que muchas veces son huella distintiva de la mano del artista.
¨Una radiografía no revela si el cuadro es de Velázquez o no. La experiencia y el ojo son fundamentales porque a Velázquez se le notan muchos los arrepentimientos [en sus pinceladas]¨, abundó el especialista, quien comentó sobre la reconocida pieza ¨Las Hilanderas¨ de Velázquez, objeto de importantes estudios que han permitido la construcción de una historia rica en detalles y esclarecimientos, y por supuesto, todavía inconclusa.
Una pieza que antes tuvo un fondo oscuro, puede mostrar una apariencia distinta con la brillantez de colores y un paisaje con otra atmósfera, tras un proceso de limpieza y restauración, tal como ocurrió con la copia de La Gioconda.
La intervención de obras puede y levanta grandes debates, precisamente por los riesgos que siempre se requieren tomar. La discusión más álgida es hasta qué punto se puede llegar. A esto, Diez García comentó que la escuela anglosajona está más dispuesta a un riesgo mayor, mientras en España se lo toman con una cautela distinta. La última palabra –y con ella el peso- la tiene el director de conservación.
A la hora de apreciar el arte
Por otro lado, para los museos, cada tiempo ha resultado complicado a la hora de lograr los ingresos necesarios para su mantenimiento y acaparar la atención y el respaldo del público.
El Museo Nacional del Prado, uno de los más reconocidos y visitados del mundo, no se le da fácil ese sitial y más allá de las consideraciones económicas y demás, la manera de presentar sus colecciones también es responsable del éxito de sus exposiciones.
¨Tenemos que tratar de hacerle fácil la comprensión de la exposición a los visitantes sin necesidad de leer mucho. La gente visitante del Prado es muy receptiva y lo entiende¨, comentó Diez García.
El Prado revisa su sistema de exposiciones y evalúa regresar a la manera en que se realizaba hacia el siglo XIX. Es un experimento ya tratado al que se le pondrá dimensión más amplia.
La idea siempre es contar una historia y establecer el diálogo apropiado entre obras. Todo esto es lo que mantiene vivo a un museo, sin que se convierta en depósito de telas pigmentadas, dibujos, esculturas y toda otra manifestación creativa.
Mirada al arte contemporáneo
Al hablar del arte contemporáneo, Diez García señaló que es importante apoyar lo que se está haciendo y tener el ojo afinado para saber seleccionar lo que podrán ser los grandes artistas en el futuro. Como ejemplo, dijo que una parte importante de la colección del Prado la ocupa esa selección de artistas contemporáneos en su tiempo, y que luego se convirtieron en los grandes pintores de su época con una cotización muy alta en precio.
¨El estado español apoyó el arte contemporáneo de entonces y adquirió piezas que ahora son muy valiosas¨, destacó.
Reconoció que al presente el mundo de arte es distinto, con un mercado y galerías que establecen el precio, lo cual también se ve influenciado por modas, ¨y tienen un riesgo evidente y es el de la apuesta¨.
Diez García mencionó que hoy ¨es más difícil entender o reconocer el valor¨ de una pieza.
¨Uno ve algo y se pregunta esto qué es. Pues habrá que ver en 100 años que sucede con todas estas propuestas¨.
(Entrevista exclusiva del blog El Naufragio de las Palabras con José Luis Diez García, jefe de conservación de pintura del siglo XIX del Museo el Prado. Le acompaña Borja Baselga Canthal, director gerente de la Fundación Santander)