La situación por la que atraviesa la economía puertorriqueña denota un agotamiento del modelo económico que se manifiesta a través de las crisis que generan los problemas estructurales. Estos problemas son de largo arrastre, y no han permitido el desarrollo de nuestra competitividad.
Las reformas estructurales son cambios que debieron haberse realizados hace años, cuando el desarrollo económico debió enfocarse en el largo plazo, cuando la situación era más propicia y el crecimiento más estable. En este momento, los problemas estructurales requieren profundas transformaciones, alineadas con un desarrollo sostenible, que alcancen a las futuras generaciones.
Si las reformas estructurales se hubiesen realizado en el tiempo adecuado, nuestra economía no estaría en la situación que se encuentra. Para ejemplificar este planteamiento, solo basta ver el caso de las economías emergentes en Latinoamérica, que realizaron los cambios estructurales en su debido tiempo. Al presente, a pesar de las condiciones de recesión de la economía mundial y los mercados, son las únicas que presentan mejores indicadores económicos.
A pesar del fracaso en la estructura económica, no se avista una sola insinuación por parte del Gobierno para corregir su política. La entelequia para enfrentar esta situación profundiza los problemas económicos y sociales. La única solución es reactivar la producción de bienes y servicios.
La causa de la Riqueza de las Naciones fue probada por Adam Smith hace poco más de dos siglos y no ha logrado ser refutada. La producción de bienes y servicios, hasta el día de hoy, es el proceso de transformación de materiales y energía más importante y la actividad que más prosperidad ha generado a la humanidad. Es la producción y no el comercio, la fuente de riqueza de un país.
La explicación más sensata de la pobreza, el desempleo y el atraso que sufren las mayorías, está en que Puerto Rico no es capaz de producir internamente gran parte de los bienes que utiliza y consume a diario, como lo hacen las principales potencias económicas del planeta. Aun cuando Puerto Rico cuenta con el factor de producción tierra, se inició la pérdida de la soberanía alimentaria al decidir no producir alimentos.
De otra parte, los cambios planteados en el ámbito político presentan un marcado enfoque centrado en el periodo correspondiente al cuatrienio de gobernanza. En campaña, la ambición por el poder lleva a los candidatos a proponer objetivos inalcanzables, y por tanto a mentir y engañar a los electores. Después, el tiempo borrará las promesas, y los nuevos candidatos podrán tomar las banderas ya enarboladas, o en todo caso se podrá justificar con mayor o menor elegancia por qué no se cumplió lo prometido.
Pretextos y justificaciones hay muchas, la más socorrida en la actualidad por los políticos es que no se contó con el apoyo adecuado de la rama legislativa para llevar adelante las reformas propuestas por el ejecutivo. Por tanto, no es responsabilidad del ejecutivo, sino de los legisladores al frenar las estrategias propuestas.
En estas líneas no gestiono la explicación de los precarios resultados que todos tenemos a la vista en ese argumento simplista. En cambio, sin necesidad de acusar o responsabilizar a unos u otros, intentaremos una explicación general de las causas del fracaso en que han incurrido la presente y las pasadas administraciones, más aún, explicar porque las futuras administraciones pueden cometer los mismos errores.
Los límites del desarrollo económico trascienden las buenas y malas intenciones, también va más allá de las mentes y el entendimiento corto de aquellos que todo lo enmarcan en el paradigma del libre mercado o la política partidista.
La comprensión de la economía está más cerca de la población en su vida cotidiana y tiene mucho más que ver con el sentido común. La explicación de la pobreza, el desempleo, las actividades informales, la falta de competitividad, de productividad, de desarrollo tecnológico y científico, va más allá del paradigma de dejar que el mercado se encargue de la economía.
Una forma elegante de que el Estado no asuma su responsabilidad social, política y económica es decir que el mercado es el mecanismo que logra eficientemente el equilibrio y todos los agentes maximizan su bienestar. En este punto, tras conceptos tan elegantes la población concluye que la intervención del Estado en la economía ha de ser el causante de todos los males. Pero los hechos nos muestran que nuestros padres en las décadas de1950 y 1960 hicieron mucha más riqueza que nosotros al inicio del siglo 21, con todo y que contamos con más recursos y conocimientos.
El simplismo del pensamiento económico actual ha llevado a una falsa dicotomía entre el Estado y el mercado. Y como el mercado se asume como la economía, entonces se llega linealmente a que a más Estado menos economía. Por tanto, debemos reducir al Estado, y su responsabilidad para hacer frente a los problemas de crecimiento, bienestar, distribución del ingreso, eliminación de la pobreza y respeto al medio ambiente y nuestro entorno ecológico.
Dejando de lado esas explicaciones que van con la teoría del mercado, la política, de la lucha electoral y del reduccionismo del pensamiento dominante, los problemas que enfrenta el País, en este momento, requieren ya no de reformas estructurales, sino transformaciones profundas de sus estructuras productivas.
El crecimiento económico en Puerto Rico enfrenta problemas de tipo estructural que se han venido gestando y complejizando desde la pasada década. Los problemas estructurales son verdaderos límites al crecimiento económico que si no son enfrentados y atacados con políticas y estrategias económicas de largo plazo, donde participe el Estado, la empresa privada, y la sociedad en su conjunto, no podrán ser resueltos.
Problemas estructurales versus reformas estructurales
Es oportuno distinguir entre problemas estructurales y reformas estructurales. Estas últimas se refieren a la ola de cambios institucionales y legales que buscan flexibilizar las relaciones laborales para facilitar el funcionamiento de las empresas y abaratar los costos de mano de obra para la misma.
En cambio, los problemas estructurales se refieren, entre otros aspectos, a la desigualdad en el desarrollo entre el sector industrial, agropecuario y de servicios; la orientación a la producción de bienes finales y no producir bienes intermedios, ni bienes de capital, esto constriñe que para aumentar la producción se necesite importar bienes intermedios y de capital, lo que resulta en una dependencia con respecto al exterior. En el caso del sector agrícola, el abandono de la industria, es lo que ha hecho cada vez más dependiente al País de las importaciones de productos agrícolas.
El triunfo del concepto ortodoxo de mercado ha implicado el abandono de la economía nativa a manos de las grandes empresas internacionales, y a concluir que la mejor política industrial que existe en este mundo es la que no existe. La aberración de esta doctrina ha llegado a sus extremos en Puerto Rico, por lo que en la actualidad no contamos con una política de crecimiento y desarrollo económico, ni de industrialización, ni agropecuario, ni de ciencia, ni de tecnología, entre tantas otras. Después de todo para qué, si la mejor solución es la que da el mercado.
Nuestra aportación a la discusión, es mostrar y compartir con el lector que, ante los problemas cíclicos de inflación, estancamiento y sus consecuencias en la agudización de la pobreza, la concentración del ingreso y la brecha que nos separa del resto del mundo en crecimiento y desarrollo económico, la isla de Puerto Rico está presa de una industrialización trunca que nos hace dependientes del exterior, y que cada periodo de crecimiento se vuelve contra sí, como un estrangulamiento externo en la forma de una creciente demanda de mercado que nos regresa al estancamiento y agudización de la pobreza.
Este diagnóstico da lugar a oleadas de agua fría en forma de restricción fiscal. El resultado ha sido un ciclo de inflación, estancamiento y desempleo. El error básico consiste en ese diagnóstico del mal y la política económica a aplicar, que conduce cíclicamente a unos niveles de vida cada vez más deteriorados, así como a un mercado interno cada vez más endeble. Por tanto, condena a la economía y a los puertorriqueños a este estado de cuasiestancamiento que vivimos.
Pero existe una alternativa para romper los límites estructurales del desarrollo. Esta consiste en desarrollar e instrumentar una política de desarrollo sustentable de largo plazo que comprenda estrategias de desarrollo en el sector industrial, agropecuario, científico, social, tecnológico, ecológico y sobre todo de eliminación de la pobreza, mediante la creación de nuevos escenarios de trabajo, que nos conduzca a participar de los frutos del desarrollo de la economía mundial. De esta manera, se generarían cientos de empleos formales que reemplazarían el rebusque en los semáforos, hoy convertidos en empleadores de la fuerza laboral desplazada en el país.
Si no se rompen los límites del desarrollo, los problemas estructurales volverán a repetirse periódicamente, y los círculos perversos que la economía nacional padece seguirán reproduciéndose y magnificándose. El resultado es que la brecha que nos separa de los demás países en desarrollo continuará ensanchándose en contra de las condiciones de vida de los puertorriqueños.