Ahora que el mundo del libro se encuentra en plena metamorfosis hacia una nueva forma de vida, el lenguaje, casi sin percatarnos, va pasando de un bien de consumo inmaterial a ser un producto capitalista.
Nuestra vida social, económica y política se traduce en palabras e imágenes que conforman las diversas narrativas que ordenan nuestro imaginario.
Con el lenguaje, expresamos nuestros pareceres, avanzamos ideas y le damos vigencia a la memoria, utilizando formas aceptables y significativas dentro de los contextos culturales. Mas, si bien estamos muy lejos de asignarle códigos de barras a las palabras, una de las premisas más invisibles del funcionamiento de la comunicación escrita dentro del presente estado de la economía es la atribución valorativa como objeto de consumo, ejemplificada en el imperio que se levanta tras Google.
La palabra Google es en sí misma es un juego homófono con la palabra «googol», acuñada por Michael Sirotta, y que designa un número uno seguido de cien ceros. Nada en este mundo contiene un «googol» O sea, es un sustantivo que incluso ha pasado al campo de la acción, como en Googlear.
Y es negocio de Google laborar, como dice el investigador científico Frederic Kaplan, sobre “la especulación de las palabras”. Es el capitalismo lingüístico de Google.
Si el lenguaje, como sistema, impone, extiende y legitima un orden, es propiedad de Google legitimar ese dominio.
El lenguaje no solo es comerciar con el mundo (actuar e interactuar) de varias maneras, sino que también lo representa y lo distingue, a la vez que es constitutive del ser y otras manifestaciones de la identidad. Para Google, dice Kaplan, "se trata principalmente de un algoritmo para pujar por las palabras" que hacen de Google una empresa rica y poderosa.
Google es omnisapiente. ¿Quisiste decir "dólares" en lugar de «dolores»?
Google es totalitario: si no lo encuentras, no insistas: no existe.
Google es omnipresente. Es Dios.
Recientemente, las frases y palabras se subastan al mejor postor. Son altamente asequibles y absolutamente comercializables. Para entrar en los resultados principales de búsqueda de una frase como "las mejores computadoras", un fabricante de laptops pide una cotización que Google responderá a base de las posibilidades de hits y cómo esto puede traducirse en dinero para el cliente. Google ejecuta cálculos cualitativos de la puntuación del anunciante (como en un informe crediticio, más o menos), su clasificación y finalmente, llega a un precio de subasta. Las cantidades son billonarias. Es el régimen lingüístico del capitalismo
El lenguaje siempre pulsa a contratiempo con la tecnología, pero cuando se trata de las tecnologías lingüísticas, éstas evolucionan al unísono con la regulación de la lengua. Para Google, esta es la lógica de su modelo económico.
La potencialidad de impacto que guarda este método de negocio tendrá, según Kaplan, una repercusión en el ya cambiante mundo de los libros: ¿no convendría a una editorial ofrecer sus libros gratuitos en línea a cambio de un porcentaje de la ganancia publicitaria generada por Google? La popularidad de un autor sería, entonces, medida en la especulación de búsqueda y no en los libros que ha vendido.
Algo sí queda claro: conocer una lengua –cualquiera que sea– es más que conquistar la cultura que la habla; conocer una lengua comienza a sonar como tener acciones en Wall Street.
Feeling lucky now?
El autor es escritor.
Fuente: Blog Minucias desde genérika