Tengo la convicción de
que no existes,
y sin embargo,
te oigo cada noche…
Mario Benedetti
Ellos se amparan en tus ojos, cuencas vacías de espíritu que cantan rezos… nadie entiende. Son gitanos con olor a muerte, contrabandistas de ilusiones bañados en barro negro. Se consagran en mentiras, pintan caminos falsos al paraíso. Ellos enojan a la tierra y me hablan de ti, punzada que hierve el corazón en rojos, como manzanas viejas dibujadas en tus sueños, neblina que te ciega y desconcierta.
Ellos, los desconocidos, invocan los primeros soles que nadie vio, arrastran resurrecciones ensayadas, recuerdan el saqueo de mis entrañas. Entrecruzado intento de avistarte bruma de perdones, falsa tregua donde soy rehén custodiado por tu furia disputando un pacto que deforma los fragmentos que dejo cuando te sigo. Búsqueda de la señal que me asegure un lugar en el cielo: descansar con sabor a brebaje de salvación.
Es mi pena, exhala dolor conocido, resaca de-lirio que cuelga de mi conciencia, ventana agobiada por sombras de culpa. Guárdala en tu corazón, sacúdela de las garras del olvido, aliméntala de pócimas que trasforman lunas y atraen inmoladas criaturas que trazan el abismo por donde te sigo; escriben la sentencia de vivir en descarnadas horas mientras junto moribunda trozos de silencio que me agobian. Así es mi pena, crucifijo de errores que pende bajo el cuello y no permite levantar el rostro, inundada humillación de dudas que se resquebraja y vuelve a armarse según las apariencias.
Ellos enfrentan ánimas que enjuician mi paso por el mundo, deshonran designios divinos, escoltan el callejón del averno donde soy rehén de tu exilio, festejan mi afligida rutina de vocear tu abandono. Barcos pintados de luna husmean el desconsolado recorrido de mi sangre, eternidad donde no existe ni el reflejo. Aun así, abro la puerta a tus escombros, cima amontonada de amores, donde me forjo humo y reconciliación, donde mi llanto brota desconsiderado, me hace pensar en Dios y su sacrificio.
Domestico tu recuerdo, insomne ira, erosión de mis sentidos, donde renazco con labios endurecidos cuando trato de pronunciar tu nombre. Furia que hace dejar en prisión las palabras que te gritan, cerradura de mis ansias estruendos que me empujan hacia la orilla del último invierno, y me obligan a remar entre espinas de nostalgias, trozos de mundo donde navegas vértigo desvarío.
Por si fuera poco, enfrento mi sombra mutilada, convertida quemadura, piedra descolorida, camino donde me encuentro moribunda, arrumbada, guardián infiel de felicidad. Una figura que sólo persigue tu nombre sin alcanzarlo, escalera de prejuicios donde resbalo humillada, pánico de tu ausente mirada, forma de cristal que oculta leyendas y devora serpientes, desilusión que arrebata mi última pizca de inocencia, nota de coro, universal infierno.
Así jadean mis añoranzas. Ávida por entender los estragos que dejan mi cuerpo a la deriva, tembloroso viento de tormenta donde mi desesperación las encierra con llave y en silencio. Camino ciego, he abierto puerta tras puerta sintiendo en mi espalda la fisura del olvido. Amenaza y murmullo de luna, me habla en invocación de paz, búsqueda eterna, espacio en el que ellos se distraen de mí… seguramente tú no encontrarás cabida.
La autora es poeta, narradora, performera y promotora cultural en México. Ha publicado los poemarios Identidad de vértigo (2003), Beethovenianos (2004), Peregrinar de gritos (2008) y De tu olor y de mis miedos (2009). También tiene a su haber un volumen de cuentos: Óxido 2245 (2009). Desde hace 8 años coordina “El encuentro internacional de escritores bajo el asedio de los signos” en CD, Obregón Sonora.
El texto original fue publicado en la Revista Letras Salvajes en su edición número 3 marzo-abril 2011. letrassalvajes@yahoo.com