Todo pasa y todo queda…
Antonio Machado
Ítaca te dio el bello viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. Pero no tiene más que darte.
Constantino Cavafis
Norberto Collazo Ortiz y Abraham Texidor Aguilera son dos bailarines y coreógrafos puertorriqueños que han ganado el privilegio de continuar estudios graduados en Tisch School of the Arts, en New York University. Y esto es cosa seria, pues se trata de una institución reconocida entre las mejores veinticinco a nivel mundial. O sea, que no cualquiera es distinguido durante los rigurosísimos procesos de selección. Se requiere dedicación inmensa, capacidad intelectual y física, además del tesón que les sobra a estos boricuas que honrarían -digámoslo sin rodeos- cualquier escuela o universidad por donde paseen sus talentos.
Ambos se han fogueado en distintas compañías danzarias, y desde hace más de cinco años se articulan bajo el nombre de Conocidos Pasajeros. Este proyecto de danza contemporánea es bien reconocido por su capacidad interdisciplinaria y versatilidad; han realizado su labor en espacios urbanos -durante las Campechadas, el CircoFest- pero igualmente tienen en repertorio piezas para salas o espacios escénicos en general. Además, ofrecen talleres y clases magistrales a través de las que nutren su ya considerable catálogo de acompañantes, entrañables pasajeros de una travesía fructífera.
Conocidos pasajeros evoca la transitoriedad, el proceso de vivir en y por el arte, los encuentros y desencuentros de un trayecto. El conocimiento se expresa en la necesidad de crear en colectivo -sobre todo si se trata de la danza- mientras que asumirse como pasajeros es un acto de humildad y sabiduría ancestrales: pensemos en el concepto budista de Annica, que aprecia el universo en estado constante de fluctuación. Nada es inmutable; el movimiento continuo está en la naturaleza de las cosas, entonces ¿por qué no fluir levemente en ese transcurso? Con Heráclito, por otra parte, la filosofía occidental también maneja estas ideas sobre el cambio incesante, como fundamento de todo lo que existe. Nacimiento y destrucción, se metaforizan en la muy manida frase de: “Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña”.
En la certeza de la evolución y la mutabilidad constantes, descansa la poética de Norberto Collazo y Abraham Texidor. Estos pasajeros que han llegado a compenetrarse a través del arte que ejecutan, son también una seña de libertad: libres de todo y de sí, ¨como una estrella fugaz, como una burbuja en un torrente, como una llama al viento, como la escarcha bajo el sol, como un destello de luz o un sueño fugaz…¨. En su fluir van en busca de nuevos retos, y comienzan el ciclo con un espectáculo-resumen de su trayectoria.
Del miércoles 29 de junio al domingo 3 de julio, la zona oeste de la Plazoleta Juan Morell Campos, del Centro de Bellas Artes de Santurce, fue ocupada por las y los protagonistas de Conocidos pasajeros. Una acertadísima idea la de nombrar el evento como el colectivo que lo convocó, porque lo ocurrido durante los cinco días fue más allá de una recaudación de fondos para el viaje de los dos futuros magíster en danza. Con el rigor y profesionalismo que los caracterizan, ofrecieron una experiencia integrada por seis piezas (Que deambulan; Vals para tres; Paso…; Matrem; En el barrio; y El desierto). Además, participaron como bailarines/as los propios Norberto Collazo y Abraham Texidor, Ana Inés de la Rosa, Anaís Torres Colls, Natalia Leyva, Christina G. Reyes Herencia, Nanya Sierra, Denise Quiñones, Alejandra de la Torre, Alexis González, Jaime Maldonado, Karlo Martínez, Valeria Meléndez, Camila Pérez, Giovanna Sosa, y Flavia Vantaggiato.
Los integrantes de Andanza, Ballets de San Juan e Hincapié, aunaron destrezas para brindar un mosaico de la labor de Conocidos Pasajeros. Sin embargo, las coreografías no se presentaron de forma artificial, como si se tratara de una vitrina del trabajo realizado. El concepto del espectáculo consiguió atraparnos en la emoción de cada pieza, que de alguna manera remiten a la vida profesional de sus creadores. Hay un muestrario del crecimiento artístico, de las búsquedas estéticas y descubrimientos, de Collazo y Texidor. Pero igualmente notamos una ilación de los temas, una dramaturgia que no debemos leer de forma lineal sino partiendo de nuestra relación sensible con el movimiento, el espacio, el contexto de este suceso dancístico. Por ejemplo, Conocidos pasajeros inicia con Lamento borincano, en la voz de Denise Quiñones. Cantando a capela, y andando hacia el centro del espacio junto a Collazo y Texidor, se nos indicaba que comenzaba la experiencia. La canción de Rafael Hernández funciona como introducción y también como símbolo, resumen de los imaginarios de un Puerto Rico de antaño aunque no demasiado lejos de la realidad angustiante que hoy nos aqueja.
No por casualidad el espectáculo empieza con una lamentación, ese himno de las nostalgias y las remembranzas para muchos boricuas, sea cual sea su ubicación geográfica. Acto seguido, aprovechando las escaleras que conducen a una de las puertas de la Sala Sinfónica Pablo Casals, el dueto Collazo-Texidor interpreta Que deambulan.
Es la primera coreografía y donde se expresan las tensiones de los encuentros y adioses, esos ‘ires y venires’ de quienes, como ellos, deberán reinventarse en nuevos contextos, echar mano a tradiciones, memorias y costumbres. Pero resulta llamativo el contraste entre el lirismo de Lamento borincano y el humor con que dos clowns deambulan sus ilusiones, alianzas o confrontaciones. Nos hacen parte de una escena que traduce el día a día de cualquiera de los/las que danzamos bienvenidas y despedidas en esta u otras tierras.
Destacan las cualidades físicas de los bailarines, que dominan el escenario no convencional de las escaleras y el área de la plazoleta durante esta pieza, quizás excesivamente larga. También impresionan los múltiples recursos expresivos de los que se valen; a la danza contemporánea le añaden elementos de clown, y asimismo explotan el folklore puertorriqueño y diversidad de ritmos y bailes populares. Solamente se consigue tal dominio físico y conceptual desde la más profunda asimilación de los lenguajes de la danza, ya sean el ballet, la danza moderna o contemporánea. Y esto lo demuestran con la siguiente coreografía, Vals para tres, donde exponen unos cuerpos reticentes a las formas danzarias tradicionales; otra vez desde el humor, critican la formalidad, el engolamiento clásico, y consiguen ser virtuosos precisamente en la indisciplina y la burla.
Con Paso… los bailarines se internan en los jardines de la Plazoleta Juan Morell Campos. Hasta el momento habían usado las escaleras de la Sala Sinfónica, un tablado ubicado en el centro de la plaza, y ahora unas luces mínimas alumbraban los contornos de sujetos ‘animalizados’, mitad humanos pero también algo más: en múltiples entrevistas, Collazo y Texidor han expresado su interés por “explorar el lenguaje de las relaciones de género/poder y las relaciones sociales en general”.
Entonces ofrecen sus fantasmagorías donde las figuras se atraen y rechazan, y asimismo son asimiladas unas por otras. A nivel visual, la coreografía entre los árboles, apenas iluminada por la luz evanescente, resultaba muy sugestiva, llena de sentidos sobre lo que somos y a qué nos avocamos en nuestro futuro como habitantes de este frágil planeta. A nivel técnico, no podemos dejar de pensar en el dominio físico de cada bailarín, y cómo hacen que las cargadas, giros y otras evoluciones expresivas, parezcan tan fáciles de ejecutar, como si no se esforzaran y bailar fuese un acto tan natural – y vital- como lo es la respiración.
Otra sección de los jardines de la Plazoleta Morell Campos, sirvió de escenario para que un grupo de poderosísimas mujeres interpretara Matrem. Tomando como punto de partida la palabra latina, y recorriendo las múltiples posibilidades de su significado, esta coreografía ofrece las facetas de lo que una madre es: dadora de vida, amorosa, fuerte y agresiva, sensual, arropada en luces y sombras… Es de agradecer el privilegio de haber disfrutado el trabajo de las primerísimas bailarinas Ana Inés de la Rosa, Christina Reyes, Nanya Sierra, Anaís Torres Colls. Hay que decirlo, son artistas de condiciones excepcionales, capaces de conciliar hermosura, entrega, rigor profesional y talento, para ofrecernos un desempeño memorable.
Las dos últimas piezas, En el barrio y El desierto, ocurren en el escenario de madera, ubicado en el centro de la plazoleta. Estas dos coreografías grupales resultaron muy acertadas para el cierre del espectáculo. El público quedó con una impresión general de las y los bailarines, y con la sensación de haber ido de lo simple a lo complejo. Del ofrecimiento inicial de solamente dos intérpretes a una puesta en escena que restituye la multiplicidad del barrio; de Lamento borincano, al oxímoron que representa un desierto lleno de vida y creatividad; Collazo y Texidor supieron construir una experiencia escénica itinerante, que no se conformó con la pasividad de los espectadores sino que nos hizo parte de la voluntad de exploración e investigación sobre los límites y posibilidades de la danza en espacios no convencionales.
Sí debemos reconocer que en algunos momentos el desplazamiento de los espectadores no ocurrió con fluidez. Quizás hubiera sido preferible un edecán- bailarín o bailarina- que ayudara a orientar la mirada, nos condujera hacia cada uno de los espacios, organizara el recorrido a través de la geografía del espectáculo. Otra posibilidad de estructuración de la experiencia hubiese sido mediante las palabras de los coreógrafos.
Tanto Collazo como Texidor cuentan con la particular capacidad de articular un discurso coherente sobre su trabajo. Pueden hablar de la obra y apasionarnos, instruirnos, envolvernos en las interioridades, motivaciones y argumentaciones de cada pieza. Quizás una bien medida y estructurada guía oral, hubiese sido una magnífica ilación para este espectáculo en concreto.
Conocidos pasajeros abre un nuevo ciclo para los dos boricuas, futuros magísteres en danza, que han trazado un camino profesional, como dijera el poeta, “golpe a golpe, verso a verso”. Pero el evento también inaugura un nuevo espacio para el Centro de Bellas Artes. Las y los bailarines realizaron su labor amparados por la estructura, el esqueleto que cada día se define mejor, de Don Cangrejario. Se trata de una escultura escenográfica similar a la construida por Piedeamigo y Tranki, Inc. en la Calle Cerra, durante la más reciente edición de Santurce es Ley. Es un escenario al aire libre, pero a la vez un cangrejo gigante que hace honor a la memoria del asentamiento histórico donde hoy se alza el CBA de Santurce.
El nombre de San Mateo de Cangrejos es evocado por el enorme crustáceo. En sus fauces- literalmente- los visitantes podrán disfrutar de espectáculos de danza y teatro, títeres, circo, así como de conciertos. El proyecto pretende extender el arte y la posibilidad de encuentros familiares para el mayor número de espectadores. Tiene un carácter inclusivo, de difusión cultural y reconocimiento a las comunidades que rodean el Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré. Esta institución puertorriqueña cumple treinta y cinco años, y qué mejor forma de hacerlo si no es dialogando con el contexto de su enclave, con su devenir histórico, con las fuerzas en pugna, encuentros y desencuentros, generados por los vaivenes de la política cultural del país.
“Todo pasa y todo queda”, afirma Machado, “pero lo nuestro es pasar”; en este caso tenemos la fortuna de hacerlo como conocidos entrañables, fragmentos de una historia mayor, pero insertos en un devenir, la trayectoria artística y cultural de este cacho de tierra: mucha suerte para Norberto y Abraham, en sus nuevos horizontes; éxitos también para Don Cangrejario y quienes han tenido la visión de un novedoso espacio y quizás también una alternativa de producción en el CBA de Santurce. Para todos estos peregrinos, conocidos pasajeros, un viaje glorioso, bello, lleno de descubrimientos, y que algún día, juntos- como propone Cavafis- podamos comprender qué significan las Ítacas.