EN CRISIS, NO MUDAR… Este adagio antiguo nos pide ponderancia y reflexión… cualidades indispensables en el educador. Lástima que el mismo haya estado ausente en el presente conflicto huelgario de la Universidad de Puerto Rico, creado por la crisis económica que propiciaron los dos partidos políticos que han gobernado Puerto Rico durante los últimos cuatro o cinco cuatrienios.
He sido testigo ocular de tres huelgas universitarias: 1948 – inicio del Estado Libre Asociado en el País; 1970 – Guerra de Vietnam, protesta por la presencia del ROTC (Recruitment Office Training Course) en el Recinto de Río Piedras y 1981 – Alza en la matrícula y la presencia de la Fuerza de Choque de la Policía de Puerto Rico, donde junto a otros colegas formamos un cordón humano frente al edificio Pedreira para proteger a nuestros estudiantes.
Sin restarle mérito al estudiantado de las pasadas tres huelgas, en ésta del 2010, los estudiantes han dado una lección de excelente organización, respeto y disciplina. ¡Han dado cátedra! (comparable a la huelga que compartí en 1968 como alumna de Doctorado en Teatro en la UNAM, Universidad Nacional Autónoma de México, que fuera arrasada por el ejército en la Masacre de Tlatelolco y en la que me salvé de milagro).
Inexplicablemente, nuestra Universidad, en todas las huelgas antes mencionadas y en ésta también, ha perdido siempre la verdadera perspectiva de su propósito: Ser una universidad de educadores (maestros) y no de profesores. Al convertirse en “Profesores”, no sé por qué, siempre el término adquiere un aire de superioridad. Inconscientemente se establece entonces, una relación de superioridad de parte del Profesor y no de respeto mutuo, como debe ser la relación de un maestro (padre) y de un discípulo (hijo). Con todo mi respeto, la ecuación natural para una armonía perfecta sería:
MAESTRO ——- DISCÍPULO
HIJO ————— PADRE
Si los funcionarios de la Universidad de Puerto Rico, José Ramón de la Torre, presidente; Ygrí Rivera, presidenta de la Junta de Síndicos y la ectora Initerina Ana Guadalupe se convirtieran en maestros y no en profesores; si los miembros del Comité de Negociación Nacional de Estudiantes se convirtieran en discípulos, estoy segura que la atmósfera y la relación de las negociaciones, adquirirían una tónica de respetuo mutuo y conciliador.
¿Por qué no emular a los maestros de todos los tiempos, quienes con sus discípulos cambiaron la historia del hombre, entre ellos: Sócrates, Mahoma, Ghandi, Unamuno, Ortega y Gasset, Einstein, Martin Luther King y sobre todo Jesucristo? En la relación del maestro y del discípulo está la verdadera universidad del pensamiento.
Por mi parte, ya no quiero ser más Profesora Emérita y sí Maestra Emérita… si este título lo permite. De lo contrario, de ahora en adelante, no volveré a usarlo.