Rohelen Salas Negrón se graduó en el 2014 del programa de Horticultura de la Universidad de Puerto Rico en Utuado (UPRU). Terminó su vida universitaria a sus veinte años con un diploma y con una pequeña fábrica de granola.
Todo comenzó cuando Salas Negrón tomó la clase de Economía Agrícola en la UPRU. Ahí se les pidió a los estudiantes que desarrollaran un producto a base de material agrícola local con potencial en el mercado.
La microempresaria inicialmente formaba parte de un grupo que estaba desarrollando sofrito, pero ella identificó que ese no era el producto que le gustaría trabajar porque no lo estaba haciendo con esmero. Entonces, decidió irse por su cuenta y llegó al salón con la idea de confeccionar granola.
“Yo quería hacer algo diferente porque, a pesar de que la granola a nivel mundial se consume como algo más tradicional, aquí (en Puerto Rico) no. Además, es un producto alto en fibras y bueno para la salud, por lo que quise hacerlo pero con productos locales”, explicó Negrón.
La caborojeña se dio cuenta de que el comercio local no estaba produciendo granola y vio una gran oportunidad. Cuenta que estuvo dos meses modificando una receta para que fuera dulce sin tener que utilizar endulzantes artificiales. Fue así que terminó creando una receta de granola con miel de abeja local, aceite de coco y semillas de calabas y nueces.
Su proyecto lleva por nombre Granola en Casa con la idea de que las personas sientan la seguridad de que es un producto fresco.
“El puertorriqueño es bien casero y a la gente le encanta la comida echa en la casa y eso es lo que yo quiero transmitir”, compartió.
Actualmente Rohelen tiene una pequeña fábrica en su casa donde confecciona la granola. Trabaja con el Departamento de Agricultura en Ponce y en la placita de Plaza las Américas. También vende granola por pedidos, y en diferentes tiendas de comida saludable en Cabo Rojo. Su principal meta es llegar a cultivar la avena y que su producto se venda en diferentes Healt Food Stores alrededor de la Isla.
Hacienda Anacagüita en Utuado
En el año 2006 Wildairy Bermúdez comenzó a estudiar Producción Agrícola en el Departamento de Tecnología Agrícola del UPRU. Luego de ver como sus compañeros de clase rechazaban la idea de convertirse en agricultores, sintió la necesidad de aportar “su granito de arena” a la agricultura del País, que poco a poco iba desapareciendo.
A los 20 años, con las manos y los bolsillos vacíos, pero con la cabeza llena de ideas y metas, comenzó a luchar para conseguir una finca donde trabajar la tierra. Como era menor de edad se le negó un préstamo para comenzar su empresa. Sin embargo, no tomó eso como un obstáculo, sino que utilizó el tiempo que le faltaba para alcanzar la mayoría de edad, para conseguir los permisos pertinentes y la finca de sus sueños.
“Yo compré en junio primero del 2010. Me dieron dos préstamos, uno para comprar la casa y otro para comprar dos estructuras de sistemas hidropónicos de 40 por 80 pies. Ese papeleo duró un año. Nunca la USDA le había dado un préstamo a una mujer y menos de 21 años”, comentó sonriendo.
La utuadeña empezó a trabajar en su finca como una madre primogénita, sin mucho conocimiento pero con mucha pasión. Comenzó sembrando cilantrillo, berenjena, ajíes, pimientos y plátanos por alrededor de un año y medio. Luego optó por utilizar los sistemas hidropónicos y dedicarse de lleno a la producción de cilantrillo.
Inicialmente le vendía sus cultivos a unos supermercados en Utuado y otras compañías privadas. Pero actualmente tiene contratos con personas de San Juan y con otras de diferentes partes del País, para una producción total de 200 a 300 libras semanales.
Además de vender cilantrillo en grandes cantidades, Bermúdez ofrece más de 10 talleres diferentes, algunos de ellos son sobre sistemas hidropónicos, sistemas acuapónicos, composta, plantas medicinales, agricultura sustentable e injertos, entre otros. Estos talleres los ofrece en su finca, en escuelas o en actividades.
Aunque la Hacienda Anacagüita surgió de su deseo por aportar a la agricultura y no como consecuencia de un curso, Bermúdez también contó con el apoyo del profesor Pérez Lafount, quien actualmente es el que maneja las finanzas de la finca. Como Bermúdez desarrolló su empresa mientras estudiaba, conoce la importancia de apoyar a quienes están preparándose en esa área profesional, por lo que su finca también funciona como lugar de práctica para los estudiantes de la UPRU.
La estudiante no labora sola, la persona que está todo el tiempo ayudándola en la finca es su padre Wilfredo Bermúdez, quien no ocultó el orgullo que los logros de su hija le hacen sentir.
“Teniendo la oportunidad de hacerse agrónoma en Mayagüez e irse de Utuado, que es lo que usualmente pasa, ella ha sido una fuente de crear negocios y empleos. Ella ha creado un centro de servicios para la comunidad que ya muy pocos lo hacen y eso es lo que hace falta”, mencionó su padre.
Entre los planes de la empresaria sobresale el cubrir todas las diez cuerdas de terreno de la finca con sistemas hidropónicos y producir diferentes alimentos. Mientras que tampoco descarta la idea de convertirse en agrónoma graduada del Recinto Universitario de Mayagüez.
“Dicen por ahí que no se vive de la agricultura, pero ahora que cumplo cinco años teniendo la finca te puedo decir que sí se vive de ella, lo que pasa es que hay que ponerle esfuerzo”, recalcó la empresaria.
“Hay que invitar al estudiante a que emprenda”
Cuando el profesor del curso de Economía Agrícola Javier Pérez Lafount, observó que en el País se importa el 85 por ciento de los alimentos que se consumen, entendió que era momento de inculcarles a sus estudiantes la necesidad de crear empresas agrícolas.
“Tenemos que desarrollar un ente que nos guie y no puede ser gente de afuera que nos diga qué nosotros debemos comer y qué nosotros debemos usar. Tiene que ser los mismos que vivimos aquí”, insistió.
El profesor entiende que la falta de producción agrícola local es una desventaja para los consumidores, pero a la misma vez es una buena noticia para los estudiantes de tecnología agrícola, ya que les permite ocuparse de un mercado que está desatendido.
Por tal razón, cuando le tocó encargarse del curso de Economía Agrícola en la UPRU identificó que era necesario que los estudiantes aprendieran la teoría, pero que también conocieran cómo es realmente diseñar y producir un producto agrícola.
“Primero me proponen la idea, luego me tienen que traer la idea en concreto, después si es comestible tienen que traerla para probarla, si no es de comer también tenemos que ver la efectividad de ese producto. Luego de comprobar que el producto es efectivo, entonces lo llevamos a la comunidad universitaria”, explicó.
Luego de que los productos de los estudiantes pasan el cedazo del profesor, les toca enfrentarse con los consumidores. El profesor se encarga de llevarlos a programas televisivos, a emisoras de radios y a festivales donde tienen la oportunidad de hablar sobre su producto y ver cuánto potencial agrícola tiene. Ahí es cuando muchos de ellos se convencen de que lo que inicialmente fue una propuesta para una clase, será su proyecto empresarial a largo plazo.
El profesor lamentó que no haya una segunda parte del curso donde los estudiantes tengan la oportunidad de reforzar mejor su propuesta, sin embargo, ante esta necesidad desarrolló lo que llamó Génesis Empresarial. Este es un programa donde el estudiante se mantiene en contacto con el profesor y este le ayuda a someter un plan de negocio y desarrollar su propia empresa.
El profesor comentó que no hay mejor satisfacción que ver que el esfuerzo empresarial que aprendieron sus estudiantes está dando fruto. “Yo tengo la responsabilidad de lograr que ese estudiante en grado asociado y con un solo curso, emprenda. Que esos estudiantes puedan abrazar la causa agrícola como un estilo de vida”, expresó.