
Sentada dentro de una oficina, detrás de la vidriera del local, observamos cómo los adolescentes al pasar se detienen a mirarse en el reflejo del espejo. Comenta la compañera a mi lado, sonriente y entretenida, sobre la conducta de las jóvenes, que aprovechan arreglase la falda y acomodarse un mechón de pelo. Añado a su comentario lo necesario que son los espejos en el entorno, pues si tuviésemos más cristales, nuestra identidad estaría más clara y sana. Y es que el adolescente ensaya frente al espejo diferentes identidades. Es ese mismo joven quien busca encontrar en el cambio de la pubertad una definición que lo identifique y defina. Tal vez por eso la crisis de identidad es tan frecuente en esta etapa de la vida. León y Rebeca Grinberg nos dicen que la identidad es el resultado de la relación mutua entre tres formas de vínculos de integración: el espacial, que intenta integrar las diferentes partes del yo-ser; el temporal: que tiene que ver con el sentimiento del ser-yo misma a través del tiempo, y el social: que es la relación entre yo-ser y los objetos externos. La crisis de identidad ocurre cuando los cambios internos y externos del adolescente desequilibran la imagen de quien creía que era, de quien realmente es y de quien quería ser. Es en ese momento cuando debe enfrentarse y aceptar la realidad que tiene de frente. En palabras simples: la incongruencia entre el yo ideal y el yo real. El joven de hoy vive en un estancamiento al no lograr identificarse con los modelos que ofrecen los medios masivos. Usualmente son modelos foráneos que confunden al joven que no se acepta. Lo enfrentan a las diferencias de las características individuales, la forma de pensar y actitudes de estos modelos; o sea, las diferencias culturales El joven se frustra al no poder aceptar los cambios tanto de sí mismo como los que se producen en la realidad, y esta circunstancia puede movilizar su sentimiento de identidad con respecto al mundo y a sí mismo; pudiendo los factores sociales y económicos facilitar o obstaculizar el proceso de formarse una identidad. Mirarse en el espejo es observarse dentro del entorno; no sólo buscarse a sí mismo sino en sí mismo… ensimismado, podríamos decir, si no también frente a frente con su realidad. Según Leon Grinberg, el principal objetivo en la adolescencia es la búsqueda de la identidad. Pero hoy podemos decir que cada uno que enfrenta los cambios de la comunidad y de la sociedad siente un escalofriante sentimiento de extrañamiento al mirarse al espejo. Nuestro desequilibrio entre nuestra identidad y en quienes realmente nos hemos convertido nos remite a una crisis de identidad perenne. Continuamos en una adolescencia rebelde y re-constructiva. Para acceder al texto original puede visitar: http://www.radiouniversidad.pr/noticias/pensando-ninos/id-24-02-2010.html