El profesor Pablo García Castillo es decano de la Facultad de Filosofía y Letras en la prestigiosa Universidad de Salamanca, donde por alrededor de treinta años también ha impartido cursos sobre filosofía antigua y medieval.
Actualmente es profesor visitante en el Departamento de Filosofía de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras y compartió con nosotros en una amena conversación donde se expresa acerca del rol de la filosofía en el mundo contemporáneo.
Jorge Graterole Roa (JGR): ¿Realmente la filosofía puede ser un ejercicio que libera de las ataduras que determinan nuestros pensamientos y acciones? Si es así, ¿qué nuevas posibilidades aporta a hoy?
Pablo García Castillo (PGC): La filosofía, por principio, es el intento de liberarse de todas esas ataduras que no le dejan al hombre progresar desde el punto de vista reflexivo, intelectual y moral. No siempre se consigue y la verdad es que en todos los tiempos hay filósofos que han hecho avanzar el pensamiento, pero hay también filósofos que se han acomodado a la tradición y no han supuesto demasiado avance. Es una condición humana.
JGR: Siendo el período clásico del helenismo tan parecido a nuestro presente, ¿qué pudiéramos aprender de los filósofos del helenismo? ¿Hay esperanza en una época de tanta incertidumbre y donde parece imperar la justicia según Trasímaco?
PGC: Hay muchas similitudes entre la época helenística y el mundo actual en el sentido de que fue una época de crisis en todos los ámbitos: económico, social y político. Hubo un cambio realmente acelerado y decisivo que desconcertó un poco a los individuos de esta época. Lo que nos dirían ahora los filósofos helenísticos como Epicuro o Cicerón es que hay que vivir de acuerdo con la naturaleza, es decir, que hay que huir del consumismo, de la búsqueda de bienes innecesarios, de la búsqueda de lo superfluo. Hay que compartir solidariamente lo que tenemos: nos salvamos todos o nos hundimos todos. Decía Epicuro que la autosuficiencia es el principio de la libertad. Aquél que se acostumbra a no necesitar más de lo que tiene, no es esclavo de ningún deseo. No busca lo que no necesita.
JGR: Según Platón, la democracia es la tiranía y la adulación a los instintos placenteros de la mayoría. ¿Nos dirá algo a nosotros veinticinco siglos después?
PGC:El tema de la adulación y de decirle al pueblo lo que quiere escuchar es algo tan largo como la política. De eso no hemos cambiado mucho. Lo que dice Platón es que en una verdadera democracia el gobernante es un servidor y que debe ser el conductor de la nave del estado, es decir, un piloto que conoce la navegación porque sabe leer las estrellas, la venida de las tempestades y es capaz de llevar la nave al puerto de la paz y la justicia. Lamentablemente, se es político en una democracia por el número de votos, no por la preparación que se tenga. Entonces, reina más el azar que la lógica. Eso es lo que denunciaba Platón y lo que tenemos que seguir denunciando. La filosofía no es una medicina que lo cura todo, es el intento de hacer reflexionar a los individuos y a los ciudadanos sobre los males que nos aquejan, pero debemos encontrar ese intento entre todos.
JGR:En la novela “El Nombre de la Rosa” hay un personaje que criticaba los controles que prohibían el acceso hacia la biblioteca de la abadía y abogaba por la discusión de saberes, hasta que le tocó ser el bibliotecario. ¿No pasa lo mismo en la actualidad?
PGC:Eso es lo que denuncia Eco. Todo lo que puede alcanzar un mínimo de poder para someter a otros, difícilmente resiste la tentación. Pero claro, el auténtico saber es el que propone la filosofía, de que se debería conducir a ser un servidor y no un dominador de los demás. Ese sería el ideal, pero la condición humana lleva a lo contrario y está claro que, en siglos, el hombre ha cambiado muy poco. Seguimos teniendo las mismas tentaciones, pero también seguimos teniendo la filosofía al alcance de todos para poder reflexionar y encontrar un tipo de vida más digno para todo hombre, que es lo que proponía Sócrates.
JGR: Para concluir, supongamos que salimos de la caverna de Platón. ¿Qué repercusiones habría en nuestras vidas si al final de la caverna nos encontráramos con Dostoievski y su lapidario lema “si Dios no existe, todo está permitido”?
PGC: Ya nos hemos encontrado con eso. La muerte de Dios, de Nietzche, y toda reflexión de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, ya da por supuesto que Dios no existe. Pero con Dios o sin Dios, es imposible vivir humana y racionalmente sin unas normas. En los filósofos parece atisbarse una especie de exigencia de justicia trascendente, llámese Dios, llámese idea, llámese como quiera llamarse. Pero si Dios no existe, debe existir al menos cierta justicia universal. Ya se ha planteado la realidad de Dostoievski y ahora mismo sigue planteada en eso que constituye el sentido de la existencia, es decir, si Dios no existe, a lo mejor habría que inventarlo. Inventarlo para nosotros ser dueños suyo. Ya sabemos que es un Dios poético, pero bueno. La justica poética no estaría mal tampoco.
El autor es estudiante de maestría en el Departamento de Filosofía del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.