José Ignacio Valenzuela, conocido como Chascas, está sentado tras una mesa junto a otros colegas de su profesión: la escritora puertorriqueña Rubis M. Camacho y el peruano Enrique Planas. Los tres frente a un público de alrededor de 20 personas.
Hablo de Chascas en primer lugar porque nació en Chile, pero de todos fue el único que dijo no saber de dónde es realmente. Ha vivido en varios lugares, entre ellos México, Estados Unidos y Puerto Rico, donde permaneció una década. Pero aun así, desde esos paisajes diversos que habita, escribe desde el ombligo, como dijo, y se apropia de la frase “pinta tu aldea y serás universal” para decir “pinta tu ombligo y serás universal”.
Por eso ubica su última trilogía ficticia en un pueblo imaginado de la Patagonia. Pero esto lo hace a contrapelo con las exigencias de editores que le recomiendan, por ejemplo, que ubique su historia en México, para hacerla más familiar, es decir, más comercial.
Este escritor, director y guionista de telenovelas hace sus expresiones guiado por el tema del debate “Diversidad cultural y literatura en la era de los mercados”, moderado por la escritora puertorriqueña Awilda Cáez, el cual se llevó a cabo en el Pabellón del Flamboyán; una carpa blanca colocada en el jardín escultórico del Museo de Arte de Puerto Rico en el marco del tercer Festival de la Palabra que inauguró ayer.
Y es que una de las exigencias que hacen los editores y técnicos del mercado a los escritores (pero también a otros creadores de la industria cultural) es la de llegar a más personas, a más cantidad de públicos siempre clasificados con etiquetas: género, edad, nacionalidad…
Y para eso los productores de las industrias mediáticas han ideado una técnica: la de “neutralizar” la diferencia.
Un buen ejemplo de este particular lo dio el propio Chascas al hablar de “las peores telenovelas”, según él, las que se producen en Miami, donde vive actualmente. Esas telenovelas se desarrollan en una ciudad invisible, una ciudad sin nombre a la que se hace referencia llamándola “la ciudad” y los personajes hablan con acento neutro, es imposible identificarles una nacionalidad en el hablar. Entonces, todo sucede como en un limbo.
A esto, Chascas contrapone las “mejores telenovelas”, las brasileñas, las cuales se desarrollan desde lo regional y lo local, en lugares y con personajes de momentos históricos muy específicos.
Así, en estas prácticas del mercado literario, se refleja uno de los problemas teóricos que se abren con la globalización y cuyas repercusiones reales, al menos en la industria mediática y editorial, se hacen aquí evidentes. Y es la tensión entre lo local y lo global y entre la homogeneización y la heterogenización cultural. Es decir, los mercados globales tienden a favorecer productos genéricos que opacan la diferencia para que sean fáciles de digerir, partiendo del argumento de que así llegan a más públicos y por lo tanto se generan más ventas.
Por su parte, la escritora puertorriqueña Rubis Camacho, autora de Sara, La historia cierta y de Cuentos traidores, comentó al respecto que “no le corresponde a los autores facilitar el texto”, sino que el lector tiene que confrontarlo con su bagaje, “desde su responsabilidad o irresponsabilidad en cuanto a su formación”. Ella espera que si el lector no entiende algo que éste busque la información.
Y Chascas, muy jocoso, añadió un comentario hoy bastante común: “para eso está Google”. Para lo que Rubis argumentó preguntando “qué más regionalista que Cien años de Soledad”, queriendo decir que a pesar de lo regional, de lo latinoamericana que pueda ser esa novela, la misma es una de las más traducidas y leídas a nivel mundial.
Por eso ella sigue apostando a escribir desde su país, desde su barrio, y más aun, “desde su guinda”. Esto a pesar de las presiones editoriales que quieren crear un productor “universal”, lo cual para el mercado hoy en día significa un producto genérico que pueda difundirse a gran escala. Mas para Rubis es imposible que un autor caribeño no escriba inspirado por su entorno, en este caso el ritmo, los colores, el azul, el verde…
Pero sobre esas imágenes que utilizó la escritora para representar el paisaje caribeño hay autores que tienen una opinión distinta. Este es el caso de Eduardo Lalo, quien no formó parte del debate pero a quien me atrevo a citar pues su última novela, Simone, igual que mucho del resto de su obra, se desarrolla en San Juan, con imágenes y trama densa, oscura y llena de paisajes desolados, un imaginario que rompe con los estereotipos del colorido tropical y que fue publicada por una editorial argentina. Pues como dijo el autor en una entrevista, “el Caribe es también un lugar muy triste”.
Aun así, ambos Caribes forman parte de las experiencias de cada autor, quienes también escriben desde su singularidad, lo que contribuye a esa diversidad que tiene que confrontarse a las exigencias del mercado.
En su turno a la palabra, Enrique Planas fue, por decir así, el menos apocalíptico de quienes participaron en este debate.
Para Planas “la diversidad cultural es la diversidad de las oportunidades que tiene uno para publicar y la vida es ir negociando y ver las oportunidades del mercado”.
Planas es escritor, ha publicado las novelas Puesta en escena, Alrededor de Alicia y Otros lugares de interés. Además, es periodista para El Comercio de Perú, así que entiende muy bien eso de negociar. Reconoció, a su vez, que hay editores que también son artistas y si no fuera por su ojo, muchas obras importantes no se hubieran publicado.
Aun así, considera que cuando escribe trabaja por amor al arte. “Y si cae algo de dinero pues bien”, lanzó.
Sigue nuestra cobertura del Festival de la Palabra 2012.