Hace apenas unos meses, en la pasada época navideña, las viviendas que habitaban más de una centena de familias en Villas del Sol en Toa Baja fueron destruidas. Ancianos, madres solteras y familias enteras quedaron en la incertidumbre de no saber a dónde se mudarían, ya que los terrenos prometidos aún no les habían sido entregados.
Mientras esto ocurría, cerca de allí, en Río Piedras acontecía otro importante suceso. La cercana imposición de una cuota de 800 dólares a los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico (UPR), provocó una lucha campal dentro y fuera del Recinto entre los alumnos que intentaban manifestar su repudio y la policía que intentaba impedírselos.
Aunque ambos sucesos emanan de sí una desesperanza increíble, ocho meses bastaron para que pudiera encontrar en ellos otra realidad. Ambos actuantes, los niños residentes de Villas del Sol y los estudiantes huelguistas de la Universidad de Puerto Rico se han unido en proyecto esperanzador: El Campamento de Niños de Villas del Sol.
Al llegar al lugar donde ubican los nuevos terrenos otorgados a las familias, para reseñar la gesta de los estudiantes de la UPR nos topamos con tres grandes carpas donde niños y estudiantes conversaban, pintaban y tomaban una merienda.
“¡Ya mismo comenzarán los talleres!”, anunciaba Waldemiro a los niños y compañeros estudiantes que colaboraban en el campamento.
El taller de ese día era Judo y Defensa Personal. Para mi sorpresa, quienes ofrecían los talleres eran precisamente estudiantes a quienes había observado cantando consignas y ondeando carteles en repudio a la cuota hace unos meses atrás. Entre puño y patada ambos estudiantes enseñaban a los niños que la instrucción de este deporte no tenía como motivo el agredir u ofender al oponente, sino que dentro del deporte había un respeto y una ética que debía observarse. Los niños muy atentos, asentían.
A su vez, los talleristas aprovecharon para enseñarles a los niños el conteo del 1 al 10 en japonés y otras técnicas de defensa personal que deberían usar en situaciones en las que fuera necesario defenderse.
Mientras observaba todo lo que sucedía, con cámara en mano, Esmeralda, una morenita hermosa de algunos 7 años se me acercó y me pidió la cámara para grabar. Me sorprendió su curiosidad.
“Serás periodista y nos mostrarás el campamento”, le advertí.
Esmeralda asintió y como quien entiende el oficio, tomó la cámara y comenzó a hacer preguntas a diestra y a siniestra a campistas y niños como cualquier periodista experimentada. Luego, más de una decena de niños y niñas quisieron hacer lo mismo.
Junto a mí, se encontraban los compañeros Ricardo Alcaraz y Juan Linares, fotógrafo y videógrafo de Diálogo respetivamente, quienes no vacilaron en adiestrar a los niños acerca de cómo debían realizar el trabajo.
A continuación el producto que también pueden observar en el artículo original para Diálogo Digital.
Estuvimos en el campamento cerca de cuatro horas interactuando con estudiantes, niños y padres residentes de Villas del Sol. Más que un trabajo periodístico sustraje de la experiencia una vivencia que me marcará por el resto de vida. Demás está decir todo lo que aprendí.
No es comparable con nada en el mundo el conocer de cerca los rostros de aquellos que constantemente vemos reseñados en la televisión. Y mucho menos atribuirle humanidad ya que son situaciones que no hemos vivido, no hemos sentido. El acercarnos al dolor nos humaniza. El poder experimentar su optimismo ante una cruel realidad me ayudó a admirarlos aún más.
Tampoco es comparable con nada el experimentar el amor y respeto de estos niños que a su corta edad han sufrido el quedarse sin casa, el moverse de un lugar a otro, el no confiar, el no esperar… Aún así, correspondían a las atenciones de los estudiantes campistas con obediencia, con abrazos y besos llenos de agradecimiento.
Mucho menos puede tener comparación aprender cómo se debe demostrar en acciones el amor por el objeto de una lucha: la universidad. Más allá de ser huelguistas, los organizadores de este campamento le han inculcado a los niños el amor por la UPR, amor que los mismos niños me expresaron cuando les dije que trabajaba para el periódico de la Institución. Los estudiantes les han llevado a conocer el Recinto y, de hecho, todos los conocimientos que han llevado al campamento, fueron aprendidos precisamente en el alma máter.
Finalmente, no se puede comparar con nada entender que aún a pesar de las privaciones o limitaciones económicas que puedan vivir los niños de Villas del Sol, sus talentos, destrezas e inteligencia afloran cuando se les provee las oportunidades y las herramientas para hacerlo.
Cuando abandonamos el campamento nos fuimos de mala gana. Los niños nos hechizaron, nos marcaron… Al observar las fotografías que habían tomado Esmeralda, Solimar, Marimar y Nashalí nos asombramos.
“Si parecen tomadas por un fotógrafo profesional”, me decía Alcaraz conmovido.
Espero en el alma que programas de autogestión como éste continúen ocurriendo; y que siga existiendo una Universidad cuyos estudiantes sientan el deber, la necesidad y la responsabilidad de colaborar en donde verdaderamente sea necesario.
El campamento continúa una semana más. Los participantes requieren de todo nuestro apoyo, pues talleristas y estudiantes campistas donan su labor a los niños de Villas del Sol. Amigo lector, si deseas colaborar con esta gesta puedes donar agua, alimentos o tus destrezas (realizando un taller).
Para más información pueden acceder en http://www.facebook.com/?ref=home#!/event.php?eid=212742588756126 o llamar al 787-923-2868.
El texto original fue publicado en el Blog De Antagonismos