La baja en la población de Puerto Rico podría intensificarse en las próximas décadas debido al incremento en la emigración y la baja en la natalidad. A esa conclusión llegó el demógrafo Raúl Figueroa tras conocer las nuevas cifras sobre la población de la isla que ayer publicara el U.S. Census Bureau.
Según el informe de la agencia, al 1ro de julio de 2016, Puerto Rico contaba con 3,411,307 personas, una baja de 61,874 ciudadanos en comparación con el estimado trazado en 2015. Aun más, la baja representa una caía de 11% en la población local en comparación con la población más alta registrada en Puerto Rico correspondiente al 2004, cuando se registraron 3,826,878 personas.
“Nosotros esperamos que la población siga disminuyendo de forma similar, porque la migración sigue alta. Una vez la migración baje, la población seguirá disminuyendo, pero menos”, indicó el experto, al tiempo que reiteró que esta tendencia a la baja se estima para varias décadas.
“Se espera que esto sea a varias décadas. Nosotros tenemos cada vez menos jóvenes y esto hace muy difícil que la población aumente, pues esta aumentará a medida que hayan más nacimientos o que haya inmigración”, acotó Figueroa.
En efecto, los datos suministrados por el U.S. Census Bureau destacan que entre el 1ro de julio de 2015 y el 1ro de julio de 2016, en Puerto Rico se registraron 31 mil nacimientos y 28 mil muertes, lo cual equivale a un crecimiento natural de la población —número de nacimientos menos el número de muertes— de solamente tres mil personas durante ese periodo. Para Figueroa, estos datos apuntan a que la cifra de la población local solo podría ver una mejoría si revierte la migración y se aumentan las mudanzas hacia Puerto Rico. No obstante, reconoció que “a menos que se cambien los factores que están haciendo que la gente salga, no va ocurrir una inmigración”.
“Estamos perdiendo un nivel de 65 mil personas al año”, observó.
Impacto socioeconómico por disminución de personas
Además de cifras, la disminución de la población de un país conlleva serias repercusiones en su entorno social y económico. En el caso de Puerto Rico, que atraviesa por una depresión económica que escala sobre 10 años y una población en la que predominan personas mayores versus jóvenes, una tendencia a la baja en sus habitantes haría más complejo lograr un desarrollo socioeconómico sustentable.
De acuerdo con datos suministrados por Figueroa, en 1990 en Puerto Rico por cada10 persona de 65 años o más habían 25 jóvenes entre 18 años o menos. Ahora, en 2015, los números apuntan a que por cada 10 personas de 65 años o más habían 9 jóvenes de 18 años o menos. “Esos jóvenes no van a estar en Puerto Rico para producir, para trabajar o para cuidar a las personas mayores. No tendremos una población suficientemente joven para atender las necesidades de la población”, acotó el experto.
Con él coincidió la economista y planificadora Martha Quiñones, quien manifestó preocupación respecto al impacto que tendrán las industrias de desarrollo económico local debido a una baja en consumidores.
“La caída en la población de Puerto Rico se debe a que la gente no está consiguiendo empleo y si lo que pinta es una baja en el salario mínimo, lo que se espera es que más gente se vaya. Lógicamente, todo esto afectará todo el proceso de desarrollo económico, porque mientras menos gente haya, menos consumo. Todo es una cadena que se afecta”, precisó la economista.
De acuerdo con Quiñones, la industrias que seguirán más afectadas por la disminución de la población serían, los negocios pequeños, las ventas de vivienda y autos, entre otros segmentos comerciales.
“Habrán más viviendas sin vender y más autos que no se comprarán. Todo crecimiento dependerá de la población que se queda que básicamente son personas mayores que no se quieren ir a Estados Unidos porque allá el costo de vida es más caro”, reiteró.
De hecho, datos de la Asociación de Constructores de Puerto Rico muestran una disminución de 10% entre 2008 y 2016 en el número familias puertorriqueñas que son propietarias de una casa. Para los expertos, este dato revela que las personas están poniendo resistencia a tener raíces contractuales en la isla que nos les permitan desplazarse de manera más fácil.
A modo de contexto, Quiñones recordó que la migración que actualmente atraviesa la población local es muy diferente a las olas migratorias que se vivieron entre 1952 y 1953, cuando el país perdió 60,000 y 70,000 puertorriqueños respectivamente.
“En 1950 se estimulaba que la gente se fuera para tener menos gente aquí y se pudiera mover más la economía. El problema es que la gente que se está yendo ahora, a diferencia de la de 1950, es que es gente que consume, que tiene vivienda, que puede solicitar préstamos de diferentes tipos… están más atados a la economía. También se está yendo gente que está más preparada”, recordó Quiñones.