Como dicen, ayer “el sol estaba que pica”. Pero aun así, en las puertas del Museo de San Juan, ese edificio en la calle Norzagaray con vista al Morro y a la costa de nuestra ciudad capitalina, más de una decena de estudiantes de la Escuela Martín García Giusti de Toa Baja esperaban por sus maestras para ir a almorzar. Acababan de salir de un taller de cómics y caricaturas auspiciado por el Festival de la Palabra, actividad que se celebrará hasta el 23 de este mes.
Me acerqué al grupo y uno de los alumnos -séptimo grado, pelo castaño y tez blanca- miró la libreta y el bolígrafo que llevaba en mis manos, y sin dudar me extendió la suyas para saludarme. Al parecer, esos instrumentos de trabajo fueron para él un claro indicador: “¿eres del periódico?”.
Sí, contesté. ¿Qué tal estuvo el taller?, pregunté.
“¡Me gustó mucho, dibujaron a Pikachu!”, me dijo efusivo. Al tiempo, una de sus maestras lo llamó para irse a almorzar. Su despedida fue típica de un adolescente, “quiero ser famoso, pon en el periódico que soy hijo de Anuel AA”.
El Cuartel de Ballajá es otra de las sedes de esta iniciativa dirigida por la escritora Mayra Santos Febres y que este año se lleva a cabo por séptima ocasión, siendo un encuentro mundial para escritores y lectores de todos los géneros literarios. Este lugar estaba habitado por dos grupos de estudiantes, uno a cada extremo del cuadrado edificio, quienes recibían talleres sobre literatura. A la derecha, María Bird Picó, guionista y escritora de novelas juveniles, frente a las miradas atónitas de un grupo de estudiantes de escuela superior se quitaba y ponía varios sombreros para explicar las diferentes facetas de un escritor. En su taller “Artesanía de la palabra”, describía cómo la escritura se moldea de forma diferente al momento de redactar un guión, un relato periodístico y una novela o cuento.
“Ha sido maravilloso, este ya es el sexto grupo que he visto. Estoy aquí desde el martes. Me encanta el festival, es una tremenda oportunidad para exponer nuestras letras”, aseguró.
En el lado izquierdo, Margie Quiles, maestra de español de la Escuela Blanca Malavé de Sabana Grande, resumía con sus estudiantes un taller de narrativa que habían tomado minutos antes y los preparaba para recibir a la poeta María Teresa Fernández, quien próximamente declamaría para ellos.
“Aquí todos nos hemos contado un chisme, pues quiere decir que hemos narrado. En las películas, los comentaristas deportivos, los libretos, en todos los espacios se narra”, explicaba la maestra a sus estudiantes.
A continuación, era el turno de la escritora. Fernández, descendiente de puertorriqueños y nacida en el Bronx en Nueva York, se ha destacado como activista en contra del racismo en Estados Unidos. Ha sido parte de varias producciones del canal HBO Latino y es graduada de la Universidad de Nueva York. Entre sus publicaciones se encuentran The Norton Anthology of Latino Literature,The Afro Latin Reader: History and Culture in the Unites States, Breaking Ground: Puerto Rican Women Writers 1980-2012, entre otros. Su trabajo muestra el orgullo por sus raíces “nuyoricans”, como ella misma afirmó: “Yo no nací en Puerto Rico, pero Puerto Rico nació en mí”.
Por un instante, el Cuartel de Ballajá se convirtió en un espacio íntimo entre Mariposa, seudónimo de Fernández, y los estudiantes. Mientras recitaba mezclaba el español, el inglés y el espanglish, también utilizaba cada fibra de su cuerpo para interpretar los versos.
“Voy a contar algo íntimo. Cuando era pequeña comencé a alisarme el pelo, porque en mi familia me trataban diferente a mis primas porque ellas tenían el pelo lacio. Las trataban más mejol. Mi hermana gemela y yo sufrimos todo esto”, relató a los estudiantes como antesala al siguiente poema:
“Me siento bendecida y honrada. Me emociona mucho porque sé que este es el séptimo año en que se lleva a cabo [el Festival de la Palabra], pero es la primera vez que participo. Me encanta el concepto de que es una celebración, es más que una feria de libros. Las ferias de libros limitan el trabajo a la literatura, yo amo la creatividad de celebrar la palabra en diferentes formas”, expresó luego de declamar el poema.
Fernández no perdió el tiempo para describir qué significa ser un poeta en la diáspora. Para ella, son la voz y la representación que mantiene nuestra herencia cultural viva fuera de la isla. Es seguir el legado de personas como Pedro Pietri y Miguel Piñero, quienes fueron pioneros del movimiento poético en Nueva York y tuvieron que trabajar muy fuerte para defenderse como “nuyoricans” que hacen poesía. “Hemos hecho que ahora exista más fraternidad entre los escritores de Puerto Rico y de la diáspora”, añadió.
Al final, todos se desbordaron en aplausos y por supuesto, hicieron fila para tomarse un selfie con la poeta.