Un equipo de investigadores del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR), dirigidos por la doctora Carmen Maldonado-Vlaar, descubrió que el estímulo de dos hormonas neuropéptidicas naturales puede evitar que drogodependientes que se encuentren en el proceso de rehabilitación recaigan. El estudio de la doctora Vlaar, bióloga especializada en neurociencia conductual y neurobiología de la drogadicción y catedrática del Departamento de Biología de la Facultad de ciencias Naturales del Recinto, va orientado a entender las fases neuronales y conductuales de la adicción a las drogas, particularmente la cocaína. El equipo de Maldonado-Vlaar descubrió que la hormona vasopresina (una hormona antidiurética y un vasoconstructor que ayuda a regular el balance de agua y la presión sanguínea, y que ayuda en los procesos de aprendizaje y de la memoria) es necesaria para aprender a asociar un ambiente con el uso de la cocaína y formar recuerdos. Se trata de la primera vez que una hormona, relacionada con funciones endocrinas periferales, es vinculada a los procesos de memoria que provocan adicción a la cocaína. Este hallazgo formó parte de la tesis doctoral de Enrique Rodríguez, uno de los estudiantes graduados de la científica. “Nuestros estudios han demostrado que el ambiente, si lo asocias con la droga constantemente, da placer. Es por eso que el devolver al adicto al mismo entorno en donde usaba la droga hace que la persona le genere una ansiedad y una necesidad de satisfacer las memorias asociadas a esto, y son tan intensas que reinciden en usar la droga”, aseguró Maldonado-Vlaar. En su estudio, la profesora considera el componente social, particularmente el entorno y su relación en el uso de drogas. Su equipo de investigadores está enfocado en los cambios neruoquímicos y neuroanatómicos que ocurre cuando un sujeto aprende a asociar ciertas señales en el ambiente con la cocaína. También, la investigación arrojó que la oxitocina podría reducir la ansiedad que surge cuando un adicto en recuperación regresa a un entorno que le recuerda el uso de la droga. Según explicara la bióloga, su investigación se centró en el área del cerebro que forma parte del núcleo accumbens. Allí la dopamina, hormona que se libera cada vez que el cerebro siente placer, tiene una función esencial. En el caso de los adictos es mayor su función porque el uso de drogas estimula, artificialmente el núcleo accumbens el cual hace que se libere mayor cantidad de dopamina, lo que provoca la posterior adicción. Tal como lo plantea Maldonado-Vlaar, “no importa si el placer es inducido por drogas, comida o sexo, cualquier cosa que sea placentera tiene el potencial de volverse adictiva”. Para probar sus hipótesis, los investigadores entrenaron un grupo de ratas de laboratorio para que asociaran la cocaína con un ambiente durante varios días, y otro que no lo estaba. Luego, las ratas pasaron un tiempo sin entrenamiento y fue examinado su desenvolvimiento en dicho entorno, sin que la droga estuviera presente. Los animales expuestos al ambiente asociado a la cocaína se mostraron muy ansiosos en comparación con aquellos que no lo estuvieron. Sin embargo, cuando se les inyectaba oxitocina en el cerebro, las ratas se relajaban y mostraban niveles de ansiedad más bajo. Para Maldonado-Vlaar, estos hallazgos podrían arrojar luz y alternativas para que el tratamiento de la adicción y la ansiedad por las drogas, nazca de hormonas que ya el cuerpo produce. Esto, aseguró, debe de ir con una política gubernamental sobre la medicalización de la droga como método para tratar adictos. “En mi opinión la drogadicción es un problema de salud mental, y debido a eso hay que atenderlo como cualquier otro problema de salud. (…) ¿Tú cuestionarías si una persona con diabetes se tiene que inyectar insulina? ¡No! ¿Por qué no? Porque han dicho los expertos que son personas que tienen una insuficiencia de azúcar y hay que darles insulina, y porque dependen de esto para poder sobrevivir. Los pacientes de alta presión: ¿tú cuestionarías que le den los medicamentos de alta presión? ¡No!. ¿Por qué no? Porque si no tienes esas medicinas le puede dar un infarto y se muere. Entonces, ¿por qué no podemos estar a favor de ofrecer a las personas adictas unas estrategias sustitutivas o médicas para ellos poder satisfacer su condición?”, indica, al tiempo que asegura que los centros de rehabilitación en la Isla no son suficientes de por sí para rehabilitar al adicto ya que éste último siempre vuelve al entorno nocivo. “Siempre he estado a favor de que, de una forma estructurada, se medicalice la mayoría de las drogas. Hay ciertas drogas que ya están medicalizadas, el ejemplo clásico es la heroína con la metadona. Yo favorezco la medicalización porque funciona, siempre y cuando existan las estructuras gubernamentales y de apoyo social que le den alternativas a ese adicto a reintegrarse a la sociedad. Pienso que la única forma de la medicalización de la droga es que exista una manera de tú monitorear, visitar a la persona a su entorno y trabajarlo”, puntualizó. La investigación de Maldonado-Vlaar y su equipo se encuentra buscando recursos y asociaciones con farmacéuticas para llevar los resultados a nivel pre-clínico y hacer los estudios en personas. Aunque el proceso es extenso, la catedrática espera que rinda frutos próximamente.
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