Para disfrutar de cientos de libros en un período corto de tiempo, uno realiza el arte de la micro lectura, se leen porciones pequeñísimas de cada uno. Como en las librerías, a las que se va más a mirar que a comprar. Esto se practica especialmente en las ferias de libro que, con el fin de estimular la venta, despliegan ante el ojo humano los cientos o miles de títulos que tienen para ofrecer. La Primera Feria del Libro y las Artes de San Juan cumplió ese cometido.
La micro lectura es también una lectura fragmentada. Se agarra un libro, se pasan las páginas y aleatoriamente se escoge un párrafo o una línea que no siempre se concluye. El libro se escoge casi siempre por lo atrayente de la imagen en portada, por causa de un título sugerente o por la resonancia del nombre de la autora o autor. Leer la contraportada y el índice también son buenas estrategias, pero casi siempre la tentación de sumergirse en el cuerpo del libro, aunque sea saltando páginas, es demasiado grande; especialmente para una persona nerviosa. Al final, uno termina llevándose varios o ninguno, nada asegura que se compre ni que el que se compre vaya a ser leído finalmente en su totalidad. Por eso, realizar una feria siempre conlleva algo de riesgo para sus organizadores. Y también para el consumidor que, abrumado por la abundancia, a veces termina gastando de más.
El hecho de encontrarnos en año eleccionario puede que haya beneficiado a los organizadores de la primera Feria del Libro y las Artes de San Juan. Aunque se sabe también que en Puerto Rico los políticos están en campaña permanente. Esta fue una actividad libre de costo en la que el municipio puso a disposición espacios (incluyendo la Alcaldía), personal y estacionamiento gratuito. Además, operó un trolley para facilitar el acceso a las áreas donde se llevaban a cabo las actividades de la Feria. Este tipo de evento inevitablemente beneficia la imagen del Alcalde, quien inauguró la feria cortando un lazo junto a poetas y demás. Pero uno de los organizadores confirmó que al menos el Municipio no tuvo ninguna injerencia en cuanto al contenido de las actividades. Sin embargo, por el mismo motivo, por ser año eleccionario, algunos escritores se negaron a participar.
De todas maneras, en la Feria hubo una participación variada que incluyó desde lo más tradicional hasta lo irreverente y marginal. La mayor concentración de libros y escritores se vio en la Plaza Colón. Allí, el grupo de autores de Colección Maravilla, una serie de publicaciones narrativas y poéticas escritas por personas como el poeta Néstor Barreto, Teo Freytes y el misterioso cuentista Thrumond Capote, ocupó uno de los espacios. Cerca de ellos, el autor del libro de cuentos Mundo Cruel, Luis Negrón, era el anfitrión de la carpa de la Librería Mágica. En el área, también revivió la Librería Isla, que hace unos meses abandonó el segundo piso que ocupaba en la calle Brumbaugh de Río Piedras para dedicarse exclusivamente a la venta de libros en línea.
En esta feria el libro fue el protagonista, pero también hubo artesanías, música y cine. Del extranjero, visitaron personas como Alfonso S. Palomares, escritor y periodista español, ex director de la agencia EFE, quien presentó un conversatorio sobre comunicación lingüística y cultura entre España, el Caribe y América Latina. También estuvo presente el colombiano Mario Jursich Durán, escritor y director de la publicación El Mal Pensante. En tiempos del libro digital y de la micro lectura fragmentada en línea, la feria juega un papel importante, no sólo en sacar al sol la literatura y sus lectores, sino también en curar el contenido, haciendo una buena y variada selección de la oferta y presentándola de manera coherente y adecuada.