Se estrena en la gran pantalla, para deleite de los fanáticos del género, una “nueva” historia de vampiros y puede decirse nueva entre comillas ya que se trata de una nueva versión de la película Fright Night de 1985. En una época en la que el mito del vampiro ha sido altamente modificado (y hasta degradado) por historias como Twilight, es gratificante ver una historia fresca que recupere y reivindique la figura del “Nosferatu”.
Las historias de vampiros siempre han sido de gran fascinación para el ser humano de todas las regiones y eras. De hecho, en casi todas las civilizaciones de la antigüedad, desde Egipto, Mesopotamia y las culturas indoamericanas, hasta la Europa medieval e incluso nuestra era en pleno siglo XXI, ha estado presente esta mítica figura del ser que se alimenta de la esencia vital (sangre en la mayoría de los casos) de los seres vivos. Hoy en día todavía se escuchan cuentos como el del chupacabras o rumores sobre vampiros entre los colonos, misioneros y representantes de organismos europeos en regiones de África postcolonial.
En la literatura también es un personaje recurrente. Desde Drácula de Bram Stoker y Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu, hasta las crónicas vampíricas de Anne Rice y la nefasta fiebre de Twilight de la escritora Stephenie Meyer; la dualidad de la bestia y el ser humano se ha prestado para hablar del deseo sexual, la represión y un sinfín de otros temas bastante relacionados con el romanticismo gótico.
En el cine de igual modo también ha sido representado infinidad de veces. Desde Nosferatu de F.W Murnau en 1922 (la primera película de vampiros de la historia) y las varias versiones de Drácula y las otras películas en las que este personaje aparece, hasta las películas de Underworld, las dos adaptaciones del libro sueco “Déjame entrar” (Let me In y Let the Right one In) y ahora, el “remake” de Fright Night.
Fright Night cuenta la historia de un adolescente (Anton Yelchin) que se entera de que su nuevo vecino (Colin Farrell) es un malvado vampiro dispuesto a devorar al pueblo entero. Así comienza una divertida y espeluznante historia que respeta algunos de los elementos clásicos y pertenecientes al folklore tradicional del mito. Este vampiro no puede entrar a una casa si no es invitado por su dueño, no pueden recibir la luz del sol y aunque intenta comportarse como un ser humano, en el fondo no es más que una bestia.
Pero además de ser una buena historia del género vampírico, Fright Night es una excelente película. Primeramente, tiene una gran actuación por parte de todo el elenco que trabaja en ella. En segundo lugar, tiene un maravilloso trabajo de fotografía, no sólo por un uso inteligente de los movimientos de cámara, planos interesantes y planos secuencias muy bien utilizados, sino por una iluminación magistral que logra que toda la película sea sumamente oscura, sin que se pierda detalle de lo que ocurre.
Por si fuese poco, su director (Craig Gillespie) logra mantener un genial balance entre el humor y el horror durante el film. De igual modo, logra que el espectador pase los 106 minutos que dura su largometraje, muy entretenido y ansioso de saber lo que ocurrirá.
El único punto débil de Fright Night podría decirse que es los efectos especiales, específicamente en cuanto a la monstruosa apariencia real del vampiro. Lamentablemente se ve bastante falsa e incluso un poco ridícula. Casi podría suponerse que en realidad fue más un homenaje a los efectos y la estética ochentosa.
Sin haber visto la versión original, no puedo comparar esta con la de 1985. Pero si puedo decir que en sí misma, Fright Night de 2011 es genial, divertida y un excelente medio para recuperar el mito, del agujero cursi, rosa y pastel en el que los vampiros brillantes de Meyer lo han dejado abandonado.