La trayectoria del artista plástico Quintín Rivera-Toro se despliega ante el público con su nueva exposición Sobre el miedo y otros problemas del inconciente colectivo. Con la ayuda de dos curadores, Nelson Rivera y Ralph Vázquez, ambos artistas plásticos, nos exhibe piezas creadas en los últimos años desde el 2007 hasta el 2010. Quizás la exposición se debe a que el propio autor se esté auto examinando y no presentando al público. El cuadro Off Signal (2009) al principio intenta limpiar nuestra paleta de colores y formas para entonces comenzar a experimentar la muestra y darnos a entender que lo que conocemos como una pérdida de señal nos mantiene en alerta, en preparación para lo que sigue. El Off Signal sin sonido, dibujado como un símbolo reconocible del siglo XX es lo que parece dar la bienvenida a la muestra del artista. No se encuentra el sonido que acompaña estas barras de colores, pero inconcientemente escuchamos el timbre monótono de esta “no señal” televisiva. Así es, como comienza, con un letrero digital, pintado sobre lienzo en acrílico, que conocemos como pérdida, fin o emergencia, una cautela sembrada por imágenes reconocibles. ¿Qué es el miedo? ¿A qué se debe la fobia? ¿El trauma? El miedo muchas veces es el resultado de una rotura en nuestro centro emocional dentro del cerebro, un pequeño fallo causado por algún daño psicológico sea por alguna experiencia desagradable que sufrimos en la infancia o algo tan fuerte que nos haya ocurrido en nuestra madurez, tanto, que el impacto nos regresa a nuestro estado infantil creándonos un trauma. El miedo colectivo se puede relacionar con lo anunciado en las noticias, para Quintín su exposición revela su visión personal del terror y es aquí donde el artista nos obliga a sentir miedo a través de distintas personas y hasta nos da guiños de cómo podríamos solucionarlos. Los videos simulan un aprendizaje basado en las experiencias de un grupo de veinte personas que nos relatan distintas historias de sus rutinas con distintas palabras e idea. En esta exposición, Quintín Rivera-Toro nos pasea por su versión que no necesariamente habla del pánico, sino que nos mueve por una pista de obstáculos que nos bloquean tanto salidas como entradas, obras que parecen haber sido arrugadas por la mano de un gigante y hasta conversaciones con ambos sexos explicándonos lo que significan ciertos conceptos y palabras para ellos. El artista demuestra sus habilidades variadas en las distintas disciplinas que pueden existir dentro de la creación artística -que incluye fotografía, pintura, instalaciones- hasta una pequeña representación en donde habla las verdades de la industria del arte. Una nación… consiste de una serie de letras troqueladas de foam blanco colocados, como los de cemento, en un marco creado por una serie de columnas localizadas a lo largo de la sala. Como si se tratara de una casa abandonada que restringe la vista a personas ajenas, sólo por huecos creados por las partes troqueladas se nos permite mirar a través de ellas. Esta obra contiene un mensaje que poco a poco el espectador puede ir descifrando ya que la luz que refleja y la forma que contiene pueden confundir al intentar formar la frase. Estas ventanas cercadas parecen bloquear la visión hacia lo que pueda existir detrás de cada ellas. Es en ese momento que se puede distinguir la frase que intenta comunicar: “una nación…que no conoce…su historia…está condenada…a…repetirla”. Su intento está claro como un graffiti tridimensional, esta obra continua el espacio en blanco y como una ilusión óptica que aparece y desaparece entre el espacio negativo suyo. Es cuando se lee la frase, que la instalación cambia de forma por completo y entonces ya no es un objeto que fue fabricado por Quintín sino que escondido detrás de las representaciones y esta el significado de lo qué se trata este bloqueo. La frase nos tienta a patear y romper esa barrera y conocer el pasado y mover hacia el futuro es así que realizamos de lo que está construido, de foam, que es algo liviano que fácilmente se puede levantar y destruir. Los materiales juegan un papel importante, así como la oración que nos da una sugerencia de cómo un país puede progresar y tumbando la pared traspasamos ignorancia y empujamos hacia delante. Las letras que normalmente se tratan de objetos pequeños e inhóspitos se trasforman en poderosas dependiendo de la idea que el creador o escritor quiere llevar a cabo, ahora estas letras que antes parecían pequeñas moscas en una hoja de papel blanco se convierten en otro tipo de distracción y/o bloqueo que hasta el color de las mismas no tienen que ser necesariamente negras para hacerse ver y entender. Una idea puede convierte en algo que nos detenga físicamente y no sólo de forma intelectual. Estas letras-objetos se mutan a lo que parecen paredes ya que su forma, cubo o bloque, se refiere en inglés como block letters o letras de molde en castellano. Como ocurre muchas veces en la obra de Quintín Rivera-Toro el bilingüismo está presente de alguna manera u otra y en vez de un simple y obvio juego de palabras nos hace más bien un juego de imágenes en la mayoría de sus obras no sólo con la obra mencionada anteriormente, Una nación.., sino también con la serie de sus Pinturas débiles que tienen un aire con las esculturas suaves o soft sculptures de Claes Oldenburg. Estas estructuras que parecen papeles arrugados y tirados en el fondo de un cubo de basura presentan varias ideas relacionadas con cambio o demasiadas fantasiosas para creer. Escritas en cursivo parecen notas hechas a puño y letra de un gigante. El pueblo habló está estrujado y estrellado contra una pared, ¿está el papel congelado en el espacio antes de caer al suelo, o estamos viendo lo que parece el fondo de un contenedor? Quien pudo destruir esta idea parece darse por vencido ¿Qué tipo de gigante vio que no había posibilidad? El artista intenta mostrarnos lo que no se debe hacer, arrugar destruir una idea que nos parece imposible e irracional. Las piezas también tienen su serie fotográfica donde Rivera-Toro inserta personas muchas veces de espalda para ocultar su identidad, aparecen en espacios semi abandonados y contemplan la obra arrugada en la pared. El lenguaje de la pieza es otro, aquí se trasforma en la contemplación silenciosa de varias personas incluyendo al espectador como uno adicional. La técnica utilizada para la presentación de estas piezas hace parte de su concepto como obra, detrás de cada fotografía se añadió un cuadrado blanco para hacer que resalte de la pared. Se muestra una imagen disipada impresa sobre una plancha de acrílico que si el espectador se acerca lo suficiente desaparece y nada más puede distinguir los puntos digitales que la forman y al alejarse puede observar que se trata de una imagen difuminada a causa de la impresión. Entre sus otras obras aparecen los dos videos: Monólogos masculinos y Monólogos femeninos que como pareja hay una yuxtaposición de imágenes tanto por género, como por movimiento. En la versión de las féminas las mujeres llevan una conversación con el copiloto que rápidamente olvidamos que es el artista con la cámara y nos convertimos el compañero de cada chica. Escuchamos y no opinamos mientras cada una conduce. Estamos concentrados en ellas sin poder detenernos a observar el espacio donde existen estamos detenidos temporalmente a escuchar su explicación. Diez mujeres que nos confiesan sus experiencias y definiciones, sobre la poesía, extrañar, los sueños… Los hombres sin embargo se encuentran en un espacio cerrado, paralizados por segundos, parecen ser parte de una entrevista que ha sido cortada a medida para el espectador. Ellos están siendo entrevistados y por sus caras parecen presionados a repetir información que aparenta ser un teleprompter. Los movimientos son mecánicos y hacen que el personaje salte en el cuadro de la pantalla dándonos una sensación insegura y de engaño sobre lo que ocurre en la pantalla. La obra no es sólo el diálogo que el personaje intenta tener con nosotros sino su posición en el espacio y los movimientos bruscos que a veces nos pueden distraer de la conversación. Las fotografías digitales de objetos y personas nos revelan sus pensamientos más íntimos a cerca de lo que son los resultados de experiencias actuales en su vida. Como los subtítulos de una película silente, las personas confiesan, una mujer de pelo negro y flequillo dicta en su silencio: diferencias irreconciliables. A su derecha con fondo amarillo le responde un chico con gafas negras: El peso de los años. En otra pared un muchacho sonriente le redacta una carta melancólica a su hermana confesando su soledad, una yuxtaposición de imagen alegre con nota triste. La ciudad de la tristeza nos relata en fotografía un momento de soledad mientras flotamos sobre los tejados del Viejo San Juan, memorias de tiempos buenos que ahora parecen desvanecerse con cambios inevitables. La exhibición terminó en la noche de apertura con un performance en donde Rivera Toro como un sacerdote presentó un sermón refiriéndose a las personas que se dedican a la industria del arte, curadores, coleccionistas, otros artistas y galeristas que tienden aprovecharse del negocio para ascender como profesionales de forma egoísta y avariciosa. Nos hace ver que esta industria no se trata de llegar a lo más alto en corto tiempo sino que lo que se busca es la permanencia de la obra como objeto de estudio, no del artista. Quintín en sus palabras le recuerda al artista que una vez que la obra es ejecutada ésta es totalmente independiente del mismo creador. Son frases que pensamos y no nos atrevemos a decir por miedo. El miedo no se trata de una película de terror, para Quintín es posible que su aprensión sea el silencio y la oscuridad. La exposició se ecuantra en la sala 3 del segundo piso del Cuartel de Ballajá en San Juan. Ana Astor-Blanco es escritora y crítica de arte.