Gerson Caraballo nació en Ponce pero se crió en Isabela. Desde pequeño se sintió atraído por el mar. Durante su juventud surfeó las playas de Isabela con un sueño en su corazón: convertirse en salvavidas.
Su deseo nació por su aprecio a una de las playas más peligrosas de la Isla: Jobos, uno de los lugares donde más personas se ahogan en Puerto Rico.
El joven de 30 años señaló que los vecinos de ese litoral son como una familia. “Los locales son bien unidos”, destacó Caraballo al explicar que la gente vivía preocupada porque allí se ahogaban muchas personas, pero a nadie le atraía la idea de convertirse en salvavidas.
“Estaba solo con ese pensamiento y ese deseo”, aseguró a Diálogo. Contó que aunque sus amigos no querían ser salvavidas, cuando iban a la playa a surfear tenían que estar rescatando a quienes se estaban ahogando. Comentó que en ocasiones hacían competencias para ver quién rescataba más personas.
Caraballo confesó que de camino a la playa iban pensando en las olas, pero al llegar al mar solo estaban pendientes a las personas que podían necesitarlos para sobrevivir. En ese entonces, solo eran jóvenes de 16 años, que sin ningún tipo de adiestramiento arriesgaban sus vidas para salvar la de otros.
El camino para lograr un sueño
Caraballo nunca imaginó que para poder ser salvavidas iba a tener que pasar tantas vicisitudes. Dijo que desde los 16 años se sentaba en la orilla de la playa todos los fines de semana a vigilar que nadie fuera a morir arrastrado por las olas. Fue esto lo que despertó su deseo de certificarse como salvavidas, pero para ese tiempo en el área oeste nadie proveía ese servicio.
El tiempo pasaba y no lograba nada. Hubo ocasiones en las que se sintió frustrado por no poder cumplir lo que más deseaba. Sin embargo, su frustración no le quitó las ganas de salvar vidas.
Hace dos años el universo conspiró a su favor. Mientras participaba en una competencia de surfing, llegó el personal de United State Lifesaving Asociation (USLA) de Puerto Rico, entidad que certifica a los salvavidas de los parques nacionales. Los miembros de la entidad fueron a brindar orientación sobre la asociación. Así fue como Caraballo pudo llegar a la academia y prepararse. Una vez recibió el adiestramiento y obtuvo su certificado, continuó visitando la playa Jobos y rescatando personas, solo que esta vez contaba con las técnicas apropiadas para hacerlo.
El salvavidas indicó que en el 2013 se rescataron a 110 personas. Narró que hubo ocasiones en las que luego de haber rescatado dos personas y traerlas a la orilla tenía que volver inmediatamente al mar porque había otra persona ahogándose.
No pasó mucho para que Caraballo notara que él no era suficiente. Fue por esto que decidió dedicarse a formar a otros jóvenes para que fueran salvavidas y lo ayudaran en su labor.
El joven relató que este proceso fue igual de difícil que el primero. No había personas interesadas en ser salvavidas. Buscó ayuda del municipio pero fue inútil. De acuerdo con Caraballo, el desinterés en que hubiesen salvavidas en las playas de Isabela se debe a que como estas playas no son aptas para bañistas, el municipio argumenta que no pueden haber salvavidas, ya que estos se nombran solo en los balnearios.
Pero Caraballo considera que este razonamiento no es correcto porque son precisamente las playas no aptas para bañistas las que necesitan salvavidas, porque las personas aun así las visitan. Según opina, es totalmente ilógico que a la playa Jobos se le estén haciendo bohíos, estacionamiento y duchas, pero no hayan salvavidas asignados.
“Si no son aptas, ¿para quién están construyendo todas esas cosas?”, cuestionó.
Para Caraballo, se nota la diferencia de cuando hay y cuando no hay un salvavidas por el número de ahogamientos.
“Das la espalda y ya se ahoga alguien. En lo que va de año ya han ocurrido nueve ahogamientos. Yo fui testigo de uno porque estuve una hora y veinte minutos en el mar y no encontré el cuerpo”, lamentó.
Luego de muchos intentos fallidos buscando ayudas económicas, equipos y jóvenes interesados en aprender a salvar vidas, nuevamente el universo conspiró a su favor.
Al igual que en su primer giro de suerte, hace poco más de un año, Caraballo participaba enuna competencia de surf. Allí, Ernie Álvarez –presidente de la Federación de Surfing de Puerto Rico (FSPR) y quien moderaba la actividad– se le acercó y le dijo: “He escuchado de ti. Yo te estaba buscando, te necesito, porque al igual que tú, yo quiero que estas playas sean vigiladas por los salvavidas”.
Así, el mayor anhelo del salvavidas isabelino se hizo realidad. La FSPR lo ayudó para que viajara a Miami y se certificara como instructor de la USLA.
Ahora, además de salvar vidas dentro y fuera del agua –porque Caraballo también es paramédico– el joven también se dedica a entrenar a todos los que estén interesados en ayudar a rescatar personas del agua.
El ahora instructor espera que el oficio de salvar vidas sea considerado un trabajo como cualquier otro, y que a los jóvenes que entrena les puedan pagar un sueldo, ya que todo ha sido de forma voluntaria. Por el momento, está feliz y se siente satisfecho de todo lo que ha logrado.
“Todo lo que he hecho ha sido por los que vienen detrás de mí. Yo no quiero que otro joven tenga que pasar por todo lo que yo pasé. Quiero encaminar a todos los jóvenes que tengan el mismo deseo que yo tuve. Quiero que se certifiquen como salvavidas de mares abiertos y que puedan vivir de esto, tener un salario. Quiero que su camino sea mucho más corto que el mío”, expresó.