El segundo acto del ballet Giselle es una pieza romántica de gran sublimidad y melancolía. Un humo convertido en neblina cubre el suelo del escenario creando la ilusión de que las bailarinas caminan por el aire. El cuerpo de baile hace todo lo que puede por parecer espíritus: bailan con gran delicadeza, no tienen expresión en su rostro y se maquillan de color blanco para lucir sin vida. El equipo de producción ilumina el escenario de un color azulado creando un ambiente frío, desolado y misterioso. El vestuario de las bailarinas es blanco y, a su entrada, aparecen cubiertas con un velo de novia que por magia —o buenos efectos de producción— desaparecen volando.
Son muchos los esfuerzos que se unen para hacer que el segundo acto de Giselle vaya a tono con la historia que se narra. Sin embargo, siempre hay un elemento humano; siempre queda grabado en el pensamiento de la audiencia que, por más intentos que se hagan, lo que ven en frente son humanos disfrazados de fantasma. Solo basta ver varias imágenes de este segundo acto para entender que un buen ojo puede hacer aparecer estos espectros en fotografías.
Tal fue el caso del fotógrafo Ricardo Alcaraz, quien, por medio de su arte y técnicas fotográficas, nos hace ver este segundo acto como se supone: espíritus de mujeres que murieron de amor, como solo ocurría en aquellos tiempos, y salen de sus tumbas a bailar.
Cuerpos muertos envueltos en tul bailan bajo la fría luna en un bosque. Espectros en punta que se mueven de lado a lado. Bourré, bourré, se alinean los espíritus de mujeres despechadas buscando venganza de aquellos hombres que rompieron su corazón. Un coro de fantasmas que salen en las noches a cazar hombres en el bosque. Los hacen bailar y bailar y bailar hasta que salga el sol y mueran de puro cansancio.
Es una noche de nuevos miembros. Giselle acaba de morir de locura tras enterarse de que su amor estaba comprometido. Se une al coro de fantasmas sublime, etérea con la dulzura que siempre tuvo en vida. Entre grand-jetés, promenades y assamblé hace su entrada invitada por Myrtha, la reina de las Willis.
Myrtha, reina de las Willis, interpretada por Yenessis Marzán.
Hilarion, enamorado de Giselle, va a su tumba a llevarle flores. A medianoche, aparece el coro de las Willis. Bailan y bailan y bailan los espíritus, enamorando a Hilario, quien se une a su danza hasta morir. Más tarde, Albrecht, el príncipe que sumergió a Giselle en la locura, es condenado a la misma suerte. Giselle, todavía enamorada de su príncipe, lo defiende con la fuerza que solo un amor verdadero puede tener y salva su vida.