El Check-In es un cómic digital publicado por su creadora, la joven artista y estudiante Mariela Pabón, en el cual estrena su mezcla de observaciones acertadas, humor mordaz y genuino sentimiento, en la forma de viñetas dibujadas a mano y en tinta.
Aunque entretiene por lo irreverente y ácido, los cómics del Check-In se quedan pegados en las costillas por la candidez con la que Pabón examina sus temas: las hipocresías, el hook-up, la 'bellacrisis', el morbo por lo pueril, el egocentrismo y las inseguridades. En fin, todo lo que nos aqueja a todos por igual, pero que de alguna manera u otra nos dificulta identificarnos con el prójimo.
Pabón empuña su sinceridad como bisturí para mofarse de sí misma, o una versión dibujada y cambiante de sí misma, y así es que la candidez le sirve de arma secreta. Al exhibir esas cualidades suyas que la avergüenzan, nos llama la atención a las nuestras.
La artista trabaja en la recepción de un hotel en el Viejo San Juan. Nunca la he visitado allí, pero después de conocerla mejor en esta entrevista para Diálogo, es fácil imaginar cómo la sonrisa con la que recibe a los huéspedes de ese parador debe incluir sus comisuras acerbas. Después de un mes publicando cómics, siempre está pensando en el próximo que va a dibujar.
3 Días y 2 noches
“Son ocho horas, no siempre hay check-ins y en el hotel se ven un montón de cosas, muchos personajes”, dice Pabón, explicando el origen de su popular serie de cómics, con 6,000 likes y creciendo en Facebook. Hace menos de tres o cuatro meses, cuando estaba aburrida en el trabajo, comenzó a dibujar en los flyers que acaparaban su mostrador. Ella convertía esos pequeños pasquines, que tan rápidamente se convierten en desecho y estorbo, en su entretenimiento, llenándoles la parte de atrás con sus historias.
El primero, según ella, lo dibujó después de atender a un cliente en particular. “Me di cuenta de […] que estaba buscando a un huésped en Google […] no sé, me di cuenta que era algo que hacía”, confesó. Al reflexionar sobre su voyeurismo, Pabón pensó en todas las veces que entrega su identificación a otros y las infinitas posibilidades para invadir la privacidad. Esa combinación entre voyeurismo y reflexión está en el centro de todo arte narrativo, y es el origen de los temas recurrentes en el Check-In.
Sobre las inseguridades y la honestidad
Pabón es estudiante de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, pero se la pasa trabajando y guisando, como muchos de los artistas contemporáneos en este País. Ha hecho stand-up y comedia improvisada; le llegó a interesar el teatro pero mayormente se quitó; estudia escritura creativa y hasta hace poco, daba talleres de eso mismo.
Cuando habla de estos múltiples y cambiantes intereses, los trata con timidez, con un poco de inseguridad, pero es obvio que tiene mucho que contar y el talento para hacerlo.
“La pregunta que más te hacen aquí en Puerto Rico es ‘¿qué estás haciendo?’ o ‘¿qué tú haces?’ y como yo no sé definir esto […] el reto más grande ha sido tratar darle un nombre a [mi proyecto]”, explica. Esta búsqueda tal vez se debe a que, cuando comenzó su serie, no tenía mucho conocimiento sobre la tradición artística en la que se adentraba.
“Siempre hacía cositas en la libreta pero nunca le presté atención ni le di seriedad porque no tenía la técnica”, elabora Pabón con una risa reveladora, en referencia a sus dibujos.
Pabón cuenta que sus cómics no pasan de un panel —en el estilo de Family Circus, por ejemplo— porque no logra dibujar la misma cara dos veces de la misma manera. Su arte, sin embargo, complementa muy bien sus historias, y siempre hacen lo mejor del elemento visual de su medio, parecido a otros webcomics como xkcd y The Oatmeal.
Aunque ella está aprendiendo a hacer cómics mientra los publica, el Check-in se nutre de esa misma vulnerabilidad. Como consecuencia, algunos estarán sorprendidos al enterarse de que Pabón nunca había leído un cómic con regularidad hasta que llegó Días a sus manos, excluyendo a los clásicos del New Yorker. La artista leía esa primera serie porque le gustaba, pero se puede notar cómo le sirvió de inspiración. “Siento que […] hay un diálogo entre la cotidianidad de lo que ellos hacen y, quizás, lo que yo estoy haciendo”, dice sobre el trabajo de Rosaura Rodriguez y Omar Banuchi, creadores de Días.
Es la opinión de este humilde periodista y aficionado del noveno arte que Pabón tiene toda la razón. Aunque uno lleva más tiempo en circulación que el otro, ambos, Días y Check-In, revelan sensibilidades artísticas netamente puertorriqueñas que están ligadas entrañablemente a la honesta exploración de lo cotidiano, observación que en parte tomo prestada del poeta Guillermo Rebollo Gil.
Los temas, la inspiración y la manera en que se expresan en el medio, todas responden a la honestidad y la vergüenza cuando Mariela Pabón transforma sus momentos más incómodos en carne de cañón. “La honestidad en los dibujos anula esa vergüenza”, me dice, sin querer comprometerse mucho.