La puesta experimental de danza teatro Hijas de la Bernarda, dirigida por Rosa Luisa Márquez en homenaje al poeta andaluz Federico García Lorca y a la fenecida maestra del movimiento corporal Gilda Navarra, arribó al Teatro de la Universidad de Puerto Rico (UPR) con vuelos de performance y flamenco, el pasado miércoles, 26 de octubre.
La propuesta, ideada por la bailarina Jeanne d’Arc Casas y estrenada hace unos meses en la sala experimental Carlos Marichal del Centro de Bellas Artes de Santurce, hilvanó fragmentos de La casa de Bernarda Alba, pieza lorquiana, con frases, cotidianidades y pensares puertorriqueñas a 80 años de la muerte del dramaturgo español.
Con su llegada al escenario riopedrense, el equipo actoral repensó sus pasos a partir del espacio. En el elenco, a los cuerpos de Casas, Cristina Lugo, María A. Castillo, Beatriz Irizarry, Marili Pizarro y Jesús “Pito” Miranda, se sumó esta vez el del universitario Jaime Maldonado, bailarín profesional de la compañía Ballets de San Juan. Asimismo, los grupos de danza La Trinchera y Andanza, estuvieron representados en el reparto artístico del montaje.
“Son como hilos conductores que vienen por distintos lugares y luego se amarran. Gilda está bien presente. Lorca es la excusa”, indicó Márquez, sobre la puesta que dejó al público estudiantil hecho un cúmulo de aplausos apagón tras apagón.
En cada imagen escénica quedaron representados los dolores, las represiones, las imágenes de rebelión y ansias de libertad con las que Lorca, más de 80 años atrás, escribió el texto que fungió como piedra angular del montaje. En la pieza original, tras la muerte del padre y esposo del hogar, Bernarda Alba, señora de la casa, declara ocho años de encierro para sus hijas. En sintonía con ese aire, el elenco mostró en tablas qué puede hacerle a un cuerpo la soledad, el luto, el encierro, el hambre de libertad, el deseo, las ansias del querer.
Casas, pionera de la puesta, profesora de danza y coreógrafa, llevó en su cuerpo uno, dos, tres personajes. Su cuerpo bailó, incluso cuando no hubo sonido. Y fue acabándose la obra, pero no su energía, mucho menos su intensidad. El público lo notó. Se lo apalabró en aplausos. A veces, las reacciones y los movimientos del cuerpo pueden ser tan puntuales como la palabra, de eso fue muestra este montaje.
Maldonado, por ejemplo, encarnó a una de las hijas de Bernarda, y lució en perfecta sintonía con el resto de sus compañeros. Su masculinidad pareada con su sensible forma de atravesar el aire enriqueció la estética de la pieza con un contemporáneo cuestionamiento sobre el género. Márquez, por su parte, se miró en varias ocasiones en uno de los dos espejos que formaron parte de la escenografía, y desde allí, desde su reflejo, recibió –respiró- la muerte, mientras representó a Poncia, criada de Alba.
La escenografía, a cargo del artista gráfico con influencia arquitectónica Juan Fernando Morales -también diseñador lumínico de la pieza-, incluyó sillas, ventanales, una bombilla, cabeceras de cama y un ícono colgados en el aire: San Antonio. A dicho santo le adjudica el poder de ponerle punto final a la solterías de las mujeres que le rezan. No hay que olvidar que Lorca exploró en su obra la psiquis de la mujer soltera en sociedad como latente constructo social.
El universo musical de la pieza, interpretado en vivo por Rafael Martínez, María del Pilar Aponte y Enrique Chávez, preparó la propuesta con trazos bien recibidos por la audiencia, tanto durante, como antes y después de la pieza, cuando los miembros del elenco transitaron por las hileras del teatro a son de trazo bailable.
“Esto es una colaboración del Instituto de Cultura de Puerto Rico y el Teatro de la UPR. Aceptaron la propuesta y consideraron que era bonito para el público universitario. Ha habido un compromiso”, agradeció la directora.
“Un universo educativo, un proyecto redondo”
Cada producción dirigida por Márquez funciona desde y en sintonía con su entorno. Las sillas utilizadas en el universo ficcional del montaje, por ejemplo, anduvieron primero en su taller; las cabeceras de cama, en su casa. Quizá por esa tendencia al diálogo con su alrededor, la llegada de esta propuesta a Río Piedras no invadió el espacio, más bien, lo engranó.
Como parte de ese engranaje, la producción ofreció al estudiantado talleres gratuitos de flamenco y cancioneros romances, en pos de proveerle a la comunidad universitaria “un universo educativo, un proyecto redondo”, explicó Márquez, quien se prepara para dirigir una próxima pieza lorquiana -La zapatera prodigiosa-, que vislumbra subirá a escena el fin de semana de Acción de Gracias.
Para algunos de los estudiantes en la audiencia, esta fue su primera vez en el Teatro de la UPR. Decenas de jóvenes de Dewey University, por ejemplo, llegaron al recinto por primera vez gracias a la invitación de su maestra de español. Al finalizar la función estudiantil, por otro lado, la actriz y profesora del Departamento de Drama de la UPR Isel Rodríguez y sus alumnos intercambiaron impresiones sobre el montaje sentados en suelo universitario. Otros, dispersos por la Plaza Antonia, hicieron lo mismo.
Aquí más fotos sobre el montaje por el lente de Ricardo Alcaraz: