En momentos que una comisión conjunta de la Asamblea Legislativa investiga el presunto aumento en la nómina de puestos de confianza en la Universidad de Puerto Rico (UPR), empleados de la Biblioteca José M. Lázaro del Recinto de Río Piedras denunciaron hoy lunes la presencia de asbesto en el edificio, tras una década de desatención por parte de las autoridades universitarias.
“Esto es un problema de años. Aquí ha habido tres fases de remoción de asbesto. Dos se completaron antes de que yo llegara en el 2003, (pero) la tercera fase nunca se completó”, señaló Marili Rodríguez, bibliotecaria auxiliar y miembro del Comité de Salud y Seguridad de la Hermandad de Empelados Exentos No Docentes (HEEND).
“¿Y cuándo se supone que se hubiese completado la tercera fase de remoción de asbesto”, preguntó Diálogo. “Antes del 2000”. “Así que llevan como quince años con este problema”, insistimos. “Puede que un poco menos, pero sí, entre diez y quince años”, respondió la bibliotecaria.
Rodríguez explicó que en las dos fases anteriores se removió asbesto en el sexto piso, pero que las labores desde el quinto piso hasta el segundo nunca se terminaron.
“¿Y quién se supone que responda aquí?”, continuamos insistiendo.
“En principio pertenecemos al Decanato de Asuntos Académicos, el presupuesto es de allá. También, la fase de remoción en la torre de seis pisos (área de Circulación y Reserva) tiene que ir a subasta. Ese dinero estuvo asignado cuando yo no trabajaba aquí. ¿Qué pasó con eso?”, apuntó.
Rodríguez añadió que “se supone que ahora en Administración Central se haga una propuesta, pero siempre es que no hay dinero. Entonces lo que se hacen son pequeños arreglos por aquí y por allá”.
Una de las áreas afectadas abarca el techo de la Sala Zenobia y Juan Ramón Jiménez y la Colección Puertorriqueña, dos de las aulas más visitadas en el segundo piso. “En esa parte vinieron, rasparon, pintaron y volvió a pasar lo mismo. Y esto es un área donde los estudiantes se sientan, donde los empleados pasamos todo el tiempo. Nos dicen que lo van a arreglar, pero no hay presupuesto y se queda ahí”, agregó.
Rodríguez indicó que los empleados se reunieron la pasada semana con la decana Grisel Meléndez, del Decanato de Administración. “Ella vino y vio las áreas, pero siempre pasa lo mismo. Siempre hay una buena disposición de atender el problema, pero se queda ahí. Y esto nos pone en riesgo a todos porque afecta las vías respiratorias, la piel, y no se queda ahí sino que los conductos de aire están conectados y se vuelve un peligro para todos los que estamos en el edificio”.
En el 2013, la Junta de Calidad Ambiental (JCA) ordenó el cierre del edificio Domingo Marrero Navarro, utilizado como la Facultad de Estudios Generales, luego que labores de remodelación dejaran al descubierto el asbesto.
De acuerdo a la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA) del Departamento del Trabajo de los Estados Unidos, el asbesto es una fibra mineral natural que se utilizaba antes en materiales de construcción por su fuerza y capacidad de resistir al calor y la corrosión.
“La inhalación de fibras de asbesto por los trabajadores puede provocar serias enfermedades en los pulmones y en otros órganos que pueden no aparecer hasta años después de ocurrir la exposición. Por ejemplo, la asbestosis puede generar una acumulación de tejido de tipo cicatrizal en los pulmones resultando en la pérdida de la función pulmonar, la discapacidad y la muerte. Las fibras de asbesto asociadas con este tipo de riesgo de salud son demasiado pequeñas para ser percibidas a simple vista”, reza la hoja informativa.
[Actualización] Responde la administración universitaria
Lorna Castro Figueroa, portavoz de prensa del Recinto de Río Piedras, aseguró hoy martes a Diálogo que la administración universitaria elabora, hace ya varias semanas, la implantación de un plan que permita remover las fibras de asbesto en el techo del segundo piso de la biblioteca.
“Esto es un asunto que se está trabajando. En el área ha habido varios muestreos, el último fue la semana pasada. (Se determinó) que no representa un peligro de exposición para los empleados, ya que el nivel de fibra de asbesto encontrado no sobrepasa el permitido por ley”, indicó.
La disyuntiva que enfrenta la administración riopedrense con el techo del segundo piso –donde, afirmó Castro Figueroa, se encontró material de estucado con contenido de asbesto– es cómo hacer la remoción sin que se vea perjudicado el servicio bibliotecario, particularmente de la sala de Colección Puertorriqueña, pues el proceso es amplio e implicaría la remoción y reinstalación de partes del techo, lo que puede tomar tiempo.
Además de la remoción de asbesto, queda en el tintero el asunto de las filtraciones y el hongo. Sobre esto, la relacionista público expresó que “no es ajeno a la administración” y que “son asuntos que tanto el Decanato de Administración, la Oficina de Protección Ambiental y Seguridad Ocupacional y la Oficina de Planificación y Desarrollo Físico están atendiendo en conjunto, evaluando e identificando fondos para poder hacer las reparaciones”.