La relación entre Iglesia y Estado está en constante estudio por expertos en el tema y, por ser año de elecciones en Puerto Rico y Estados Unidos, sus análisis cobran mayor importancia tanto para los sectores políticos como religiosos. Héctor E. López Sierra, sociólogo de la religión y profesor universitario, explica que “siempre ha sido importante la afiliación religiosa de los gobernantes porque las masas no pierden la aspiración de encontrar sus valores morales en los gobiernos. Pero, no existen estudios científicos interpretativos en Puerto Rico –a diferencia de Estados Unidos– que determinen concluyentemente las afiliaciones religiosas en relación a las afiliaciones políticas”. Sin embargo, el mensaje político que se ha propagado recientemente por parte de ciertos sectores religiosos en la Isla está matizado por posturas conservadoras en torno a la revisión del libro de la familia del Código Civil y la controversial Resolución 99. López Sierra señala que a raíz de la separación entre Iglesia y Estado durante la instauración de las democracias modernas, la relación entre estas instituciones se ha reconfigurado y asegura que “pese a lo negativo que puede resultar una intromisión de sectores religiosos fundamentalistas en asuntos como la Resolución 99, hay que saber que a nivel histórico ha habido resultados muy positivos en los que sectores religiosos han dado luchas y han logrado restaurar los derechos civiles como fue el caso en los Estados Unidos. Sin el apoyo del protestantismo negro en la década de los sesenta y setentas no hubiera sido posible la transformación social que allí se dio. Lo mismo pasó con Vieques y la salida de la Marina de Guerra”. Por otro lado, el estudioso de la religión en los contextos sociales considera que en los Estados Unidos “se ha visto claramente cómo la derecha religiosa respalda el gobierno de Bush con todo y sus políticas internacionales intervencionistas y bélicas”, lo cual, de acuerdo con el profesor, es contrario a los valores cristianos que establecen la justicia social y el amor al prójimo como norte a seguir. No obstante, López Sierra hace énfasis en que la relación entre Iglesia y Estado no debe basarse en que líderes religiosos respalden a candidatos al poder político como fue el caso de la pastora Wanda Rolón quien afirmó que Dios le había dicho que Pedro Rosselló saldría vencedor en las pasadas elecciones. Por su parte, el reverendo presbiteriano y profesor de teología, José Irizarry, advirtió sobre la práctica de los políticos de “buscar votos donde los haya”. Quien se desempeñó durante cinco años como decano del programa doctoral del Seminario Teológico de McCormick en Chicago, indica que es peligroso que sectores religiosos respalden a candidatos y partidos políticos pues la victoria o derrota de éstos afecta la imagen de esos grupos, en su gran mayoría cristianos, ante la ciudadanía. Según Irizarry, el vínculo al que debe aspirarse entre Iglesia y Estado debe caracterizarse por una búsqueda de un balance entre ambas instituciones en el terreno común de la acción social y la difusión y modelaje de los valores que las componen.
Acorde con lo expresado por Irizarry, la puesta en práctica de los principios contenidos en la Teología de la Liberación puede resultar en un mayor impacto de las comunidades de fe en el quehacer político y social. La Teología de la Liberación es una corriente teológica que inició en América Latina hacia finales de los años cincuenta y que pronto se reprodujo en los Estados Unidos y Europa. Dicha propuesta consiste, en palabras de Irizarry en “extrapolar el concepto del pecado del ámbito individual y traerlo a la estructura social que produce violencia y pobreza. Visto de esta manera, se hace imperativo luchar en contra de la marginación del sistema político y económico y concentrarse en la creación de espacios de inclusión”, acotó. El reverendo presbiteriano reconoce que hay sectores dentro de la Iglesia que se conciben como apolíticos, lo cual “de por sí es una postura política pues reafirman con esto el status quo”. Contrario a esta postura apolítica de ciertos sectores, Irizarry apuesta al aprovechamiento de la organización interna de las iglesias en aras de contribuir al restablecimiento de los tejidos sociales. “Todo tipo de acción política requiere una pedagogía, una formación. Las iglesias tienen la estructura para esto que puede ser formadora de una conciencia social como por ejemplo sobre los derechos humanos. La Iglesia tiene capital humano, tiene gente que ha optado por hacer labor voluntaria –como pocas instituciones pueden decirlo”, precisó. Irizarry opina que debe darse un diálogo dentro de los sectores religiosos para meditar sobre ideas como esta. “Hasta el momento lo que ha ocurrido con las comunidades de fe es que, para hacer expresiones públicas sobre temas sociales y políticos, siempre se ha tratado de respetar el consenso de la base ecuménica. Esto para no lacerar la frágil unidad de la Iglesia”, explica Irizarry. El educador de teología aseguró que es totalmente posible que la Iglesia reflexione sobre sus posturas ante los fenómenos sociales porque “en la filosofía misma de la Iglesia se apuesta por una visión de mundo alternativo, el espacio para ese diálogo también está, lo que no está (o puede que esté en proceso) es la voluntad de hacer la labor dentro de ese espacio”, concluyó.