Cada tanto tiempo se estrena una película en la que el futuro se proyecta como un lugar frío, calculador, terrible, en el que la evolución científica terminará por hacer imposible, la erradicación de la brecha entre clases y lo material será definitivamente más importante que la propia vida humana. Es así como existen filmes como The Island de Michael Bay, Gattaca de Andrew Niccol o la que estrena hoy en Puerto Rico, también de Niccol: In Time.
Andrew Niccol ya tiene un historial en cuanto a películas que cuestionan la supremacía de la ciencia sobre la condición humana; así como los efectos del capitalismo salvaje, el neoliberalismo y las teorías de Darwin usadas en la economía y la sociedad. Escritor y director de filmes como Gattaca, S1m0ne, Lord of War, este cineasta neozelandés añade a su lista de películas una nueva que gira en torno a los mismos temas.
In Time nos presenta un mundo en el que la humanidad ha sido alterada genéticamente para no envejecer más de 25 años. Al mismo tiempo, la ciencia ha inventado una manera en la que el tiempo de vida que le resta a una persona, puede ser transferida de una a otra, como si se tratase de dinero en cuentas bancarias. La cuestión se complica ya que, a pesar de que la gente no envejece, su tiempo de vida si continúa corriendo, en cuenta regresiva y si el conteo llega a cero, el individuo muere. En este mundo distópico, el tiempo se ha convertido entonces en la moneda y aquellos que no consiguen como obtener más antes de que se les acabe, yacen en la calle pisoteados por los que si han conseguido como vivir, al menos, un día más.
Por supuesto que hay quienes han logrado acumular varias decenas, centenas o incluso miles de años, cosa que no sólo les permite comprar todo aquello que desean sino vivir para siempre. Estos individuos viven en zonas distintas a aquellos que viven tan sólo con unas horas de ventaja, para conseguir las del día siguiente.
En esta realidad creada por Niccol, dos personajes comienzan a fungir como “Robin Hoods” futuristas, robando tiempo a los ricos, para distribuir a los pobres. Es esta la historia en la que se centra el guión.
Andrew Niccol en primer lugar, vuelve a cuestionar lo que es la condición humana y la búsqueda de la perfección por medio de la ciencia. Esta vez se centra en el deseo de la eterna juventud, en la que se gastan millones y millones de dólares al año. De igual modo, quien tenga dinero para pagar gran cantidad de cirugías estéticas, en In Time, quien tenga suficiente "tiempo" podrá parecer de 25 años para siempre. Ahora bien, el discurso con mayor fuerza es, sin duda alguna, el enorme abismo entre la clase alta que vive eternamente en New Greenwich (nombre que evoca al meridiano de Greenwich, por lo que podría traducirse como "nuevo tiempo") y aquellos que se dedican a vivir un día a la vez, en la industrial zona llamada Dayton (que tiene la palabra día en su nombre).
La analogía con nuestro mundo real es obvia. En nuestra realidad, efectivamente podríamos decir que en la sociedad capitalista se paga con tiempo. Es decir, para poder tener dinero, debemos invertir nuestra vida trabajando, mientras que, aquellos que poseen fortunas multimillonarias pueden dedicarse “a vivir” toda su vida. De igual manera, para que algunos puedan tenerlo todo, otros han de no tener ciertos recursos y por tanto, morir. La metáfora de que el dinero y la riqueza es nuestra vida, no es tan alejada de la realidad.
Esta metáfora funciona bastante bien en el argumento de la película, y en el principio de la historia todo calza perfectamente. El problema del film es que a medida que la trama se va desarrollando, las analogías comienzan a fallar o a tener huecos, en su relación con el mundo real al que alude la carga semiótica de la misma. La teoría empieza a tener fallos y agujeros, si se quiere ver de esta manera.
El otro gran problema de In Time es que tanto Justin Timberlake como Amanda Seyfried (los dos protagonistas) no son demasiado brillantes en sus actuaciones. No es que interpreten mal sus papeles, ambos cumplen con lo que se les pide, pero sin sorprender, lo que resulta un problema cuando son opacados por el antagonista (Cillian Murphy), quien, como siempre, hace un trabajo muy interesante que se roba la atención. Esto hace que uno no logre relacionarse por completo con los dos “antihéroes” sino que en el fondo, sienta más simpatía por el “Timekeeper” (quien representa la ley y el orden, y se supone que no nos encariñemos con él). Incluso es superior el trabajo de Vincent Kartheiser, como el padre multimillonario del personaje de Amanda Seyfried, y quien resulta ser el verdadero villano.
Pero lo que realmente termina de arruinar tanto la metáfora como lo poco que había logrado Niccol en su película es el final. In Time tiene una conclusión demasiado inocente e ingenua para lo profunda que es su crítica social al capitalismo salvaje. Lo que nuestros antihéroes hacen para derrocar la oligarquía capitalista no serviría para nada en el mundo real (y de hecho, tampoco serviría en el mundo creado por Niccol, como bien lo explica el villano en su último monólogo, que es posiblemente de las mejores cosas del film).
Las hazañas de Robin Hood funcionan perfectamente en su tiempo, porque en la época feudal, si los pobres tenían más oro, podían tranquilamente pagar sus impuestos y comprar lo que necesitaban para vivir. Pero en el mundo capitalista, mientras más dinero ronda las calles, más aumentan los precios y los impuestos, debido a los sistemas autorreguladores del mercado. En pocas palabras, Robin Hood le estaría haciendo más daño a los pobres regalándoles millones de dólares (o de años) que dejándolos a su suerte. Niccol pareciera en un principio no haber pensado en esto, pero luego su villano lo saca a colación en su monólogo.
Aún así, nuestros antihéroes se salen con la suya, dando al traste con la metáfora, el genial monólogo del multimillonario y con las esperanzas de que este film, tuviera al menos un final tan interesante como su premisa. Una lástima ya que en un principio, In Time se veía como un largometraje con mucho potencial.
A pesar de todo esto, técnicamente es bastante buena. Tiene una buena edición, una banda sonora genial, una dirección de arte que juega con el concepto del tiempo y lo atemporal en un mundo que ya no envejece, etc. Si no pensamos mucho en todo lo disparatada que termina siendo la carga semiótica de la película, In time puede funcionar como un film entretenido de acción, que, por lo menos, divierte por 109 minutos. La cosa está en que queramos gastar esos minutos en verla o en algo más valioso.