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Los fines han sido secuestrados por los medios. Eduardo Galeano Con el lanzamiento ayer miércoles del nuevo juguete de Apple: el iPad, son muchos los que se han expresado a favor de este nuevo aparato, otros no. A mí me da igual. Bueno, no tanto. Me llamó particularmente la atención una expresión aparecida en un blog que específicamente se especializa en asuntos tecnológicos. En Techcrunch un autor resume su experiencia de la siguiente forma: es rápida y hermosa. “Cuando tuve el iPad sentí que tenía el futuro en mis manos”. Cualquier parecido con “Pinky y Cerebro” es pura coincidencia. El categórico comentario, más que iluso, lo encontré tierno. Me toca una fibra íntima saber que alguien crea que tiene el futuro así, asido como si nada entre sus manos. Me enternece y también preocupa. Son muchas las ventajas que esta “tableta”, como le llaman, le otorga a los usuarios que afortunadamente posean los $499.00 dólares, que es el precio inicial para, como dijo el autor del blog mencionado, tener el futuro en las manos. Se pueden ver películas, videojuegos, escuchar música, leer periódicos, y los famosos libros electrónicos; entre otras cosas. La mente prodigiosa detrás de todo esto, la que ofrece la sensación de poseer el porvenir en un pedazo de plástico, Steve Jobs sabe y mucho. Primero fue el iPod, luego el iPhone; ahora el iPad. Con este último invento, Jobs pretende modificar el mercado editorial y hacerle competencia al libro electrónico: Kindle. Para los anticuados como yo, que prefieren manchar, escribir, doblar y hasta sobarle el lomo y por qué no, regalar luego de leído un libro, estos aparatos no están hechos para nosotros. Por lo único que me siento culpable es por el hecho de que mueran más árboles cada día a causa de mi capricho. Ahora bien, tampoco hay que alarmarse. Estos nuevos medios, revolucionarios como les llaman, ni tan revolucionarios son. Están hechos a la medida de un buen grupo adinerado que puede darse el lujo de pagar por estos aparatos. El futuro es entonces para unos poquitos si lo comparamos con el resto de la población mundial que no llegaremos nunca a saber lo que el futuro es. No logro imaginar al hombre que vio por vez primera el fuego ante sus ojos. Seguramente pensó que eso parpadeante, ligeramente anaranjado y azuloso era el futuro. Por el contrario, imagino perfectamente, casi lo veo, a una persona dentro de diez años intentando imaginarse a la primerísima persona que tuvo un iPad en sus manos creyendo también que eso rectangular era el futuro. Me enternece y me preocupa. Hacen falta fines más concretos, y no tantos medios. Por esto no descarto el buen ingenio del señor Jobs. El que pueda y quiera, que lo obtenga. Sin embargo prefiero, como dice un poeta argentino, esta inocencia de no ser un inocente.