“Transitando: ciudad, abandono y violencias”, es el título de la jornada de conferencias que llevaremos a cabo un grupo de profesores, estudiantes y público interesado en estos temas. La actividad, patrocinada por la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades, se realizará los días 25 y 26 de abril de 9:30 a.m. a 5:00 p.m. en el Aula Magna del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
El evento, organizado por el Instituto de Investigación Violencia y Complejidad y el Departamento de Sociología de la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras, contará con la participación de Madeline Román, Sonia Serrano, Marlene Duprey, Rafael Díaz, Félix López, Alejandro Cotté, Dolores Miranda, Amarilys Muñoz, María Isabel Quiñones y la que suscribe este artículo, entre otras respetadas personalidades de la academia.
Algunos de los temas que se abordarán son: “Economía de la violencia: ciudad y abandono de la vida”; “El hábitat de una violencia: de Crash por partida doble a Violencias salvajes”, “Interconexiones entre neoliberalismo, narcotráfico, marginalidad y el sujeto endriago. A propósito de excedentes urbanos” y “Cartografía de la violencia en la narrativa puertorriqueña actual”.
También, se hablará sobre: “Transformaciones del habitar: la redefinición de lo público y lo privado a partir de la urbanización en Puerto Rico”; “La Violencia del Barrio: la mirada hipócrita desde el privilegio”; “Tránsitos de violencias en la comunidad de hombres que tienen sexo con otros hombres”; “Víctimas y perpetradoras: culpa, compasión y responsabilidad” y “El muralismo en la ciudad y su influencia contra el crimen y la violencia”.
A continuación puede ver el programa completo de la actividad.
De una economía del poder a una economía de la vida
Aprovecho la ocasión para recordar a Lewis Mumford y a Richard Sennett, dos de los teóricos e historiadores sobre la ciudad que con mayor profundidad se han ocupado del hábitat físico y social construido para acoger la vida humana.
En ambos se puede advertir el ideal de resucitar la humanitas y el compromiso con la dignidad humana. Los dos denunciaron la visión engañosa del progreso moderno, encarnada en la ciudad del siglo XIX, cuando justamente ella era el mejor ejemplo de las fuerzas irracionales y destructivas puestas en marcha por una economía de mercado, competitiva e individualista, también usurera, que bloqueaban la ambición civilizatoria.
Esa ciudad y su economía, con un profundo desdén por el entorno material y el ambiente urbano favorable para el cuidado de la vida, producía “verdaderos viveros de seres defectuosos y enfermos”, sin condiciones propicias para vivir con dignidad. “Ninguna economía orientada hacia el lucro y dominada por el placer puede hacer frente a estas exigencias”. De esa manera, Mumford declaraba la necesidad de pasar de una economía del poder a una economía de la vida y que las fuerzas que se orientaban hacia la muerte se dirigieran hacia la vida.
Al leer el drama de la ciudad en estas descripciones, una no puede menos que pensar en la vigencia de las mismas, producto de las formas actuales indiferentes a la vida, que el neoliberalismo impone con sus políticas de ajustes fiscales y del pago a la deuda. La economía de la deuda dineraria usurera se convierte para la ciudad en una máquina de muerte y abandono de la vida, extendiendo sobre ese espacio todas las dimensiones de la violencia. Esto ocurre, curiosamente, en momentos donde la expansión de la ciencia y la técnica podrían ofrecer para la vida un horizonte de enormes potencialidades, sin descuidar los aspectos negativos, que el propio Mumford fue pionero en alertar.
Tanto Mumford como Sennet destacaban el importante papel de la universidad para la ciudad, a la par con el gimnasio helénico, el hospital medieval, y el museo moderno. Por un lado, la universidad y su función orgánica como contenedor de memorias y transmisor de la cultura urbana y, del otro, como productor de un conocimiento de lo humano que, partiendo de múltiples interpretaciones y significaciones, lo volvían a poner en relación con su entorno y el mundo. La universidad aparecía como lugar de esa reflexión y, en consecuencia, también de transformación de la ciudad y de otro modo de vida.
Hoy, la Universidad, la nuestra, está herida. Los números del infierno obligados por la irracionalidad económica, la matan; violencia en acto contra la posibilidad de una ciudad civilizada.