Las pinturas y fotografías de Open Art Studio, un proyecto de cuatro jóvenes artistas de La Habana, están libres de clichés como mulatas despampanantes o los viejos automóviles que todavía ruedan por las calles cubanas.
“Mostramos nuestro arte sin un fin tan comercial, aunque necesitamos ganar algo para dedicarnos a crear”, explica a IPS el pintor autodidacta Eloy Milán, de 32 años, autor de este proyecto junto a Carlos González, Ariel Hernández y Michel Armenteros, que sí tienen estudios artísticos formales.
Los integrantes de Open Art Studio pertenecen a la nueva hornada de creadores cubanos, que trazan estrategias de todo tipo para vivir del arte en un país en recesión económica desde hace más de 20 años.
Según especialistas, el desempeño económico de los jóvenes en la pintura y otras manifestaciones artísticas se ha frenado por el casi inexistente coleccionismo local, el difícil acceso a las empresas estatales que concentran el comercio artístico internacional y las insuficiencias de la promoción y ventas por Internet.
“Muchos amigos me ayudaron con la transferencia del dinero y el acceso a Internet”: Kamankola, cantante de hip hop.
Otro obstáculo clave, señalado por los creadores consultados por IPS, es que la apertura a la actividad privada, que facilita la reforma económica impulsada en el país desde 2008, no incluye emprendimientos como galerías o productoras de audiovisuales independientes.
De hecho, Open Art Studio es el taller donde trabajan los cuatro artistas, que usan el espacio como medio de difusión.
El estudio está frente al malecón habanero, un muro con paseo que bordea el litoral del centro capitalino y lo transitan muchos turistas cada día. Incluso artistas de otras latitudes vienen aquí, apunta Carlos González. Por estos intercambios, piezas de Open Art se expusieron en Alemania, Estados Unidos y España.
Pero ni la promoción por esta vía ni en la red social Facebook, donde amigos con acceso a Internet les crearon una página, trajeron ingresos constantes, según González y Milán. Dicen que llegan a fin de mes gracias a ventas esporádicas y otros empleos temporeros.
“Dependemos del comprador extranjero y no tenemos oportunidades en las galerías comerciales (del Estado), que no dan abasto”, valora González.
El creador, de 31 años, aspira a dedicarse en pleno a “reflejar el acontecer diario con la poética personal de cada uno”. “No nos interesa hacer suvenires para turistas”, enfatiza, sobre el camino al que deben desembocar muchos graduados de arte para subsistir.
El curador Píter Ortega defiende que “existe una oleada de jóvenes muy talentosos, protagonistas de un clímax en el arte cubano”. Pero identifica a IPS “un desfase tremendo” entre el creciente sector artístico y la reducida capacidad de las instituciones locales para representarlos.
Ortega lamenta el deterioro de las instalaciones de muchas de las 117 galerías en el país y la carencia de medios de difusión imprescindibles para promocionar y vender, como los catálogos. Señala además que los galeristas, curadores y marchantes de entidades estatales no suelen “arriesgarse por el arte joven” ni tienen autonomía de gestión.
“Hay demasiados artistas intentado colarse en muy pocos espacios”, sostiene el joven que laboró en Génesis Galerías de Arte, una de las pocas estatales con licencia comercial. Ortega espera que las autoridades permitan las galerías privadas, que, de hecho “existen desde hace mucho como una alternativa clandestina”.
Nuevas reglas rigen el mercado mundial de arte por el auge de las ventas a través de las ferias en línea o los sitios digitales de las galerías. Sigue dominado por Estados Unidos y países europeos, aunque se incrementan coleccionistas y artistas de economías emergentes de Asia y América Latina.
De manera discreta y muy regulada por el Estado, este país gobernado por el Partido Comunista de Cuba se insertó en el mercado internacional del arte y creó mecanismos comerciales internos durante los años 90, aunque en sectores como la música existían ya experiencias previas de lucro.
Los artistas que entran en ese circuito reciben los ingresos por su creación, sobre los que pagan impuestos, mientras que la empresa estatal que los representa obtiene una comisión por su intermediación.
La reforma económica, que contempla el recorte de subsidios estatales, revive las discusiones sobre la rentabilidad de la cultura en la insular nación caribeña, con11, 2 millones de habitantes.
Autoridades del sector analizan y experimentan soluciones para mantener los apoyos estatales en las manifestaciones que lo requieran, eliminarlos a los rentables y abrir oportunidades en el sector privado y autogestionario.
Pero muchas resistencias y prejuicios surgen al proponer medidas concretas.
Así lo demuestra el diálogo inédito que sostiene desde mayo de 2013 una asamblea de cineastas con funcionarios del estatal Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), rector del sector, y el Ministerio de Cultura.
La “g20”, como se llama a la asamblea por el número de representantes, pretende reordenar la deprimida producción cinematográfica local.
Las dos principales demandas del colectivo, integrado por figuras noveles y consagradas, son la aprobación de una ley de cine y que las actualmente ilegales productoras independientes puedan funcionar como cooperativas.
De las manos de jóvenes innovadores surgieron desde hace años casas productoras independientes, como la 5tavenida, Central Producciones, Trokua Vision y Producciones Canek, gracias a la democratización que trajo la tecnología digital.
Algunas disponen de equipamiento completo, consiguen presupuestos de donantes internacionales y hacen carpetas de proyectos enfocados al mercado externo, explica Ivete Ávila, de Cucurucho Producciones, especializada en la animación “stopmotion” (cuadro por cuadro).