El salón está lleno de lienzos y silencios. Nadie entra en los primeros minutos de la inauguración. ‘Quién vendrá, quién salvará la pintura de un artista que consumió su vida en su obra’, pregunto. Hasta que por fin, una multitud de personas atiborran el espacio en menos de una hora. Artistas, escritores, poetas y poetisas, profesores, pintores y un joven, de 21 años, que empezaba a descubrir el arte, son los primeros testigos de la muestra.
Hay un arte que invita, que se adentra y pulsa en lo profundo del que pueda mirarlo. Llega a lo abstracto, rompe el tiempo y encadena mil ideas en 28 cuadros. Es Julio Rosado del Valle, artista puertorriqueño que desde anoche está impregnado en las paredes de la sala tres del Museo Las Américas en San Juan.
Allí, sumida en cada uno de los cuadros, está Teresa Tió, profesora y gran conocedora del legado de Rosado. “Considerada una de las obras más completas, más complejas, más diversas que más abarcan en género, en técnicas, en enfrentamientos, en confrontaciones, en soluciones plásticas. Es uno de los artistas más prolíficos que haya tenido Puerto Rico”, comenta entusiasmada. Mientras, contempla las líneas y los colores de cada cuadro con admiración y deteniéndose largos minutos en ellos.
Para la profesora, ver la obra de Rosado es como asistir a una cátedra. “Cualquier obra de Julio que está en esta sala, es un ejemplo de búsqueda, de rigor, de diversidad, de visión”, añade sin reparos.
Observa descubriendo cada obra, sin poder tan siquiera preferir ninguna sobre otra. Todas son un descubrimiento en sí, una búsqueda constante, un nuevo cuadro y una nueva complejidad.
Deslumbrada, habla del cuadro del autorretrato: “Julio tiene 50, 70, 100, 200, 300 autorretratos. Y todos son él y todos son muchos a Julio Rosado del Valle”.
Entre la muchedumbre también se encuentra José Alegría, sobrino de Don Ricardo Alegría, dueño de la Galería Obra y encargado de la exposición. Confiesa haber sido gran amigo del pintor y explica cómo el gran amigo de Rosado, el doctor Amaury Rosa Silva, quiso comprarle los 11 cuadros del artista, los cuales se encontraban en la Galería Obra y están valorados en más de medio millón de dólares. Deseaba que le diera una rebaja para adquirirlos.
“Esto es patrimonio nacional, no se puede vender”, le decía Ricardo Alegría a su sobrino. Titubeaba a la oferta de Rosa Silva. Le dijo que quería adquirir la colección después de la muerte del maestro, pero que su propuesta no era una meramente económica. Le tenía una sorpresa: compró la colección, pero para dejarlo en Puerto Rico porque lo consideraba patrimonio nacional. ‘Yo lo quiero dejar en Puerto Rico para que los puertorriqueños puedan disfrutar de esta colección’ ”, relata Alegría, mientras revela que se le erizaron los “pelos al oír esas palabras”.
Hablan, discuten, se paran en los cuadros, tocan las líneas, merodean la pequeña sala. Y en medio de todas las caras conocidas, un joven de 21 años observa con atención y un tanto afligido porque esperaba que más jóvenes vinieran.
Destaca, mientras observa los primeros cuadros que ha visto, “la fuerza de la pintura, trazos fuertes, la abstracción que utiliza, la entrega a la hora de pintar” de Rosado.
El artista murió en el 2008, y anoche, el Museo Las Américas dio inició a una exposición abierta a todo el que quiera sentir su arte, su profundidad, sus matices y volver a la historia a través de sus obras; auténticas piezas que definen la cultura y la trascendencia.