¿Es el cine literatura? ¿Cómo se relacionan estas dos artes? ¿Se influencian mutuamente en la creación de nuevos mundos? Dos cineastas y un escritor debatieron al respecto en el evento llamado Hijos del Cine y la Literatura: Imágenes en el espejo, que formó parte de las actividades de la segunda edición del Festival de la Palabra.
“No soy cinéfilo y no entiendo del cine. No veo cine, veo literatura”, planteó inicialmente el escritor español José Ángel Mañas. El finalista del premio Nadal del 1994 explicó que no conoce el lenguaje del cine –su forma: los zooms, los dollys, close ups, medium shots, etc.–, pero sí conoce de personajes y de historias, dos elementos que debe tener tanto una novela como una película.
Mañas describió el cine como una “maquinaria sofisticada de crear ficciones”. Para él, el cine tiene un rigor creativo y metódico que poco a poco le ha “ganado la partida a la literatura”. Describió esa lucha entre cine y novela como una desigual, y dio como ejemplo algunos novelistas del siglo XX que dejaron de hacer novelas “porque eso ya lo hace el cine”.
El autor, sin embargo, admitió que el cine sí recurre a la novela por varias razones. Primero, la novela suele tener personajes e historia ya desarrollados y con mayor profundidad. Además, cuando una obra es exitosa esto significa que tendrá un público que espera su adaptación cinematográfica.
Por su parte, el director puertorriqueño Jacobo Morales defendió la permanencia de la novela; para él, el cine no llevará a su desaparición.
“Cuando advino la cinematografía la gente pensó que el teatro pasaría a un segundo plano y no fue así”, comentó, y añadió que cada género conservará sus características y su lugar.
Ante esto, Mañas argumentó que Morales tiene razón en que el cine, el teatro y el libro no se pierden con las nuevas invenciones, pero que sí se convierten en otra cosa, “en objetos de lujo”.
En su turno, Guillermo Arriaga, novelista y guionista, afirmó que no ve la diferencia entre cine y literatura. El escritor de Amores Perros y 21 Grams considera que “hacer cine es hacer literatura”, pues ambos son procesos de seducción. Una pregunta más importante para él sería “¿por qué es necesaria la ficción?”
Al inicio de su exposición, contestó la contestó con un mito africano. Narró que en partes de ese continente hay una creencia de que los seres humanos tienen dos almas, una ligera y otra pesada. La ligera es la que abandona el cuerpo cada vez que éste pierde conciencia, mientras que la pesada lo abandona al morir. La pesada no conoce en dónde está la muerte, por lo que un tiempo antes de que le toque llegar a ella, el alma ligera debe emprender su búsqueda. En el viaje se encuentra con las mujeres que menstruan, quienes sufren porque están soltando al ser que pudo ser y no es. Éstas le indican al alma ligera que debe ir a donde nadie jamás ha ido y ver cosas que nadie jamás ha visto.
Esa es la función de un artista, dijo: presentar mundos que nadie nunca ha visto, con el propósito de verse a sí mismos. “Creo que los seres humanos necesitamos esta pulsión de ficcionalizar la vida, de encontrarnos en la vida”, comentó.
En la segunda ronda del debate Mañas se pronunció en contra de la crítica de que una novela sea “demasiado cinematográfica”, puesto que para él el cine no ha impactado en la visualidad de la novela. Mucho antes de que existiera el cine ya había escritores cinematográficos, como Tolstoi.
Arriaga concordó con esta afirmación, pues hay una tradición literaria “que nos permite ver mientras estamos leyendo”. Mencionó la Biblia como ejemplo de un texto muy visual.
Pero Mañas opinó que el cine sí ha impactado a la literatura en la tendencia a “cortar al lo escencial”. El cine hace utilización constante de la elipsis; no presenta todo paso por paso, sino que brinca a los momentos importantes. El séptimo arte, afirmó, ha educado al espectador de manera que el novelista no se puede repetir y debe ser más sucinto.
Jacobo Morales destacó también la importancia de la historia en el momento de interpretar una ficción. Describió el cine como “el espejo de los pueblos”. Además, criticó las películas que, a nombre de lograr su comercialización y mercadeo, funcionan por medio de fórmulas que no destacan un contexto histórico-social.
“El cine, al igual que la literatura, tiene que partir de la autenticidadad”, opinó.
La frustración de las adaptaciones
Ante la pregunta de si hay algo que el cine no pueda contar, Morales mencionó la dificultad que ha existido a la hora de adaptar el realismo mágico de las novelas del colombiano Gabriel García Márquez, al ser algo muy en la mente del lector.
Por otra parte, Mañas habló de la insatisfacción que ha sentido con la adaptación de una de sus novelas. El director estaba mucho más enfocado en el lenguaje técnico del cine, mientras que para Mañas eran más importantes los diálogos y los personajes. La narrativa, entonces, sufrió ante lo visual.
Para él, la adaptación no tiene que ser completamente fiel al contenido de la novela, pero sí “tiene que capturar el espíritu”. Destacó la importancia de que haya una compatibilidad entre los realizadores de la película y el escritor de la obra original; cuando no la hay “puede ser horroroso”.
Arriaga hizo eco de estas expresiones. Enumeró algunas cosas que ha aprendido haciendo cine. Primero, es mejor trabajar con gente que tiene los mismos gustos. Segundo, “hay que aprender a conciliar, no a conceder”. Tercero, ha descubierto que sus novelas cinematográficas son difíciles de adaptar porque presentan lo que pasa en las cabezas de sus personajes. Por último, concordó con que es importante mantener el espíritu de la obra.
Según él, no hay nada peor que tener un hijo que se parece más al carnicero que al padre.