Edward H. Carr definió la historia como “la lucha del hombre, mediante el ejercicio de su razón, para comprender el mundo que lo rodea y actuar sobre él”. No es casualidad que Eloy A. Ruiz Rivera, autor del artículo que se reseñará en este escrito, utilice esta definición como entrada al estudio de una de las políticas pedagógico-coloniales más complejas de la historia de la educación puertorriqueña. ¿Jugando o americanizando? es un artículo de corte posmoderno que destapa lo que fue una rigurosa imposición cultural, producto de la invasión norteamericana de Puerto Rico, a través de metodología lúdica que adoctrinaba el estudiante puertorriqueño mediante la calculada integración de símbolos norteamericanos con el propósito de reemplazar el sentir patriótico nacional puertorriqueño por el norteamericano. Evidentemente, vemos como la historia se acoge al carácter combativo que le atribuye Carr al definirla. Ruiz Rivera da vida a una época histórica donde el estudiante puertorriqueño lucha por comprender una nación en tiempos de incertidumbre colonial en función de criticar y actuar sobre un espectro histórico que constantemente reaparece en el sistema educativo contemporáneo. El autor expone, mediante la metodología investigativa que constituye un trabajo de historia cultural, lo que fue una invasión intelectual y cultural dentro del sistema educativo puertorriqueño. Esta invasión fue impulsada por ofensivas visuales, lingüísticas y lúdicas que constantemente forzaban al estudiante a entrar en contacto con elementos patrióticos e históricos del imperio norteamericano que intentaron interponer su patriotismo histórico sobre el puertorriqueño. Esta invasión se nutrió de la inocencia de la niñez por lo que intentó insertar patriotismo norteamericano a través del juego, o sea, fue una invasión lúdica. Siguiendo la línea argumentativa del autor, lo que se efectuó en el aula entre los años de 1900 a 1950 fue una atentada invasión de la mente puertorriqueña. El autor evidencia esta invasión a través de un recorrido legal que estableció un sistema educativo administrativamente similar al estadounidense. Entre éstas resalta el código de leyes escolares; la Ley estableciendo un sistema de escuelas públicas en Puerto Rico de 1901; y la Ley Escolar Compilada. Estas leyes trajeron consigo refuerzos teóricos por pensadores norteamericanos que exigen la presencia del idioma del inglés como idioma oficial de la educación puertorriqueña. Aquí, el puertorriqueño es clasificado como un “otro” menos avanzado en necesidad de actualización social solo concedida por la nación que ejerce su dominio sobre la ahora colonia. La escuela pasó a ser campo de batalla patriótica, donde imágenes de figuras históricas, rituales de corte militar que ejercían culto a la bandera norteamericana, mapas, libros de texto, canciones, entre otros simbólicamente cumplen con lo que el primer comisionado de Educación puertorriqueño, Juan B. Huyke, llamó la representación de valores de “libertad”. Estos símbolos son evidentes en la fotografía de Jack Delano. Ruiz Rivera utiliza aquí la fotografía para dar evidencia de la saturación visual de elementos norteamericanos que convierten el salón de clases en campo de práctica cívica compuestas por materias de “alta ciudadanía”. La decoración del salón aquí sirve la función de conquistar la mente del estudiante puertorriqueño. El autor reconoce resistencia a la invasión de la mente del puertorriqueño a través de disidencia literaria expresado por Abelardo Díaz Alfaro y su personaje Peyo Merce, pedagogo rural aliado a la causa colonial a través del asimilismo cultural. Este personaje, junto con Mr. Escalera y Mr. Johnny Rosas, apoya la empresa colonizadora. Díaz Alfaro, jocosamente, combate la pedagogía colonizadora al dar voz de resistencia al estudiantado puertorriqueño. De las tres obras que menciona Ruiz Rivera, Peyo Merce enseña inglés resulta ser la crítica más directa efectuada literariamente al sistema educativo de la colonia al narrar el rechazo estudiantil del idioma del inglés como lenguaje oficial de la educación puertorriqueña. El valor pedagógico de este artículo recae no sólo en brindar a su lector un recorrido histórico crítico e incisivo que exige reflexión y reacción; sino que dentro del mismo artículo podemos encontrar el esqueleto de un posible plan de lección. El mismo uso de fotografía y literatura disidente puede ser usado en el curso de historia de Puerto Rico para explorar lo que fue el proceso de colonización producto de la invasión del 98. Es penoso reconocer que el aspecto educativo de la invasión no sea tan explorado como lo debe ser en los cursos de historia puertorriqueña. La resistencia a tratar la colonización de la mente puertorriqueña en salón de clases evidencia en sí la presencia de demonios anti-pedagógicos sin exorcizar que aun inciden sobre el sistema de educación puertorriqueño. Los límites pedagógicos impuestos por una larga campaña de colonización educativa engendraron una incertidumbre generacional que ha retrasado el aprovechamiento académico del estudiante puertorriqueño. Evidentemente, impartir la clase de historia de Puerto Rico en las escuelas de la isla resulta ser una lucha intensa por lo que un sistema plagado por lagunas coloniales dificulta la comprensión del mundo que rodea al puertorriqueño y mucho más su capacidad de actuar sobre el mismo. Tal como lo estipula el Ruiz Rivera, el sistema educativo puertorriqueño no es entendido fácilmente. Ha sido transformado, moldeado y remodelado por innumerables manos. El sistema de educación puertorriqueño actual se encuentra en un camino oscuro que denota la extensión del tiempo de incertidumbre en la que lleva habitando por más de un Siglo. Ante este cuadro histórico, Ruiz Rivera se pregunta si el estudiante puertorriqueño estaba en realidad jugando el juego de la colonia. Pero nosotros, ¿seguimos jugándolo? La bibliografía del texto reseñado es: Ruiz Rivera, E.A. (2009). ¿Jugando o americanizando? Prácticas y representaciones en el aula 1900-1950. Aula y Sociedad, 4, 82-104.