En un año con temperaturas históricas y huracanes devastadores, queda claro que Estados Unidos tiene mucho para perder si no toma medidas para reducir el riesgo y el impacto del cambio climático.
Esa es la conclusión del Fondo Universal Ecológico, que detalla el costo que tiene para la economía nacional y la salud pública la falta de acción, y urge a diseñar políticas para que el país camine hacia un futuro sostenible.
“No es una cuestión ideológica, sino de buen olfato para los negocios”, dijo a IPS el expresidente de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia, James McCarthy, uno de los autores del informe.
“Muchas personas dicen que no debatirán al respecto porque no están convencidas de los aspectos científicos. Bien, entonces miremos la economía, miremos el costo de no tener esa discusión”, arguyó.
Destrucción
Estados Unidos todavía está bajo el impacto de un mes sin precedentes con tres huracanes y 76 incendios forestales que destrozaron su paisaje, desde Puerto Rico a Washington.
Solo el huracán María dejó a la población de Puerto Rico sin alimentos ni agua ni electricidad. Alrededor de 44 por ciento de las personas carecen de agua potable, y solo 11 de los 69 hospitales tienen combustible o electricidad, lo que deja a ese estado asociado al borde de una crisis humanitaria.
El estudio estima que los daños causados por los tres huracanes y los incendios forestales ascienden a $300,000 millones, alrededor de 70 por ciento de lo que costaron los 92 eventos climáticos de la última década.
Y todavía no terminó la temporada de huracanes, por lo que los daños podrían ser mayores.
Según los Centros Nacionales para la Información Ambiental, de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, se multiplicó por 2.5 el número de eventos extremos que implicaron daños y pérdidas por 1,000 millones de dólares en la última década.
McCarthy, también profesor de oceanografía en la Universidad de Harvard, dijo aInter Press Service (IPS) que se necesitan inversiones para contrarrestar los daños, además de crear infraestructura a prueba de huracanes.
“La infraestructura es importante, pero todo lo que podamos hacer para reducir la intensidad de esos eventos, enlenteciendo el recalentamiento global, aumentará la probabilidad de que la futura infraestructura sea más efectiva”, explicó.
Una dependencia poco saludable
Al quemarse los combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas natural, que representan más de 80 por ciento de la energía primaria generada y usada en este país, liberan grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera y aceleran la variabilidad climática.
La regulación del volumen de emisiones contaminantes redujo la contaminación aérea en 35 por ciento, o casi en 67,000 millones de dólares al año, pero la quema de combustibles fósiles todavía tiene un elevado costo para la salud, que asciende a 240 millones de dólares al año.
De seguirse usando, las pérdidas económicas podrían llegar a los 360,000 millones de dólares al año, o 55 por ciento del crecimiento de Estados Unidos en la próxima década.
“Una y otra vez veremos que la población asumirá los costos, se vuelve una carga personal para ella”, dijo McCarthy a IPS.
“Para llevar a las personas, en sentido literal y figurado, al futuro para que sean más saludables y más sostenibles tiene sentido una forma menos cara de hacer negocios”, observó McCarthy.
La energía limpia ya emplea a casi dos millones de trabajadores y la duplicación de la generación de las fuentes solar y eólica puede llegar a crear 500,000 puestos de trabajo.
Según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, un impuesto a las emisiones de carbono podría generar unos 200,000 millones de dólares en la próxima década.
La iniciativa ha sido controvertida porque se teme que las empresas trasladen el costo a los consumidores aumentando el precio de la gasolina y de la electricidad.
Pero McCArthy señaló que la población ya soporta ese peso en términos de los daños que dejan eventos climáticos extremos y de los gastos que implica el aire contaminado.
Negación del gobierno
A pesar de la evidencia del cambio climático y del papel que cumplen en él los combustibles fósiles, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, comenzó a deshacer muchas medidas importantes de protección ambiental.
No solo su gobierno anunció el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París sobre cambio climático, sino que actualmente trata de desmantelar el Plan de Energía Limpia, que procura reducir la contaminación de carbono de las centrales de generación eléctrica en todo el país.
Respecto a “la noción de que Estados Unidos podrá regresar a la economía a carbón, no hay evidencia para eso. En segundo lugar, si se van a crear puestos de trabajo, la forma sensible de hacerlo es en un área progresista como la energía renovable”, subrayó.
Los estados y ciudades estadounidenses encabezan la iniciativa de tomar medidas y seguirán haciéndolo para avanzar en la dirección correcta.
Iowa es uno de los principales estados en materia de energía eólica con 35 por ciento de su electricidad generada a partir de esa alternativa.
En Oklahoma, el administrador de la Agencia de Protección Ambiental, Scott Pruitt, dijo que 25 por ciento de la electricidad proviene también de la fuente eólica.
La renuencia de Estados Unidos a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero no solo impacta en los estadounidenses, sino en todo el mundo.
Como el proceso de retirarse del Acuerdo de París lleva tiempo, McCarthy tiene esperanzas de que Washington recapacite.
En noviembre se realizará la 23 Conferencia de las Partes (COP23) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, en la que se analizarán las formas de implementar el Acuerdo de París, suscrito en la capital francesa en diciembre de 2015