La Revolución Verde de la década de 1960 aumentó la disponibilidad per cápita de alimentos en más del 40%, pero a costa de una pérdida de la diversidad alimentaria al centrarse en unos pocos cultivos y con un grave impacto sobre el medio ambiente debido al uso intensivo de productos químicos. Según el director general de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) José Graziano da Silva, la globalización “ha creado una cierta homogeneidad de productos, perdiendo la riqueza de distintas culturas culinarias y de la biodiversidad agrícola”.
Se estima que alrededor de siete mil especies de plantas se han cultivado o consumido como alimento a lo largo de la historia, pero en la actualidad muchas de estas especies están desapareciendo y la gran mayoría de la población basa su dieta calórica en sólo cuatro cultivos: el arroz, el maíz, el trigo y las papas.
“Nuestra dependencia en pocos cultivos tiene consecuencias negativas para los ecosistemas, para la diversidad alimentaria y para nuestra salud. La monotonía alimentaria aumenta el riesgo de deficiencia de micronutrientes… Si perdemos los demás recursos únicos e irremplazables, nos será más difícil adaptarnos al cambio climático y garantizar una alimentación sana y diversificada para todos”, advierte el director de la FAO.
Graziano da Silva afirma que las especies olvidadas e infrautilizadas “desempeñan un papel crucial en la lucha contra el hambre y constituyen un recurso clave para el desarrollo agrícola y rural. Cada región tiene diversos cultivos que no son productos básicos y que se han utilizado en el pasado como alimentos. Un ejemplo es la quinua, de la que se celebra en 2013 su año internacional”.
Felizmente, resalta la FAO, ahora existe una tendencia hacia el cultivo y la comercialización de alimentos tradicionales, hacia la mejora de la infraestructura y los mercados locales, y a ayudar a los más de dos mil millones de agricultores familiares que producen el 70% de los alimentos consumidos en el mundo, todo lo cual es positivo para el medio ambiente y la economía de las zonas rurales, donde el hambre tiene mayor incidencia.
Según el director de la FAO, los pequeños productores, los circuitos de producción y consumo locales y la recuperación de cultivos tradicionales cumplen un papel importante en la reducción del hambre. Es así que, con el fin de sensibilizar a los gobiernos y a la opinión pública sobre la importancia y la contribución de la agricultura familiar a la seguridad alimentaria, Naciones Unidas celebrará en 2014 el Año International de la Agricultura familiar (AIAF 2014).
La población dedicada a la agricultura representa el 70% de la población económicamente activa, y la mayoría se dedica a la producción de autoconsumo, donde sobresale la producción de granos básicos como maíz y arroz. En promedio, las explotaciones familiares tienen un tamaño de 4,1 hectáreas, mientras que las producciones no familiares abarcan en promedio 493 hectáreas.
Este sector es un pilar de la seguridad alimentaria de los países de América Latina y el Caribe (ALC): el 80% de las explotaciones agrícolas de la región son parte de la agricultura familiar, la cual genera alrededor del 70% del empleo agrícola. Solo en los países del Mercado Común del Sur (Mercosur) la agricultura familiar involucra a 20 millones de personas directamente en los predios, y da empleo directo a cerca de 10 millones de personas. En términos de producción también es importante: en Brasil aporta el 38% de la producción agropecuaria, el 30% en Uruguay, el 25% en Chile, el 20% en Paraguay y el 19% en Argentina.
Otro dato relevante es la participación femenina en la producción: de las 10.189 explotaciones agrícolas familiares, el 35% (3.537 explotaciones) es gestionado por mujeres. En ALC el porcentaje de mujeres a cargo de explotaciones agropecuarias ha crecido en los últimos años, aunque sus predios tienden a ser de menor tamaño, de menor calidad, y enfrentan menor acceso a crédito, asistencia técnica y a capacitación, según la primera Nota de Política sobre las Mujeres Rurales de la FAO.
Ante las limitaciones para agregar nuevas tierras a la agricultura, la producción adicional de alimentos en ALC se puede lograr a través del incremento de la productividad del sector, un objetivo en el que la agricultura familiar tiene un papel fundamental, indica un informe presentado ayer en Buenos Aires en el Encuentro de Ministros de Agricultura de las Américas 2013.
A juicio del director general del IICA Víctor M. Villalobos, “la agricultura familiar es la actividad económica con mayor potencial para aumentar la oferta de alimentos de la región, reducir el desempleo y sacar de la pobreza y la desnutrición a la población más vulnerable de las zonas rurales”. Raúl Benítez agrega que para lograr esos cometidos “es indispensable fomentar la innovación y la generación de tecnología, así como promover la inclusión de la agricultura familiar en las cadenas de valor y la retención de los jóvenes en el campo”, indicó Benítez.
La CEPAL, la FAO y el IICA señalan que para tener mayor conexión con el mercado, la agricultura familiar debe adaptar sus métodos de producción a las nuevas exigencias, aprovechando, por ejemplo, el incremento en la cobertura de las telecomunicaciones en las zonas rurales, que permitiría acceder a más y mejor información y mejorar así las capacidades de producción, gestión y negociación.
Oportunidades para los pequeños productores
Los elevados precios de los alimentos son vistos por muchos responsables de la elaboración de políticas como una oportunidad para los pequeños agricultores de producir más y ganar más. Pero la experiencia demuestra que, a menudo, los campesinos no han respondido como se esperaba.
“El elevado nivel de los precios, los riesgos de la producción y la incertidumbre, y el limitado acceso a las herramientas para gestionarlos disuaden la inversión en nuevas tecnologías más productivas que permitan a los pequeños agricultores producir excedentes para la venta en los mercados. También las infraestructuras inadecuadas, los altos costos de almacenamiento y transporte, y mercados no competitivos limitan la producción de excedentes comercializables”, evalúa el director de la División de Comercio y Mercados de la FAO David Hallam.
En por esto que la FAO recomienda adoptar y aplicar políticas diferenciadas para impulsar la producción de los pequeños agricultores, lo que implica un mejor conocimiento de las familias rurales y las limitaciones que enfrentan. “Al igual que los pequeños campesinos son un grupo heterogéneo, los mercados en los que participan también difieren en cuanto a su tamaño, ubicación geográfica, conectividad a otros mercados, relaciones de poder entre los agentes del mercado y el marco institucional”, describe la FAO.