Cuando Lilliana Ramos Collado y Fernando Feliú, catedráticos del Recinto de Río Piedras, propusieron a la Editorial de la Universidad de Puerto Rico (EDUPR) adoptar la creación de la serie “Clásicos no tan clásicos”, traían consigo una ambiciosa agenda crítica: repensar el canon de la narrativa puertorriqueña naturalista con la edición anotada de aquellas obras escritas entre 1880 y 1930 que, teniendo mérito, quedaron a la sombra de La Charca de Manuel Zeno Gandía y abrir, o cuando menos, atizar cuestiones sobre la recepción literaria y las metáforas dominantes acerca de la identidad nacional. No por casualidad, es ésta la obra que, precisamente, cierra el primer ciclo de la serie y reposiciona a la Editorial en la coordenada que le corresponde como casa publicadora académica.
Se trata de un proyecto cien por ciento universitario, no solamente porque sus gestores forman parte de la facultad de la UPR y publican bajo el sello de la Universidad, sino porque su concepto editorial estructura y facilita los esfuerzos que, desde la cátedra, vienen haciendo por las últimas décadas tanto ellos como otros especialistas en literatura puertorriqueña por asignar lecturas que no sean las “consagradas” por la crítica durante la primera mitad del siglo veinte. La exposición a estas obras sorprende, en particular, a los jóvenes que llegan a la universidad con un limitado repertorio de piezas literarias puertorriqueñas en su memoria y con una visión prefabricada y rígida del imaginario cultural.
Desde el punto de vista estrictamente editorial, el proyecto engrana perfectamente con iniciativas anteriores de la EDUPR como laColección Puertorriqueña que, en coedición con el ICP, publicó durante la década de los ochenta varias obras de finales del diecinueve y principios del veinte, entre ellas, Luz y sombra, de Ana Roqué, La Cuarterona de Alejandro Tapia y Rivera y Tuntún de pasa y grifería de Luis Palés Matos, en ediciones prologadas.
En el caso de “Clásicos no tan clásicos”, el enfoque se concentra en la expansión de la nómina de la biblioteca naturalista en ediciones anotadas y cuidadas por Ramos Collado y Feliú y un selecto grupo de editores. Así, han sido divulgadas y estudiadas durante los últimos siete años, obras como Tierra adentro y La gleba, de Ramón Juliá Marín e Inocencia, de Francisco del Valle Atiles (Ed. Fernando Feliú); Estercolero, de José Elías Levis (Ed. Carmen Centeno Añeses);y, dos “no tan clásicos” del propioManuel Zeno Gandía, Garduña(Ed. Lilliana Ramos Collado)yRedentores(Ed. Aníbal González).
La edición crítica de La Charca, a cargo del catedrático Miguel Ángel Náter, es la séptima entrega. Su presentación al público fue llevada a cabo por los doctores Juan Gelpí y Félix Córdova Iturregui en la sede de la Editorial a principios de este mes de mayo. De la edición, destacó Gelpí que “sin duda interesará a un público muy amplio: a los lectores que deseen conocer esta obra fundamental de la novelística puertorriqueña, tanto dentro como fuera de Puerto Rico, y a quienes la estudien en los distintos niveles del sistema educativo escolar o universitario. El rigor con el cual el doctor Náter ha hecho las notas de esta edición ayuda a entender no solo los cambios y las variantes que marcaron el texto en sus distintas ediciones, sino que también revela su agudeza como crítico literario que establece relaciones y diálogos entre esta novela clásica puertorriqueña y obras de igual valor que provienen de otros contextos. Además de la labor cuidadosa que se ha hecho a partir del texto y sus variantes, esta edición crítica incluye un extenso y lúcido estudio de la novela escrito por Náter, así como una bibliografía de y sobre Zeno Gandía que apuntan tanto a la riqueza de la obra del novelista como al esmero y la solvencia intelectual del estudioso e investigador que hoy nos ofrece este muy valioso libro”.
Con la presentación de La Charca, más que cerrarse un ciclo, se corona un periodo de trabajo intelectual que promete generar un diálogo provocador en torno a un cuerpo literario singular, al que hay que volver, no necesariamente para fijarlo, sino más bien para todo lo contrario: para agitar las aguas de la memoria literaria y con ello, aspirar a remover también la imagen que de la sociedad allí reflejada hemos heredado; después de todo, la buena literatura, con el paso del tiempo, dice más del presente que del pasado, y tiene la virtud de cuestionar. No debe extrañarnos, por lo tanto, que los gestores de “Clásicos no tan clásicos” están listos para emprender una segunda etapa en la que se proponen completar la edición crítica de las novelas de Zeno (Póstumo el transmigrado, Póstumo envirginiado y El Negocio) y otras obras, como El secreto de la domadora, de Federico DegetauyCosas, de Matías González García.
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La autora es Directora de la Editorial de la Universidad de Puerto Rico.