Por: Fernando A. Cuevas Quintana
Desde antes de nacer, ya tenemos expectativas y proyecciones de conductas para seguir que no siempre se cuestionan. Algo así como si antes de llegar a un restaurante te tuvieran la comida servida, sin importarle tus gustos, tu presupuesto o lo que deseas. ¿Verdad que hasta este ejemplo simplista suena injusto?
Las expectativas, estereotipos e ideologías, son construcciones sociales que intentan definir las acciones, expresiones y pensamientos de las masas. Comúnmente evitando el espacio para un cuestionamiento crítico que recoja el sentir de las personas inmiscuidas en las decisiones que se pretenden imponer desde espacios con bagajes meramente pasionales y rígidos.
Durante muchos años, diversos grupos han luchado por condiciones de equidad que aborden la realidad de las personas, donde las diferencias dejen de ser motivos de separación o ventaja para algunos y se conviertan en celebración colectiva.
Las terapias de conversión o reparativas son ejemplo de la promoción del odio sin la apertura para un análisis dirigido por la justicia y el bienestar social. Estas terapias han sido repudiadas por la comunidad científica. Ahora queda resistir con la seguridad de que lo único que hay que cambiar son las visiones dirigidas por la insensatez.
Sin duda alguna, la perpetuación de la desvalorización y subordinación responde a la inequidad de derechos, accesibilidad y oportunidad entre las personas. El Estado es responsable de promover la aceptación y no sembrar la división de un país que de entrada lucha por la “reparación” de su gobierno inicuo.
Un análisis crítico y reflexivo desde una perspectiva de derechos es el punto de partida para provocar el entendimiento de la diversidad, sin la necesidad de amenazar con fomentar espacios que generan violencia e intolerancia ante la diferencia.
Los espacios con perspectivas distintas, visiones amplias y realidades particulares, provoca la oportunidad para el crecimiento social siempre y cuando las diferencias se aparten del discrimen y el odio. Esto es pieza fundamental para el futuro y el enriquecimiento intelectual de una sociedad que reconozca el pluralismo como elemento indispensable para el sostenimiento colectivo bajo marcos solidarios.
En fin, la diferencia es la trascendencia de nuestro entorno para el fortalecimiento de las relaciones sociales. Está claro que la diversidad no se repara, se celebra.
El autor es estudiante de maestría en Trabajo Social Clínico, graduado de bachillerato en trabajo social (BSW), menor concentración en Derechos Humanos de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.