Recientemente el presidente estadounidense Barack Obama anunció que asignará fondos a los colegios comunitarios (community colleges) que se encargan de ofrecer carreras cortas en sintonía con la demanda del mercado laboral. Esto como parte de su plan para atender el serio problema de desempleo que atraviesa el País. Esta medida, a juicio del profesor José Jacinto Vivas Escobar, quien visitó la Isla desde Venezuela en el contexto del curso anual de formación del Instituto de Gestión y Liderazgo Universitario (IGLU)- región Caribe, que coordina la Organización Universitaria Interamericana (OUI), es un síntoma de hacia dónde se está movilizando la educación superior en el mundo. “Esta serie de instituciones le están dando la oportunidad a los estudiantes de obtener una formación rápida en menos tiempo, de insertarse en el mercado de trabajo y lograr satisfacer sus necesidades como ente social”, opinó el profesor. Por otro lado, una de las deficiencias que se le ha adjudicado históricamente a estas instituciones tiene que ver con el prestigio y la calidad de la enseñanza que se obtiene a través de ellas. Igual, ocurre con las universidades. Sin embargo, a juicio de Vivas Escobar las acreditaciones y la valoración de un grado dependerán de cómo el egresado se desenvuelva en el campo laboral y no meramente de la entidad. Sobre todo en estos tiempos en los que se puede decir que la educación superior es algo más amplio que la universidad. “Estos institutos están creando un universo de instituciones de educación terciaria, post secundaria en países en vías de desarrollo. Son entidades flexibles, no tienen ese rigor de la academia y pueden responder con mayor rapidez a las exigencias de carácter social que las propias universidades”, aseveró sobre este fenómeno en la educación que surgió a partir de los años 70. Claro que esto no le resta mérito a la formación universitaria tradicional, sino que simplemente abre el abanico a las posibilidades en la educación post secundaria. “Los latinoamericanos trataban en un momento de buscar en la universidad un título ya sea de derecho, de medicina o ingeniería -que eran las facultades clásicas de finales del siglo 19 y sobre todo en el 20- porque ese título les permitiría mejorar su condición social y eso es parte de mejorar su historia cultural. No se trataba tanto de obtener el conocimiento para desarrollar una profesión como ubicarse socialmente en mejores condiciones de las que estaba antes. Ya hoy día eso comienza a ser superado. Todavía el título tiene una calificación de orden social pero es más importante porque les facilita la incursión en el mercado del trabajo”, describió. Estas perspectivas se comparten en Latinoamérica y el mundo. Pues ese mercado laboral al que los egresados de una institución de educación superior buscan insertarse es hoy por hoy un mercado global. Así pues las alianzas son indispensables. “La tendencia, en este momento no se ve con claridad hacia dónde vamos excepto lo que está ocurriendo en la Unión Europea con las universidades que dependen del convenio de Bolonia. Pero en América el esfuerzo que se está haciendo en los distintos países es desarrollar las agencias de evaluación y acreditación que permitan en un momento dado lograr una homologación. El tratado de MERCOSUR es una invitación a la homologación de las carreras de los países miembros; el Pacto Andino también busca una especie de homologación de los títulos de los contenidos programáticos en la medida de lo posible para lograr esa homologación de los países. ¿Cómo hacerlo? Pues hacia eso vamos”, finalizó optimista al hablar del futuro de las universidades en América Latina. Puede acceder al artículo original en: www.universia.pr