Las crisis tienen dos principales efectos: destruyen o rehacen; son una desgracia o una oportunidad. No se resuelven solas y cuando se prolongan demasiado, la balanza inclina los procesos hacia negativos.
La confusión o la inercia en una crisis sostenida, como el abandono de sectores en Yabucoa, contribuyen al deterioro y decrecimiento añadiendo efectos colaterales. Uno de los efectos negativos de la irresolución de la crisis es el aumento exponencial de problemas de salud mental donde la tristeza se convierte en depresión y la inseguridad en desesperanza.
Los huracanes del 2017 empeoraron la crisis económica acrecentando de golpe los índices de desigualdad y pobreza. La subsecuente migración boricua agrava la recaudación de fondos generales pero el gobierno empeora la crisis con sus erradas decisiones.
El sentir popular es que se ha hecho lo mínimo para implantar la ilusión de que se ha hecho mucho. La conclusión pueblerina en directo cuestionamiento a los triunfos informados por el gobierno es que “el País está pegado con chicle” y “la gente sigue muriendo”.
He perdido la cuenta de cuantos millones de dólares han sido donados o prestados a Puerto Rico pero tanto dinero sugiere que un buen administrador hubiera podido arreglar asuntos de prioridad y urgencia en la población. Pero ha ocurrido lo contrario.
El panorama político defrauda y enfurece cuando, en medio de la crisis, el gobierno contrata consultores y personal de altísimos sueldos. La fórmula es inmoral, no transparente e irresponsable: cuando menos dinero tiene el gobierno mas contrataciones costosas hace. Todo se agrava, sobre todo, porque los resultados son insatisfactorios y la población sigue con problemas de vivienda, abastos, salud y servicios básicos.
Nadie espera que una sola persona tenga el conocimiento y las destrezas totales como para resolver los problemas de un país destrozado. Por la misma vara concluimos, no obstante, que si para todo problema hay que contratar costosos consultores y asesores entonces es obvio que el gobierno no estaba preparado para hacer sus funciones o su agenda al poder nunca fue responder al servicio público ni al bienestar colectivo.
El manejo de desastres tiene etapas. El discurso oficialista político partidista plantea que la emergencia ha sido superada, por ejemplo en la electricidad, aunque revierten sus opiniones cada vez que explota alguna “nueva” avería. Sus datos no concuerdan con la experiencia cotidiana del puertorriqueño promedio.
El gobierno ataca la salud mental del pueblo con mensajes contradictorios o falsos, cuando desatiende sus efectos o ignora esta dimensión de la emergencia. Vivimos sobre una bomba de tiempo y la emergencia, lejos de estar resuelta, crece y se infla. Sin salud mental poco puede esperarse en planes de desarrollo.
La emergencia NO ha terminado. Dimensiones desatendidas de la crisis están explotando y si no se interviene pronto los resultados nos marcarán por décadas. Las soluciones no radican en contrataciones jugosas a consultores. No necesitamos más opiniones sino gente que meta mano conociendo nuestra idiosincrasia de pueblo.
Un país en emergencia tiene que ser firme y solidario con la gente necesitada consolidando esfuerzos y utilizando los recursos que tiene. Hace meses que el gobierno central debió crear una Comisión Interdisciplinaria de Salud para la Emergencia Nacional que pudiera elaborar, aplicar y administrar un plan de atención a las emergencias de salud mental en el desastre. Lo mismo debió hacerse para atender otros niveles de necesidad.
El País cuenta con profesionales expertos y bien preparados en las universidades. Tenemos recursos conocedores en las agencias gubernamentales y en las organizaciones de base comunitaria. El País se empodera con el voluntariado organizado. Sin ello, la cantidad de muertos sería fácilmente mayor.
Seguimos en estado de emergencia, por si todavía alguien no lo entiende. Sigue siendo necesario unir y apoyar integradamente los esfuerzos de intervención y ayuda.
Comencemos con un buen gesto de parte del gobierno: cese la contratación de ajenos y oportunistas “asesores” que solo buscan dinero en nuestra desgracia.
Articúlese, además, un organismo central con recursos puertorriqueños para atender la salud mental del pueblo. Tenemos la capacidad y debemos asumir la responsabilidad.
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La autora es profesora universitaria, sicóloga clínica y social-comunitaria.