El reto de esta cineasta puertorriqueña todavía es enorme. A ella no le importa. Es más, se lo goza, estas cosas son las que le ponen la sangre a correr más que Usain Bolt. La afrenta ha sido gigante, pero su compromiso es aún mayor.
Es que, sin duda alguna, documentar para el cine una profesión tan antigua como la prostitución, mas cuando es desde el punto de vista de la comunidad transexual en un país con una consabida historia de violencia social, no es cáscara de coco en un soleado día de playa.
Con esto en mente, trasladémonos a Bogotá, Colombia, barrio de Santa Fe, año 2005. Allí estaba la documentalista puertorriqueña Carmen Oquendo Villar. Llegó con una formación en mediación de conflictos de la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard, con estudios en cine en Harvard y la Universidad de Nueva York (NYU), y con una maestría en literatura comparada del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.
La faena inicial, antes de pensar en darle forma a lo que perfila ser uno de los documentales de corte social más importantes de los últimos años en Latinoamérica, era difícil y pico.
Había sido invitada a impartir unos talleres a la policía y las fuerzas armadas de Colombia sobre prevención de violencia contra la población transgénero, que fue documentado en una edición especial sobre la violencia del Harvard Review of Latin America. En esta Centroamérica aún llena de tabúes y prejuicios, la complejidad de su encomienda pudiese compararse con darle liga a Kazparov en ajedrez o completar una expedición al Everest.
“Mi entrenamiento como cineasta y como humanista, me ha permitido abordar la experiencia de las personas transgénero desde un ángulo particular, pero las situaciones que encontré fueron mucho más complejas que mis ideas preconcebidas de la policía y de la misma comunidad ‘trans’”, dijo a Diálogo la editora, durante una entrevista más frondosa que un flamboyán en verano.
Fue allí donde conoció a una de las protagonistas de la pieza, la transgénero Diana Navarro Sanjuán, férrea activista de los derechos trans y autodenominada “lideresa” de las trabajadoras trans bogotanas. Su relación con Colombia y su comunidad LGBT floreció de inmediato.
“Desde el 2005 estoy documentando la comunidad trans de origen latino y/o latinoamericano. Comencé a documentar esta población por un gran amigo, Wilfred Labiosa, activista LGBT, puertorriqueño residente entonces en Boston. Cuando supo que me dedicaría al cine, Wilfred me subrayó la urgencia de documentar la comunidad trans latina, hasta ese momento prácticamente invisible. Y ya llevo una década documentándola. Mis piezas son casi todas documentales, aunque ahora estoy incursionando en el mundo transmedia”, explicó.
En reconocimiento a su trayectoria cinematográfica, Oquendo Villar se convirtió en la primera cineasta de Puerto Rico en recibir una beca Guggenheim, en 2010. En 2013, recibió la beca Robert Giard para comenzar Diana de Santa Fe, de las manos del mismísimo Tony Kushner, libretista de la obra teatral Angels in America (1993), que en 2003 fue adaptada a la pantalla grande.
Volvamos por un momento al 2010, cuando ganó la Guggenheim. En ese año, el Ministerio del Interior de Colombia, bajo una gestión fomentada por su Sección de Derechos Humanos, Minorías y Pueblos Rom, que incluye gitanos que llegaron desde España en tiempos coloniales, invitó a Oquendo Villar, a instancias de la comunidad trans de Colombia, a mediar un diálogo entre dicha comunidad y el gobierno.
El resto de la historia la contamos en esta profunda conversación que Diálogo sostuvo con una de las figuras más relevantes del documentalismo puertorriqueño y latinoamericano actual.
Diálogo: Hola Carmen. Hablemos de Diana de Santa Fe. ¿Cómo surge el proyecto? ¿Quiénes lo componen? ¿De qué trata?
Carmen Oquendo Villar (COV): Mi misión como cineasta ha sido humanizar los rostros diversos de las personas trans en América Latina.
En Harvard realicé mi primer documental Boquita, sobre una transexual dominicana en Boston. Utilicé el género documental porque reconocí su potencial para explorar los rostros de las personas. Retrato rostros únicos que representan la esencia esquiva y precisa de la vida de alguien, o un pequeño emotivo detalle de esta. Así fue como surgieron mis documentales Boquita, Mizery, La aguja, Camil y Diana de Santa Fe.
Durante el taller del 2005, conocí a Diana Navarro, “lideresa” de las trabajadoras sexuales trans en Santa Fe, Bogotá, y desde entonces hemos estado colaborando. Mi trabajo en Colombia hizo que Diana me invitara a usar mis documentales para estimular el diálogo entre sus compañeras para poder prevenir actos de violencia de parte de la policía.
Más adelante, obtuve el gran privilegio de ser invitada a filmar en el barrio de Diana: Santa Fe. Durante mi visita al barrio, Diana me ayudó a entender la lógica del lugar y los personajes de sus calles, así como sus historias, dramas e interacciones sociales. Buscar la humanidad y sus conflictos dentro de un barrio tan singular es mi misión en este documental; explora las distintas formas en que se expresa la humanidad de los seres que habitamos Nuestra América, como la llamara José Martí.
El desarrollo orgánico de estos proyectos indica por qué es importante contar estas historias. Mi práctica artística no solamente ha alterado la manera en que veo/entiendo estas comunidades, sino que me ha transformado profundamente como ser humano. Encontrar el rostro humano detrás de cualquier apariencia es lo que ha prevalecido entre mis inquietudes como cineasta, académica y ser humano.
En Diana de Santa Fe, Diana pasa de ser una prostituta sin hogar a intervenir en los asuntos de Santa Fe, antiguo barrio adinerado de Bogotá. Caminando los callejones oscuros que se esconden detrás de las brillantes luces de neón del centro de Bogotá, esta líder transgenerista se convierte en agente catalizador de un singular experimento social llamado la “Zona Especial de Servicios de Alto Impacto” (ZESAI).
Con la creación de la zona se pretendía convertir la prostitución en una profesión y promover la integración social mediante la legalización del trabajo sexual, no en las afueras, sino dentro de un barrio residencial del centro de la capital. No obstante, la ZESAI, que Diana reclama como creación suya, genera controversia entre los residentes de este antiguo barrio de judíos pudientes.
La zona se transforma, no solo en un lugar donde los derechos de las trabajadoras sexuales son reconocidos, sino también en un punto migratorio para refugiados empobrecidos, exparamilitares y exguerrilleros de todos los rincones de Colombia. La supervivencia aquí depende a menudo del trabajo sexual, legalizado en la zona, y otras actividades ilegales, pero toleradas, como el tráfico de armas, de drogas e, incluso, de personas.
A pesar del imprevisto incremento en criminalidad que convirtió al vecindario en un barrio infame, Diana defiende con uñas su creación, más aún cuando los residentes enfrentan una amenaza inminente. Los vecinos reaccionan a rumores de que el barrio pudiera cambiar radicalmente y la ZESAI reubicada a otra localidad menos céntrica de la ciudad.
Atrapada entre agendas políticas, económicas y sociales incompatibles, Diana permanece alerta, protegiendo la zona por la cual tanto ha luchado. Su compleja historia, singular pero representativa de otros grupos inmigrantes en Bogotá, es simultáneamente dolorosa e inspiradora.
Diálogo: Explícanos, por favor, cómo va el asunto en Colombia con respecto a las zonas o áreas designadas para la prostitución, y por ende, para la prostitución trans.
COV: La Constitución de Colombia tiene un recurso legal llamado acción de tutela. Se trata de un mecanismo que busca proteger los derechos constitucionales de los individuos. Mediante una tutela, un ciudadano que se oponía a la prostitución, interpeló al gobierno para que atendiera el asunto.
Contrario a las expectativas de ese ciudadano, el fallo de la acción de tutela fue reglamentar, y no eliminar, la prostitución. Es Antanas Mockus Sivickas, quien en ese momento se inauguraba como Alcalde Mayor de Bogotá, a quien le toca implementar el fallo de tutela y referenciar geográficamente la Zona Especial de Servicios de Alto Impacto dentro del barrio Santa Fe.
Lo que saco en mi documental es un experimento social por varias razones. La ZESAI no sólo despenaliza la prostitución y provee algún tipo de protección a las personas que la ejercen, sino que ubica la zona dentro de un barrio residencial, lo cual convierte a la ZESAI en un experimento de integración social.
Como documentalista tengo la gran suerte de tener acceso directo y cercano a las dos personas autoras de este experimento: Antanas Mockus, colega de Harvard cuando ambos coincidimos por un año en dicha institución y Diana Navarro Sanjuán, con quien llevo colaborando hace una década. Entonces es una posición ideal para contar la historia teniendo en cuenta estas dos perspectivas.
A pesar de que el ejercicio de la prostitución no está penalizado en las áreas designadas, todavía existe estigma hacia quienes la ejercen. Dentro del barrio hay segmentos de la población que resienten la prostitución y el cambio demográfico y socioeconómico que ha tenido el barrio.
La actual Alcaldía Mayor de Bogotá, junto a otras entidades, está en un proceso de “recuperar” el centro. El mes pasado realizó una intervención en el Bronx, un sector aledaño a Santa Fe. Todas estas intervenciones tienen un efecto dominó. Cuando se intervino El Cartucho, muchos se desplazaron al Bronx. Ahora que intervinieron al Bronx, se han comenzado a asentar en el Santa Fe.
En este sentido, a pesar de que el barrio Santa Fe todavía no ha sido intervenido directamente por la administración, estos procesos de gentrificación ya están afectando al barrio Santa Fe. De hecho, la revisión del POT (Plan de Ordenamiento Territorial) está programada para el 2017, lo cual podría incluso cambiar la designación de la ZESAI en el Santa Fe y devolverlo a ser un barrio residencial.
El documental Diana de Santa Fe explora este fascinante barrio bogotano y el papel que desempeña Diana dentro del mismo. Si Diana (en tanto mujer trans negra en ejercicio de prostitución y en ocasiones deambulante sin hogar) siguiera las probabilidades y las estadísticas, probablemente ya habría muerto o se encontrase en una extrema situación de vulnerabilidad ante las fuerzas violentas de la ciudad.
Pero Diana reta las probabilidades y las estadísticas.
Contra toda expectativa social, Diana se ha moldeado a sí misma hasta convertirse en la encarnación misma del empoderamiento y la resistencia. Siempre recuerda las palabras de su abuela quien le decía: “A ti no te hace el sitio. Tú haces el lugar”. De ahí el título: Diana de Santa Fe.
Diana no sólo se autoproclama prostituta, profesión que comenzó a ejercer desde los 14 años, sino que llega a argumentar que la prostitución la humanizó, le permitió ser quien es hoy. Reconoce que una de las oportunidades más valiosas que le ha brindado su profesión es la oportunidad de estudiar derecho, carrera que no llegó a terminar por una amenaza de muerte que recibió dentro del contexto de un proceso de limpieza social en la década de los 90.
Aún sin el título en mano, Diana conoce la ley al dedillo y actúa desde ella. Es la herramienta de preferencia de esta gran amazona que maneja el idioma con carismáticos dones de oratoria. Rompiendo los estereotipos que se podría tener de una persona como ella, lo mismo conversa con compañeras trans del barrio en ejercicio de prostitución como con ministros y gobernantes.
De hecho, Diana piensa que el mayor valor que tiene el documental Diana de Santa Fe no es mostrar su vida, su barrio, ni siquiera Colombia. Para Diana el valor de Diana de Santa Fe es que la comunidad internacional podrá reconocer a las mujeres en ejercicio de la prostitución como sujetos válidos y no meramente como víctimas a ser rescatadas y redimidas caritativamente. Pienso, de hecho, que este es uno de los grandes retos de financiar un proyecto de este tipo.
Me he dado cuenta de que las personas y las organizaciones están más inclinadas a apoyar proyectos vistos como redentores que proyectos que ponen de relieve a personas que rehúsan ubicarse en el papel de las víctimas y asumen su poder.
Ha sido extremadamente difícil obtener fondos para financiar esta película sobre una persona que mira a su interlocutor, quien quiera que sea, fijamente a los ojos. Desde su corrección y estatura, en guiño de desafío, con voz gruesa y segura de sí misma dice, retadora: soy “negra, marica y puta”. Solo le faltaría añadir: “¿Algún problema?”.
Diálogo: ¿Dónde encaja este proyecto en el cine de la Latinoamérica actual, en especial en el documentalismo?
COV: Diana de Santa Fe tiene muchos referentes Iberoamericanos, entre ellos En construcción, del catalán José Luis Guerín, Infierno o Paraíso, del colombiano German Piffano, por mencionar solo algunos. Soy una amante del cine latinoamericano en general, pero no sé a cuál tradición latinoamericana pertenecería. Admiro a Patricio Guzmán y a Luis Ospina, por ejemplo, pero mis trabajos son diametralmente opuestos a sus procesos como cineastas.
Según Patricio, chileno que vive hace décadas en Francia y se nutre de la tradición cinematográfica europea, el documental latinoamericano carece de voz propia. Guzmán insiste en que los cineastas latinoamericanos deben narrar sus películas y asumir su voz.
Diálogo: Para completar la edición y la postproducción del documental, Oquendo Villar ha recurrido al formato de ‘crowdfunding’, mediante una página de Indie Go Go. El proyecto puede alcanzarse pulsando aquí.
Estamos ahora precisamente en la etapa de postproducción, etapa para la cual estamos solicitando fondos y la contribución de los ciudadanos y espectadores. Le pedimos a los amantes del cine, a los creyentes en los derechos humanos, a los defensores de la diversidad, a los impulsores de procesos de paz y convivencia social que nos apoyen monetariamente.
Queremos que Diana de Santa Fe cuente la mejor historia posible, dentro de sus posibilidades. Para ello necesitamos un editor/montajista que también sea un gran storyteller. Por tanto, estamos realizando este crowdfunding para conseguir los fondos para contratar al mejor profesional posible para el montaje/edición, y para completar el resto de la postproducción. Diana de Santa Fe necesita una persona que no sólo domine lo técnico, sino que tenga expertise narrativo para montar conmigo la peliculaza que Diana de Santa Fe será.