Por: Gloria Nazario Pietri
Nota de la editora: Reproducimos a continuación el mensaje de la profesora Nazario con motivo de la edición 35 del Foro Anual de Investigación y Educación del Recinto de Ciencias Médicas, de la Universidad de Puerto Rico, en el que se rindió homenaje a 28 investigadores en las categorías de ciencias aplicadas, ciencias básicas, reporte de caso, clínica traslacional, proyectos educativos, epidemiología y análisis de política de salud.
Buenas tardes. Me dirijo a ustedes en representación de los miembros del Comité Organizativo del Foro Anual de Investigación y Educación del Recinto de Ciencias Médicas y de su presidente, el doctor Ramón González, para hablarles del premio Justicia en Salud y del proyecto al que se le otorga esta importante distinción.
El premio Justicia en Salud surgió de los procesos organizativos del Foro al abordar el tema de este año: La ética en los encuentros de la salud: ¿Y qué de la justicia? Esta pregunta, ¿Y qué de la justicia?, fue guía para el desarrollo de un panel de discusión, que por vez primera abre las actividades del foro de investigación del Recinto. La pregunta resonó en nuestra imaginación hasta que en un momento de alta creatividad y camaradería concebimos el premio. La justicia es un elemento que no siempre abordamos en nuestro quehacer como salubristas e investigadores, así que cuando aparecía manifiesta en los resúmenes sometidos al foro, llamaba nuestra atención. Entonces, ¿por qué no reconocer estos proyectos? El premio tiene importancia pues el Recinto de Ciencias Médicas está comprometido con formar profesionales que atiendan el problema de las desigualdades en la salud.
Invitamos a competir por este premio a seis proyectos que de diversas maneras buscaban atender las manifestaciones o las causas de estas desigualdades. Estas desigualdades resultan ser encontronazos entre las personas y comunidades vulnerables y los profesionales y sistemas de salud que no les proveen lo que esperan o a lo que tienen derecho, y que los discriminan o estigmatizan por motivo de clase social, raza, género, etnicidad, nacionalidad, y preferencias sexuales, entre otros. Pero con el galardón buscamos, no sólo describir estas desigualdades o disparidades, como solemos llamarlas. Buscamos algo más: ¿cuáles son las dinámicas sociales que causan y sostienen la mala salud de las personas explotadas u oprimidas en nuestra sociedad? ¿Las vamos a abordar? ¿Cómo lo vamos a hacer?
El premio Justicia en Salud reconoce el compromiso de los investigadores e investigadoras que en sus proyectos proponen transformar las dinámicas culturales, económicas o políticas que causan y sostienen las desigualdades en salud. Esto último, esto de transformar, constituye el criterio más valioso del Premio Justicia en Salud, pues como plantea el geógrafo David Harvey:
“Después de todo somos universitarios, trabajando con los instrumentos del comercio académico. Nuestra labor consiste, por lo tanto, en movilizar nuestra capacidad de pensar para formular conceptos y categorías, teorías y argumentos, que podamos aplicar en el proceso de hacer un cambio social humanizador. Estos conceptos y categorías no pueden ser formulados en abstracto. Deben ser forjados de un modo realista con respecto a los acontecimientos y acciones tal como se desarrollan a nuestro alrededor”.
El premio Justicia en Salud 2015 ha sido otorgado al proyecto de investigación Lecciones obtenidas sobre enfermedades infecciosas, crónicas y problemas de salud mental en El Salvador: Exportando conceptos y medidas sobre la salud a escenarios internacionales. Este proyecto tuvo sus orígenes en el trabajo voluntario de un grupo de amistades, estudiantes, exalumnos y profesores investigadores de diferentes países, que coincidieron en el 2006 en una convención de organizaciones religiosas en Chicago.
Allí ofrecieron un taller de capacitación a líderes de las iglesias participantes y descubrieron que las buenas intenciones en los abordajes a los problemas de la salud de las comunidades a las que sirven estaban limitadas por una visión estigmatizada de grupos diversos en la comunidad y por acercamientos paternalistas hacia las personas. Luego de esta experiencia, el grupo de voluntarios comenzó a desarrollar actividades continuas en varias ciudades de Estados Unidos y en Puerto Rico. Desde el inicio, se preocuparon por cerrar ese espacio que se abre muchas veces entre los profesionales de la salud y las realidades y formas de vidas de las personas en su contexto social y cultural. ¿Cómo se puede ayudar efectivamente a una persona que no tiene hogar si le vemos como un deambulante o un vagabundo? Hay implicaciones en la práctica, cuando se mira a las personas de estas maneras.
A través de estas experiencias, estos profesionales de la salud comenzaron a establecer alianzas para obtener recursos humanos y materiales, capacidad organizativa y poder para convocar a los miembros de las comunidades que visitaban. La intervención en El Salvador, llevada a cabo en 2014, se organizó bajo el liderato del epidemiólogo y profesor Víctor Emanuel Reyes Ortiz y la participación de un equipo de cinco profesionales de salud pública de Puerto Rico.
En colaboración con colegas de California y Nueva York y en alianza conorganizaciones comunitarias de base de fe y el Departamento de Salud de El Salvador, desarrollaron e implementaron un proyecto de educación para la salud y promoción de la salud con médicos, dentistas, citotecnólogos, técnicos médicos y farmaceúticos. Los voluntarios de Puerto Rico que componen al grupo premiado incluyen al profesor Reyes, a la educadora en salud Jessenia D. Zayas Ríos, a la evaluadora de servicios de salud y enfermera, Darleen González Cortés, y a la médica Yenny Bárcenas. También se destacó como parte del equipo de investigación la Asamblea de Iglesias Cristianas, representada por su vicepresidente, el reverendo Quike Alejandro.
San Vicente es la comunidad en El Salvador de dónde surge el proyecto de investigación. Es una comunidad rural pobre, habitada mayormente por agricultores. No cuenta con un dispensario de salud cercano. El equipo de trabajo viajaba dos horas para llegar a San Vicente, dónde atendían a aproximadamente 800 personas desde las 7:00 de la mañana hasta las 8:00 de la noche. Hacían pruebas de cernimiento, brindaban talleres educativos y hacían intervenciones clínicas para atender personas con problemas de alcoholismo, diabetes, infecciones de orina, casos extremos de daño al riñón, a la vejiga y a los oídos, enfermedades de las encías y bajo peso por desnutrición, entre otras. Algunos de estos padecimientos eran el resultado de contaminación por pesticidas y una alimentación deficiente.
El equipo interdisciplinario hizo evaluaciones con instrumentos que comúnmente se utilizan para cernir las necesidades de salud presentadas por los residentes de San Vicente. Estas medidas cuantitativas por lo general se distinguen por la importancia de su psicometría. Ejemplos son el CAGE, para medir riesgo a problemas de dependencia al alcohol y el SESDI, para medir sintomatología depresiva. Pero algo sucedía con las pruebas. Cuando los salubristas regresaban a su hospedería y comenzaban a entrar la información en la computadora, los datos no coincidían con lo que veían y escuchaban en la comunidad. Parecía que se excluía o pasaba por alto la manera como las personas interpretaban y explicaban la salud y la enfermedad. Por ejemplo, los encuestados a pesar de reportar valores bajos en escalas utilizadas para medir depresión, habían mostrado signos de ella. Al indagar en sus historias y filosofía de vida mostraban sentimientos encontrados en referencia a sentirse triste porque “es deber de una persona sentirse siempre alegre”. De igual forma, a pesar de vivir eventos de alta violencia con la amenaza de incursiones de grupos armados relacionados al trasiego de drogas, los residentes de San Vicente lo subestimaban por entender que esto es normal en su entorno.
Los homenajeados terminaron su trabajo en San Vicente y antes de regresar a Puerto Rico, estando en Nueva Orleans en la Convención anual de la American Public Health Association, llevaron a cabo una reflexión profunda en la que cuestionaron las visiones de los sistemas cerrados e insensibles aprendidos en la academia. Al contextualizar los instrumentos analíticos, incorporando la manera de entender la realidad de los miembros de la comunidad, este equipo de profesionales de la Salud Pública, hicieron más robustas sus evaluaciones. Comprendieron que desde su propia sensibilidad y ética, los profesionales de la salud deben formarse y modificarse desde las comunidades, incorporando las interpretaciones de sus miembros.
El afán desmedido y dependencia del método cuantitativo sustrae de los estudios todo aquello que no responde a la lógica empírica, brindándole así un carácter universal a la ciencia producida. Este empirismo contra el cual se resistieron los colegas se caracteriza por su defensa del racionalismo, el objetivismo y la neutralidad. Plantean Avilés y File que al obviar el aspecto social de la investigación se crea una distancia entre la teoría y la práctica y se eliminan las posibilidades de transformar la realidad por medio de acción social.
Esta transformación requiere del elemento interpretativo de la hermenéutica, que no es otra cosa que darle paso a la pluralidad de puntos de vista o a formas de conocimiento que Foucault llama “subyugadas”. Añaden los filósofos Vattimo y Zabala que las interpretaciones son necesarias en las sociedades pluralistas actuales en las que los logros no se medirán en relación a la verdad (de las pruebas psicométricas) sino en relación a los otros (los residentes de San Vicente). La realidad existe y la existencia objetiva del mundo también, pero nuestra relación con el mundo y con otros siempre es mediada, nunca directa o completamente transparente. En esta forma hermenéutica de hacer ciencias aplica entonces el la tesis de Nietzsche de que “No hay hechos, sólo interpretaciones”. No es asunto de destapar verdades, sino de crear conocimiento nuevo. Y esto es precisamente lo que buscan los autores del proyecto reconocido con Premio Justicia en Salud.
Me ha dicho el profesor Reyes que hay una ironía en toda esta experiencia en San Vicente. “Hemos ganado un premio por publicar un fracaso.” Otra manera de plantearlo, profesor, es que han ganado por no publicar una mentira. Enhorabuena.
La autora es profesora y copresidenta del Comité Organizador del Foro de Investigación y Educación del Recinto de Ciencias Médicas de la UPR.