El negocio del narcotráfico y las drogas es inconmensurable. Es decir, que se vuelve un fenómeno cada vez más complejo, además con facultad cuantitativa. Supone que la cantidad de unidades y de interacciones entre unidades de un sistema es cada vez mayor. El narcotráfico, es el negocio más lucrativo del mundo. El consumo de drogas y el fenómeno adictivo se expande, se intensifica y se dificulta cada vez más.
Esta complicación requiere de nosotros una labor deconstructiva permanentemente abierta pues hay, como dice Edgar Morín, incertidumbre empírica debido a que se trata de un objeto de estudio en constante movimiento y hay indecidibilidad (que no se puede decir o que no se puede decidir) teórica, pues nuestros esquemas de comprensión colapsan si no estamos en disposición de renovarlos. Como en el caso de esas muñecas rusas que, cuando una las abre se encuentra con otras, se trata aquí de un tema dentro de otro tema y también de mutaciones. Una puesta al día de esta serie de reconocimientos requiere mirar cómo el narcotráfico se constituye en un dispositivo de soporte de las economías legales en el contexto de la crisis económica global. Como ha sido señalado recurrentemente, el dinero procedente del tráfico de drogas ha sido usado para mantener bancos a flote en la crisis financiera mundial.
Esta imbricación financiera entre sectores legales e ilegales del capital ha sido extensamente denunciada. Por ejemplo, la Oficina Contra la Droga y el Delito de Naciones Unidas, ha hallado evidencia de que préstamos interbancarios son financiados por dinero que se origina del comercio de drogas y de otras actividades ilegales. La interconexión de las empresas ilegales en redes internacionales, su introducción a la economía formal y las maneras en que el narcotráfico potencia las economías de los países (avanzados o subdesarrollados) son asuntos que fuerzan a reconocer que son muy pocos los sectores que puedan estar interesados en eliminar el negocio más lucrativo del mundo.
Este cuadro complejo de asuntos propicia todo tipo de prácticas extremadamente contradictorias. Por ejemplo, habría que ponderar el desdoblamiento de una gestión estatal y de gobierno que, por un lado se ancla en el discurso de guerra contra las drogas y, por otro, en prácticas que, cual agente encubierto, se colocan en franca complicidad con aquello que dice perseguir. Este es otro de los saldos engorrosos de las drogas como problemática. La globalización ha internacionalizado el narcotráfico poniendo en contacto a todas las mafias y organizaciones criminales de todo el mundo.
Como en esa escena de la película Munich cuando, por equivocación, una casa fue asignada a una diversidad de mercenarios los cuales, al enfrentarse, proceden a identificarse mencionando su organización de pertenencia: los mercenarios contratados por el gobierno de Israel, la Eta, la mafia italiana, etc. A otro nivel, la lógica binaria que dividió inicialmente el mundo en países productores versus países consumidores de la droga va adquiriendo una opacidad creciente frente al hecho de que la interconexión de redes ilegales por un lado, y las políticas ternacionales de guerra contra las drogas, por otro, van propiciando un movimiento de prácticas y de transacciones que desbordan este nítido deslinde al tiempo que propician que las fronteras adquieran nuevos sentidos. ¿Cómo seguir librando una guerra desterritorializada desde políticas territoriales? El enmarañado mundo del narcotráfico como negocio desborda las posibilidades de control tanto del aparato policial, como de la gestión local, el negocio del narcotráfico se mantiene y se agudiza con todo y discurso de guerra contra las drogas, y sus costos sociales incluyen la exacerbación de las políticas discriminatorias contra los sectores de mayor vulnerabilidad social.
La guerra contra el narcotráfico es, literalmente, un conflicto armado, que ha diezmado la población de jóvenes y adultos, varones en su mayoría, entre las edades de 14 a 25 años y las cárceles del mundo están llenas de personas convictas por delitos vinculados al narcotráfico pero casi siempre pertenecientes a los eslabones más vulnerables de la cadena del negocio. Si el fracaso de la política prohibicionista y represiva en la materia de las drogas no ha sido suficiente como reconocimiento en la dirección de la urgencia de ensayar alguna alternativa de medicación de las drogas, el nivel creciente de intangibilidad e inmanejabilidad de este fenómeno debería serlo.
Se vuelve impalpable, provocada por la dimensión globalizada del negocio, por el aumento en el uso de la tecnología, una dispersión y una atomización cada vez mayor de sus redes humanas y la propia volatilidad del narcotráfico y del consumo, desborda las posibilidades de su control al tiempo que la gente sigue muriendo en proporciones extremas. Hay descentralización de las redes, transacciones cada vez más intrincadas, procesos de lavado de dinero altamente sofisticados, policonsumo de drogas, y todo, product de un fenómeno que corre en todas las direcciones, cambiando frecuencias e intensidad.
Este carácter complejo y global del narcotráfico debe hacernos reconocer que es muy poco lo hacernos reconocer que es muy poco lo que podemos hacer a nivel local si esto no va acompañado de transformaciones significativas a nivel global. Por ejemplo, puede ser que, desde la óptica de poder y de riqueza del negocio más rentable del mundo, las ejecuciones en las calles, los asesinatos, representados mediáticamente como la expresión más exacerbada del problema de las drogas, resulte ser para el negocio mismo su minucia, daños colaterales de una “guerra” ya ganada por ellos, y no entre los barrios pobres, sino al nivel de los grandes capitales. Es aquí donde el narcotráfico se revela como un problema de política pública.
La autora es Catedrática del Departamento de Sociología del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.