Con el tiempo he aprendido que eso que los eruditos y académicos llaman conocimiento es, sin lugar a dudas, un arma silente que muta diariamente ante nuestros sentidos.
Más, juzgando la facilidad con que al roce discreto de un teclado encontramos una multiplicidad de informaciones que brusca, mejor, excesivamente nos va "amueblando la azotea" como parte de las nuevas tecnologías en la era informática.
Pero, como en la mayoría de los casos, para toda creación hace falta un mediador. ¿Qué es del conocimiento sin aquellos que lo hacen emerger? O mejor, ¿qué es de este conocimiento sin aquellos que lo quieran compartir? Es ahí donde se ubica complaciente la polémica del saber. La información corre desenfrenada, para algunos. Para otros, en cambio, aprender es un proceso pausado que requiere de estrategias precisas y de mucha dedicación.
Al cierre de la semana pasada, se llevó a cabo en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, el Festival La Magia del Libro y la Lectura, que intentaba complacer las exigencias de los más curiosos ante lo desconocido: los niños.
Esta, llamada por algunos, fiesta de las letras, no sólo sirvió de escenario para la entrega de conocimiento a un sector que apenas comienza a decorar esa azotea, sino que elevó a la reflexión la multiplicidad de receptores que existe en esta generación. Además, trajo a colación la necesidad que amerita en la Isla de más y más y más mediadores entre la información y estos pequeños.
La Universidad es un pilar en la gestión y creación de nuevos conocimientos. A la vez, es responsable de gestionar las vías para que éste llegue a las comunidades que la rodea; que trascienda los muros de sus once recintos y se coloque en las mentes del colectivo. A ellos también les pertenece.
En este sentido, La Magia del Libro se coloca como un intento de expansión del enlace -corto y quebrantado- Universidad/ciudad. Y pulsa una necesaria introspección de lo que en teoría es ser universitario. Y es que, no sólo somos universitarios para aprender, sino universitarios para enseñar. Es nuestra tarea.
Foto Ricardo Alcaraz