Julián Burgos tiene más de 90 años y se acuesta todas las noches sin tener con quien hablar. Vive solo en una casita en Río Piedras, pues hace cinco años murió su esposa y desde entonces ha estado viudo. Para lidiar con su soledad él va a la Plaza del Mercado de Río Piedras, donde se encuentra con un grupo de personas con las que tiene una cita permanente. Casi nunca faltan, ya que, como muchos en Puerto Rico, estas personas se reúnen en las plazas públicas para jugar dominó, como un antídoto a su soledad y aburrimiento.
Todos los días, de lunes a sábado, Julián se despierta temprano para llegar a la plaza a eso de las 8:30 de la mañana. Allí se toma un café y puede que desayune algo antes de empezar su jornada de casi 10 partidas de dominó cuyas duraciones rondan por los 50 minutos cada una. Hace una pausa para almorzar en alguna de las cafeterías de la plaza del mercado y luego continúa jugando hasta las 4:30 de la tarde. A la plaza solo falta cuando está enfermo y trata de no estar ausente por más de dos días seguidos. Así ha sido la rutina en la vida de Julián por muchos años. Para ser exactos, 42 años.
Como es de esperarse, entre los jugadores que se dan cita en esta plaza riopedrense están los que nunca pierden, los que adivinan las fichas, los que miran, pero no juegan, y los que se agitan y pelean. Julián, por su parte, es de los tranquilos. Él juega sereno, calladito, concentrado y ganando siempre. Él es de los mejores allí. En eso hubo consenso cuando se les preguntó a los demás jugadores. No es de extrañarse, pues él tiene una vasta experiencia con este juego de 28 fichas.
Antes de que Julián empezara a frecuentar la plaza de Río Piedras, jugaba con sus compañeros de trabajo del Centro Judicial de San Juan, donde se desempeñó como jefe de alguacil por un periodo de 30 años. Comentó que jugaba casi todos los días en una placita que había frente al Centro Judicial. Sin embargo, contó que empezó a relacionarse con el dominó desde mucho antes; desde que tenía 8 años.
En aquél entonces, siendo niño, lo hacía por diversión. Hoy lo hace como una terapia. Para Julián el dominó es una fuente de felicidad que además le ayuda a sobrellevar el vacío que le ha dejado la muerte de su esposa.
Junto a Julián hay aproximadamente otras 30 personas de la tercera edad, que también acuden a ese lugar para llenar sus vacíos. Llevan tanto tiempo compartiendo, que hoy ya no se llaman amigos, sino hermanos. Por eso una mañana las mesas de la plaza estaban vacías. Se había muerto César, uno de los jugadores. Ese día nadie movió las fichas del dominó. En cambio, el grupo decidió visitar a César en su tumba para despedirlo y recordar sus jugadas más memorables.
“Nosotros somos como hermanos. Esto es como una fraternidad”, así se expresó Carlos Figueroa, de 73 años, otro de los jugadores que frecuenta la plaza del mercado de Río Piedras. Contó que pertenece a la generación de jugadores que más tiempo lleva en esa plaza. Tiene aproximadamente 40 años yendo a jugar de lunes a sábado. Los días que se enferma también va y juega como de costumbre, desde las 10 de la mañana hasta las 3 de la tarde.
Una parte de su familia vive en Aguada y la otra reside fuera de Puerto Rico. Casi nunca lo visitan. Tal parece que su única familia es aquella con la que él baraja el dominó.
¿Por qué vienes todos los días?
“Porque no tengo na’ que hacer y yo vivo solo. Aquí tú vienes, te tomas tu café, juegas la lotería, juegas tus caballos, almuerzas… es como una fraternidad”, contestó.
Carlos Figueroa, pertenece al grupo de jugadores de Río Piedras desde hace más de 40 años. (David Pérez/Diálogo)
Carlos se siente muy feliz de ser parte de ese grupo de jugadores. Mientras conversába con Diálogo no hacía otra cosa que recordar sus vivencias con el grupo y, mientras rememoraba, miraba hacia donde estaban los jugadores y sonreía contento. Recordó cuando antes del 2000 jugaban frente al cuartel de Río Piedras y se bebían algunas cervezas. Contrario a donde se reúnen ahora, aquellos días jugaban al aire libre, y como él dijo, “cuando empezaba a llover, a juyir se ha dicho”.
Antes de jugar en Río Piedras, Carlos frecuentaba los clubes de dominó que había en Carolina. Al igual que Julián, practica el dominó desde que era un niño, y desde entonces ha sido un amante de este juego. Incluso, tiene un set lujoso de dominó en su casa. Esa es su reliquia y como gesto de pleitesía la mantiene guardadita y no la usa para que las fichas, hechas de hueso, no se guayen.
Su afición por este juego se vio interrumpida cuando sirvió en la guerra de Vietnam. Él se moría por jugar, pero para su infortunio los soldados estadounidenses no conocían el dominó, sino las barajas. Cuando regresó de Vietnam estaba contento porque, entre muchas cosas, volvería a jugar dominó.
Los jugadores de la plaza del mercado de Río Piedras se quieren y se llevan muy bien. Pero esto no quita que se formen peleas.
“El prieto… chacho, ese es más tramposo que no sé qué. Se encoj.. cuando no le bajan las fichas que él quiere”, dijo Carlos mientras comentaba sobre las riñas habituales que se forman allí.
No obstante, los jugadores de Río Piedras son conocidos por ser de los que menos discuten. En la plaza pública de Cataño, en cambio, sí se forman sendos salpafuera.
De allí es José Manuel Martínez y nos dijo que no le gusta jugar en la plaza de su pueblo porque “la gente habla malo, se agallan y se sacan los trapitos al sol”.
Tras haber trabajado durante 32 años como conserje de una escuela, hoy, a sus 83 años, está cansado y lo menos que quiere es andar en pleitos. Por eso tomó la decisión de no ir más a la plaza de Cataño; porque “hay muchos peleones que quieren ganarlo todo y no saben na'”.
José Manuel busca la paz. La persigue en cada partida de dominó. Él siente que cuando juega es cuando único logra sentirse tranquilo. Solo en esos momentos su mente desaloja todas las preocupaciones y cualquier otro tipo de pensamiento. Su mente se despoja por completo para concentrarse exclusivamente y con mucha seriedad en un único problema: deducir las fichas del oponente. Para él, el dominó es una terapia. “Es lo máximo”, dijo.
Una explicación a la recreación humana
Sin duda, invertir tiempo en jugar es una terapia. Beverly Driver, uno de los autores más reconocidos en el tema de la recreación, explica que los hobbies ayudan a subsanar la tristeza. El académico, además, sostiene que cuando los pasatiempos se llevan a cabo en espacios públicos ayudan a “evitar la erosión y el deterioro de la condición humana”.
Los juegos en las plazas públicas son parte de una tradición de ocio que se viene popularizando desde inicios del siglo XX, especialmente en las ciudades europeas y de América. Por ejemplo, en las plazas del norte de Europa y en la costa noreste de los Estados Unidos los juegos más populares siempre han sido el ajedrez y las damas; en Francia, es muy común el juego de la petanca; mientras que en el Caribe, el rey es el dominó.
Numerosos estudios han coincidido en que la recreación en público refuerza el sentido de pertenencia y aumenta el envolvimiento comunitario de los ciudadanos. Actualmente algunos países dedican una cantidad considerable de tiempo y dinero en la creación de políticas dirigidas a aumentar el ocio ciudadano en espacios públicos. Canadá, por ejemplo, tiene un mecanismo jurídico bajo el cual los gobiernos estatales y el federal están obligados a evidenciar periódicamente cómo han robustecido la recreación ciudadana en las plazas y parques.
No es de extrañarse que en Canadá se le dé importancia a la recreación comunal, dado que es un país que actualmente está construyendo su población con inmigrantes y la actividad lúdica en público es vital para ellos, ya que ha demostrado mejorar la compenetración étnica y cultural de la ciudanía. Así se explica en varios estudios realizados por el grupo Human Kinetics.
En el caso del grupo de jugadores de dominó de Río Piedras hay un ejemplo de compenetración étnica. Entre ellos hay puertorriqueños, cubanos, dominicanos y panameños. Al sol de hoy, dicen poder identificar ciertos patrones conductuales en los nacionales de cada país. Según contaron: los cubanos no les gusta perder y, durante el juego, se comunican con su pareja a través de señas; los puertorriqueños, en cambio, son menos agresivos y menos competitivos; y los dominicanos, por su parte, varían la intensidad con la que ponen las fichas sobre la mesa –si las ponen con fuerza, significa que les quedan muchas fichas con ese número, mientras que si las ponen suavecito, significa lo contrario. Estos hábitos culturales en el dominó ellos los reconocen porque allí todos juegan con todos. Ellos no se segregan, no juegan en grupitos según la nacionalidad. Como bien sostienen las publicaciones de Human Kinetics: la práctica de recrearse en espacios público aumenta la tolerancia étnica.
Precisamente con el objetivo de fomentar la tolerancia, en abril del año pasado se llevó a cabo un torneo de dominó entre policías y miembros de la comunidad dominicana de Santurce. Este evento sucedió en la Placita Barceló en Barrio Obrero, uno de los espacios urbanos más frecuentados por jugadores de dominó. En esta plaza se suele jugar desde las 9:00 a.m hasta las 9:00 p.m.
Allí, en la Barceló, Diálogo conoció a Segundo (no ofreció su apellido). Él tiene 52 años y juega por las tardes y noches. Destacó que necesita jugar al menos una mano de dominó diaria y no suele pasar más de dos días sin asistir a la placita. Está tan inmiscuido en el dominó que cuando duerme hasta sueña con jugadas y con las fichas.
Cuando Segundo asiste a la plaza no siempre está jugando. A veces simplemente comparte con los demás jugadores y observa los juegos ya que muchas de las partidas son todo un espectáculo. Allí, en la Placita Barceló, los jugadores están clasificados en dos grupos: la Liga de los Saga y la Liga de los Fuertes. La primera, es la liga de los principiantes, de los que no juegan muy bien; mientras que la segunda es todo lo contrario, es la liga competitiva de los que casi nunca pierden. Los Fuertes con frecuencia apuestan rondas de cervezas o de whiskey y no suelen jugar con los saga –no porque un fuerte no quiera, sino porque algunos saga se avergüenzan de perder por muchos puntos ante un fuerte.
Segundo dice ser de los fuertes y nos explicó que a veces él se sienta en una mesa y nadie quiere sentarse a jugar en contra. “Piensan que somos superiores y no quieren perder”, comentó.
No obstante, hay algunos sagas que no tienen complejo y se atreven a jugar con los fuertes. A veces, hasta les han ganado y cuando esto pasa todo el mundo en la placita se entera. Cada vez que un saga le gana a un fuerte se crea una conmoción a tal punto que, al sol de hoy, Segundo aun recuerda derrotas de este tipo que sucedieron hace 15 años. Recuerda incluso en qué mesa se jugó la partida, con qué ficha se ganó y donde estaba sentado cada jugador. Son derrotas que se convierten en leyendas de la plaza.
Javier Ramírez, 54, también juega en esta plaza y, según él, Segundo ya no es de los fuertes. Para Javier, Segundo está “pasao’ de dominó”, es decir que algún día fue bueno, pero ya ha perdido destrezas. Varios de los jugadores de allí asintieron ante las expresiones de Javier y explicaron que Segundo “no es tan fuerte na’” porque en varias ocasiones se ha dejado ganar por sagas.
Como se puede apreciar, en la Placita Barceló el ambiente es más competitivo. Javier, por ejemplo, expresó que el no juega para matar el tiempo, sino que juega pensando en ganar. “Yo juego dominó con competencia, no por chiste”, afirmó.
Sin embargo, aunque la competitividad en esta plaza ha desembocado riñas en varias ocasiones, allí nadie es enemigo. Luego de alguna discusión basta que pase un día para que vuelvan a jugar sin ningún hálito de rencor. Esto es así porque en ese espacio se juega dominó, y por tanto, la enemistad queda fuera de moda.
Pulse aquí para leer la segunda parte de este reportaje, donde se presenta cómo se ha popularizado el dominó en Puerto Rico hasta convertirse en el deporte nacional de la Isla.