Por: Andrés López
El turismo, sin ninguna duda, se ha convertido en la mejor herramienta humana para eliminar prejuicios, estereotipos, y otros conceptos negativos que se tiene de cualquier otra parte del mundo y de sus habitantes. La antropología, como la disciplina que estudia la realidad humana, tiene mucho que aportar en la experiencia turística. Puede servirle al viajero como fuente de conocimientos para comprender la otra cultura.
Las ciudades de cada país se promocionan en los rincones más remotos del mundo. Se disputan el número de visitantes turísticos ofertando opciones como la geografía, el clima, las costumbres tradicionales del lugar, las puestas del sol, la gastronomía y el folklore. Los países se proponen atraer al mayor número de visitantes porque el turismo representa una fuerte inversión económica.
Definitivamente, el turismo supone una notable fuente de ingresos para quienes lo promueven. Desde las compañías aéreas, los duty free de los aeropuertos, los transportes locales (taxistas, autobuses, etc.), los alojamientos, restaurantes y guías turísticos hasta los lugares de visita (capillas, cuevas, parques naturales, etc.), todos configuran una red de servicios generadora de ingresos en esa industria.
El turista se convierte, además, en el promotor publicitario de ese lugar, bien sea a través del boca a boca o mediante las redes sociales. Por eso es importante que el turista tenga unos conocimientos básicos de la cultura local, y sepa apreciar la diversidad cultural en cuanto a las formas de vida; el porqué hacen lo que hacen y su interpretación con la realidad social de cada grupo étnico.
Por ello el turismo, más que una fuente de ingresos, representa también una mirada de nuestro propio espacio vital o como lo describió Platón en su relato sobre El mito de la caverna: una nueva realidad que hay que salir a descubrir y desenmascarar. Así, un viaje podría ayudar a abrir las mentes más égidas y llevar a la gente a escapar a cualquier parte del mundo buscando una nueva experiencia a través del viaje cultural.
Para ello, sería interesante no solo armarse de un puñado de dólares y una guía del lugar que se visita. Se necesitaría complementar esa guía con unas breves connotaciones a modo de manual de instrucciones que explique, además, la cultura en la que se sumergirá el turista. Y es ahí donde entra el antroturismo, un concepto que supone la combinación del turismo con la antropología.
Cuando las personas tienden a visitar un lugar, lo hacen desde una perspectiva comparativa, partiendo de sus propias vivencias (por ejemplo: “¡Mira estas aceras de tierra! Igualito que en mi país que son de baldosas”) o de las experiencias que otros les han compartido. Pero, hacer un viaje desde esta perspectiva, comparando lo nuestro con lo del otro, puede producir una concepción errónea y totalmente equivocada. Un viaje hay que hacerlo desde el relativismo cultural y teniendo en cuenta la idiosincrasia de su gente; es decir, desde una visión más antropológica.
La antropología en el sector turístico, puede ayudar a que el nuevo turismo de masas llegue a comprender un poco más la realidad que se tiene ante sí y también la que se está viviendo, y de paso enriquecer la vida del viajero cuando regrese a casa. En la diversidad cultural, está el enriquecimiento humano.
¡Vamos, que por imaginar y fantasear no quede…! Pero para llegar a esos planteamientos se necesita además un poco de antropología popular, que por la propia esencia de nuestra parte más humana y ligada a la naturaleza, hemos ido perdiendo en detrimento de una educación o concepción del mundo desde nuestra realidad social.
Y si no, que lo digan los turistas de La Favela de Río de Janeiro, que se atrevieron a buscar en ese lugar -fuera de los puntos de interés del turismo tradicional- la esencia de la cultura brasileña.