WASHINGTON DC – De la misma forma que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama inició la jornada de su juramentación con un viaje en tren, centenares de miles de personas recurrieron al Metro de Washington DC para llegar hasta el Capitolio y presenciar el punto culminante de los actos que inauguraron al nuevo gobierno estadounidense. El uso del Metro en la Capital federal el día de la juramentación del presidente Obama se convirtió en toda una aventura. El tramo desde un punto a otro demoraba aproximadamente dos horas temprano en la mañana. Claro que en ese par de horas, las personas se las ingeniaban para pasar el rato de la forma más llevadera posible, a pesar de estar cuerpo con cuerpo y recibir el empujón clásico en los momentos de freno y arranque dentro de un vagón de tren. En nuestro caso salimos a las cuatro de la madrugada desde Virginia con destino al Capitolio donde llegamos a las 11:30 de la mañana. El último tramo fue caminando, ya que mientras esperábamos nuestra última conexión una persona cayó en las vías del tren y la estación fue cerrada. A pesar del lento movimiento, las múltiples paradas a mitad de trayecto para esperar espacio en el andén, y la falta de un espacio mínimo necesario entre los cuerpos; los usuarios del sistema estaban entusiasmados. La idea de estar cada vez más cerca del lugar donde se tomaría el juramento como Presidente de una figura política que ha logrado calar profundamente su mensaje de esperanza en tiempos de crisis, hacía que todos los inconvenientes logísticos y de confort se desvanecieran. Las personas conversaban amenamente. En la mayoría de los casos el tema era de dónde venían y todo lo que habían hecho por ser testigos de un evento histórico. Las fotos con cámaras digitales portátiles eran la orden del día, no tan solo en el Metro, sino en todo Washington DC. En más de una ocasión, se entonaban canciones que contagiaban a más de uno en el Metro. Incluso, se entonaban melodías –tipo góspel- en alusión al presidente Obama. Las salidas de las estaciones parecían hormigueros de tanta gente que había y los vendedores ambulantes hacían su agosto. De pronto la imagen del Presidente se podía encontrar desde un prendedor conmemorativo, hasta un efecto decorativo del hogar o una postal de felicitación de cumpleaños. En las paredes de las estaciones y en las afueras de ellas, importantes firmas corporativas trataban de coger pon con lo que se ha denominado como la obamamanía para mercadear sus productos. El caso más notable fue el de una marca de refrescos que lanzó toda su publicidad utilizando un logo casi idéntico al de la campaña política del Presidente. El viaje de regreso no distaba mucho del de ida. Un mar de personas, pero en esta ocasión impacientes por regresar a sus casas luego de haber estado inmersos en la masa de personas que abarrotaron el área del Capitolio.