Quizás una de las imágenes más vívidas de un Martes de Galería en La Perla sea la de decenas de adolescentes transitando y conversando, con un vocabulario evidentemente fuera de lugar, por las calles de esta famosa barriada capitalina. Podría pensarse que esta romería es parte de una especie de “peregrinación ritual”, en la cual un grupo de muchachos de otros sectores de la ciudad, mejor acomodados para diferenciarlos de alguna forma, experimentan la exótica aventura de visitar el Guetto. Sin embargo, hablamos de un Guetto previamente sanitizado, al punto que la misma policía se encarga de escoltar el tránsito o, mejor, el descenso al barrio; el acceso a lo inaccesible. Se va a La Perla en actitud de disfrutar, de divertirse, de socializar y, por supuesto, de alucinar. La diferencia, respecto con sus vecinas calles en el Viejo San Juan, radica básicamente en la connotación simbólica del lugar. Aquí juega un rol primordial el imaginario delincuencial y sórdido que se le atribuye a este sector, pues a partir de él se generarán todo tipo de representaciones que, en el caso de los niños bien de los Martes de Galería, hablarían de la fascinación que los sectores populares siempre han generado en las élites sociales. El estilo es, entonces, el espacio como tal. Lo “licencioso” de éste se imprime en el cuerpo, en la actitud de quienes habitamos temporalmente la zona, y fluimos tanto bajo los encantos del colorido barrio como de los efectos del cannabis que circunda por sus calles. Es un ambiente cargado de pre-textos que, por ejemplo, nos hace confundir la vibración que el murmullo de la excitada multitud produce, con las notas más graves y profundas de una canción de reggaeton. Este blanqueamiento temporal se parece, en cierto sentido, a la tendencia que la contemporaneidad musical está adoptando. Bailarinas con vulgares atuendos aunque con formas estilizadas; líricas evidentemente explícitas acompañadas de un progresivo acicalamiento de los artistas; escenarios y locaciones ruinosas filmadas con la limpieza digital del vídeo High Definition; y en fin toda una propuesta de estetización de las representaciones callejeras. Podríamos así pensar que para estos jóvenes visitantes, quienes literalmente bajan al barrio, la experiencia sería comparable a la de estar “actuando” en un videoclip musical. Un simulacro que se debate entre la búsqueda de la extravagancia y la normalización de una estética delincuente (y de su potencial contestatario). Al mejor estilo fílmico de Luis Buñuel, vemos así cómo la Burguesía, con su discreto encanto, sigue incorporando estéticas y estilos a su inventario de imágenes y poses.