“En la mitología griega, el joven Narciso confundió su propio reflejo en el agua con el de otra persona. Esta extensión de sí mismo a través del espejo adormece sus percepciones hasta convertirse en la errónea retroalimentación de su propia imagen ampliada o repetida”.
Marshall McLuhan, 1964.
La llegada de la Web 2.0 ha propiciado que hoy en día los usuarios sean los creadores y los distribuidores de los contenidos de los medios. Esta tendencia ha aumentado el fortalecimiento de las redes como un lugar de sociabilidad que permite la interactividad de un grupo de personas que mantienen algún vínculo en común. Esto según lo plantea el teórico de la comunicación Marshall McLuhan en el libro Understanding Media: The Extensions of the Man, ha constituido una introducción de una nueva escala de ritmos y patrones de las percepciones en los asuntos humanos. De manera que las redes sociales son la representación de la realidad deformada.
Este artículo no pretenderá culpar a las redes de ningún acto, sino simplemente mostrar cómo los estos nuevos medios de interacción social funcionan como herramientas en ciertos sucesos. A continuación les mostraremos tres historias que revelan una distopía desconcertante en que las redes sociales distorsionan la realidad.
“RIP: Jennifer Alonso”
La mayoría de las personas confiesan y comparten en su página de Facebook sus emociones, sus valores, sus sentimientos y sus ideologías. En el 2013, Derek Medina quiso ser más siniestro todavía y compartió en su cuenta personal de esta red social, la foto de su esposa tendida en el suelo sin vida con el status “RIP: Jennifer Alonso”. El individuo se presentó ante los usuarios con un contenido contradictorio. Es decir, colocar el estado de “Rest In Peace” junto a la foto de su esposa muestra que a pesar de que este hombre asesinara a su pareja deseaba que la misma “descanse en paz”. El sociólogo Erving Goffman, experto en los procesos sociales de interacción, señala que un individuo moldea y modifica una actuación para adecuarla a la comprensión y expectativas de la sociedad en la cual se presenta. Esta es una práctica que ha aumentado significativamente a partir del arribo de las redes sociales.
“That is my friend there.”
“What happened???? Derek.”
“WHAT??????”
“this is crazy omg … guy kills his wife post pic in facebook.”
Estos comentarios generados en la foto de la occisa muestran que los usuarios de buena fe aceptan las sugerencias de la persona que genera el contenido (Derek Medina). Este rasgo de las redes sociales de aceptar cualquier contenido muestra este espacio virtual como un escenario donde se puede tergiversar la información y en donde los usuarios pueden llegar a conclusiones erróneas. Derek Medina no estaba preocupado por el problema moral de cumplir con las normas sociales, sino con el problema amoral de construir una impresión convincente de que él y su contenido satisface dichas normas. Independientemente del objetivo particular que persigue el individuo y del motivo que le dicta este objetivo, será su interés primordial controlar la percepción de los otros.
“Im going to prison or death sentence for killing my wife love you guys miss you guys takecare Facebook people you will see me in the news.”
Las redes sociales proporcionan un fácil entretenimiento que distrae a los usuarios. Parecieran ser el espacio ideal para tomar por sentado ciertas creencias, doctrinas, modas, estilos de vida, y hasta para confesar ser el asesino de alguien o encontrar el amor. Sin embargo, las personas no pueden darse cuenta o tal vez no le dan importancia a que las redes están diseñadas con fines de lucro. Según proponen los filósofos Theodor Adorno y Max Horkheimer en Industria Cultural. Iluminismo como mistificación de las masas, todo artefacto cultural se convierte en un producto de consumo por la lógica de la racionalidad capitalista (es decir, si vende mejor). El artefacto cultural ya no es autónomo, pero es más bien un producto mercantilizado de las relaciones económicas de producción. Las relaciones con el otro en las redes no solo representan los intereses de una era capitalista sino que también este mismo interés lleva a satisfacer el placer consumista del usuario. Veamos el siguiente caso.
Amores virtuales: amores reales
La joven Mercy Bundi, universitaria de Uganda, conoció en la página de Facebook, Love beyond colour (Encuentros amorosos entre hombres blancos con mujeres negras), a un joven llamado Marco Ritz. Cuando ambos se conocieron él abuso sexualmente de ella y la amenazaba con publicar fotos desnudas de la misma en páginas cibernéticas que dirían que ella es una prostituta. La joven no pudo lidiar con esta presión y terminó envenenándose. Justo al lado de su cuerpo dejó una nota suicida que comenzaba de esta forma:
“El día en que nos conocimos fue el día en que mis problemas comenzaron. Él no era el hombre que había conocido en Facebook”
Ritz utilizó el medio virtual para engañar a Mercy y satisfacer sus placeres. El joven ocultaba a través de Facebook su conducta violenta proyectándose de otra forma en la imagen que utilizaba para identificarse en esa red social. En estas interacciones virtuales, el individuo se presenta como un producto, sin revelar sus verdaderas intenciones.
Supongamos que usted va a una tienda y decide comprar una crema rejuvenecedora y usted está indeciso sobre una crema o la otra y en ese momento se le acerca la vendedora ofreciéndole según ella, el mejor producto. Usted por ser persona amable y confiar en los demás decide comprar el producto que la vendedora le recomendó y resulta ser el peor producto que haya comprado. Esto mismo le sucedió a Mercy. Ella buscaba tener un novio o un encuentro casual con otra persona, pero se dejó llevar por la realidad aparente promocionado a través de una red social virtual.
“Cuando dos personas se presentan el uno ante el otro con fines de interacción, cada uno de ellos tienden a mantener una línea de conducta que demuestre que son lo que pretenden ser; tienden, en una palabra, a permanecer dentro de su personaje”, sostuvo Goffman en su libro The Presentation of Self in Everyday Life (1959). Agrega Goffman que “cuando se sabe que el público en el fondo es ingenuo de la realidad que se le impone, hemos estado prontos a ejecutar toda la actuación falsa”.
Guy Debord, autor del libro La sociedad del espectáculo (1967), también declara que “allí donde el mundo real se transforma en simples imágenes, las simples imágenes se convierten en seres reales, motivaciones eficientes de un comportamiento hipnótico”.
¿La culpa es de Instagram?
Los miércoles en las redes sociales, particularmente en Instagram son dedicados a los Women Crush Wednesday (#WCW). Esta es una modalidad en la que se coloca en la red una imagen de una mujer que alguien encuentran atractiva o que admira. Nadie pensaría que un hecho como este le pudiese costar la vida a una persona. En octubre del 2015, Nikki Mendoza, decidió acabar con la vida de su novio, Derrick Kingston, por la razón de que Derrick publicó en su cuenta de Instagram su #WCW y no era ella. A primera vista este aparenta ser un caso de celos, pero no es así de simple. Según McLuhan si una persona está hipnotizada por la cantidad de imágenes que recibe de un mismo asunto, eso afecta su percepción y su sensibilidad. A medida que un individuo depende de las redes sociales, esto altera significativamente sus percepciones ante cualquier suceso.
Esto fue lo que experimentó Nikki Mendoza. Al estar tan sumergida en las redes y perder el contacto con la realidad no vio más allá de lo evidente. No discernió de que el hecho que su novio hubiese colocado una foto de otra mujer en las redes sociales no es sinónimo de traición. Como propone el teórico cultual Nicholas Mirzoeff: “la visualización de [un hecho] no significa que necesariamente conozcamos lo que observamos”.
Los tres sucesos aquí comentados muestran cómo los nuevos medios de comunicación incidieron en las acciones de personas vulnerables o inestables psicológicamente.
Hoy en día muchas personas interactúan en las redes sociales, no importa para qué fin sea. Cada uno de nosotros construye nuestra propia mitología personal a partir de trozos y fragmentos de información extraída del flujo de los medios de comunicación y se transforma en recursos a través de los cuales damos sentido a nuestra vida cotidiana.