Un ser de luz queda frente a una mesa repleta de pastillas. Piensa en suicidarse. Lo considera. Lo analiza. Vence su fuerza, fuerza de roble.
A veces solo basta un lugar, un punto de partida para arraigarse nuevamente a la vida. Para los tres alumnos cuyos testimonios presentamos a continuación, estudiar en la Facultad de Humanidades del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR) y comenzar a andar fueron la misma cosa. Ese espacio, con sus hojas, árboles y trazos de energía, se tornó en ungüento aliciente para su salud mental.
Los nombres de los entrevistados, marcados en itálico, fueron sustituidos para proteger su identidad.
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Cuando Hernán cumplió 20 años, ya había sido hospitalizado en una facilidad psiquiátrica nueve veces. Se mutilaba los brazos, quemaba sus muslos. Buscaba rutas al suicidio. La mayoría del tiempo vestía camisas y pantalones de corte largo. Una tarde, su psiquiatra notó las marcas en su piel.
“Llegó un momento en que me di cuenta de que me estaba haciendo un daño muy grande, pero no encontraba cómo salir de ahí”, explica el universitario quien mutilaba su cuerpo como válvula de escape a las presiones que le ejercía su familia por ser homosexual.
Estudiaba en la UPR, pero no en la Iupi. Un día solicitó traslado articulado al recinto riopedrense. Llegó sin sospechar que la Facultad de Humanidades lo salvaría de tanto. Caminó hacia una clase y, en cuanto entró, escuchó eso de “auto amarse”.
“Comencé a entenderme. Ese proceso que los niños tienen durante su infancia, yo lo tuve a mis 20, 21 años”, comentó. Fue allí en el recinto que comenzó a escuchar que para ser artista no tenía que ser de una forma en particular, “que soy diferente, y eso está bien”, recordó proyectando mucha seguridad.
Repensarse a partir de sus vulnerabilidades y fortalezas y verse reflejado en una catedrática de la Iupi que atravesó por la misma situación, le sirvió de parpadeo a una cotidianidad distinta, una de más sonrisas, de más confianza en sí mismo y de darle la bienvenida a los pantalones cortos.
La experiencia universitaria también salvó la vida de Dorian, quien tuvo varios intentos de suicidio. El estudiante de quinto año, tiene cinco condiciones diagnosticadas: depresión mayor, trastorno de estrés post traumático, trastorno límite de personalidad, déficit de atención e hiperactividad. Cuando tuvo 14 años intentó suicidarse. A sus 20, lo intentó otra vez. Cuando tuvo menos fue víctima de agresión sexual.
Tomar una clase de género y performance en la Iupi le hizo reconectar con sus resistencias. Hilvanó un performance partiendo de sus condiciones mentales. Desde entonces, toda la energía que Dorian concentraba en hacerse daño, la concentra en crear para visibilizar los universos de la salud mental en Puerto Rico.
Luego de aquel curso, se topó con una profesora que, en tres palabras, describe como luz, calor y fuerza.
“Amapola no sabe lo mucho que significa para mí. Su clase era una terapia completa. Sé que coger clases no es terapia, pero coger clases con Amapola es una terapia. Dejé de ver psicólogos. Ella lo sabía. Siempre me preguntaba si estaba bien. Era como si te acabaras de pelar la rodilla y te echaras el liquidito ese frío que alivia”, indicó.
Hace un año Dorian tuvo una crisis. Fue al Departamento de Consejería para el Desarrollo estudiantil (DECODE), y allí la refirieron a la psicóloga que ahora la atiende. Se siente mejor. Mucho mejor. Lo asegura. Lo respira. Lo sonríe.
Durante los últimos 12 meses, DECODE atendió a 1,482 universitarios. La mayoría, estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Ciencias Naturales.
El pasado semestre, ese programa sumó al formulario inicial completado por quienes solicitan sus servicios preguntas para determinar con mayor rapidez y puntualidad cuáles estudiantes se encuentran en mayor riesgo de cometer suicidio. Desde el año universitario anterior, 46 alumnos indicaron haber tenido ideas suicidas, 10 señalaron haber tenido intentos suicidas y siete reconocieron encontrarse inmersos en alguna forma de planificación suicida.
“Ya no tengo a mi mente como enemiga”
Una tarde de su segundo año, Pedro se encerró en un baño durante 17 horas con una botella de jarabe para dormir en mano. Consideró suicidarse. No pudo intentarlo. Hubo miedo. Hubo un no querer dejar a su madre, quien también es paciente psiquiátrica, sola. Desde aquella crisis, Pedro, quien practica el travestismo, creó un personaje para hacer un comentario “sobre la salud mental en Puerto Rico que no se dice”.
“Muy poca gente sabe lo que se siente tener tu propia mente como enemiga. Tener que pelear contigo mismo para hacer las cosas más básicas. Que sepas que tus miedos son ilógicos y todavía estés ahí, sin poder hacer nada. Por lo menos ya no tengo a mi mente como enemiga todas las mañanas”, afirma.
Para detener ese constante debate mente-cuerpo, el universitario decidió medicarse, a pesar de los efectos secundarios que le provoca el régimen. Siempre tiene que desayunar un plato fuerte. Si no lo hace, lo domina un fuerte malestar estomacal durante todo el día.
Pedro recuerda con quiebres en su voz el día que, tras un año de tomar medicamentos para su depresión severa recurrente, su psicólogo le dijo que se encontraba estable. Corrió a buscar un diario guardado por años.
“Yo dije, si este es mi pequeño momento de lucidez, el que pasa en mi vida, no lo quiero dejar perder. Quiero saber todo lo que pase por mi mente. Todo lo que significa ser una persona funcional. Una persona estable, saludable. Quiero saber cómo es, por si alguna vez lo pierdo, yo poder busca otra vez en mi libreta cómo era, a ver si todavía lo puedo hacer”, comentó.
Resaltó que aunque a veces lo ataca un fuerte sentido de desarraigo, sus estudios en la Facultad de Humanidades le infunden nueva conexión con la vida.
“Me siento como un árbol de ceiba en un tiesto. Las ceibas, las puedes sembrar donde sea y echan raíces y dicen yo estoy aquí y nadie me puede mover. Pero muchas veces me siento como una ceiba en un tiesto chiquitito. Me muevo mucho. Demasiado. Pero yo, yo no sé. Quiero echar raíces, pero no lo logro. No logro tocar tierra”.
¿Cómo crees que pudieras tocar tierra?, se le preguntó.
“No lo sé. Creo que las Humanidades han sido eso. Un tiesto más grande en donde estar por ahora. Decidí coger la vida por las Humanidades. Y aunque es un mundo que muchas veces no tiene sentido, sí lo tiene para mí”, puntualizó.