Quiero a la Universidad de Puerto Rico (UPR). La quiero como propia. La quiero con sus imperfecciones y bondades. La quiero con ternura y con rigor para que sea mejor. Pero, la quiero. No quepa la menor duda.
Sin embargo, ¿qué UPR quiero? O sea, ¿cuál es el perfil de esa universidad pública que tanto quiero y que estoy dispuesta a defender ante cualquiera?
Es compromiso inquebrantable con los problemas urgentes de Puerto Rico. Es semillero de la democracia radical. Es eficaz con los recursos públicos y sus libros están abiertos a toda hora.
Es custodia de las comunidades empobrecidas, de los sectores marginados, de aquellos que han sido ignorados por quienes detentan los recursos de todos. Es promotora de la justicia social más aguerrida y se tira a la calle cuando atentan contra la dignidad de los suyos.
Es gentil con las personas que la habitan, que crecen con ella, que la retan cada día. Defiende su dignidad y su libertad, así como la de otros seres vivos.
Es espacio estimado para el debate, el disenso y la diferencia. Es levadura de vanguardias del pensamiento y de la pregunta. Es plaza amplia para los que interrogan los poderes y sus privilegios sin descanso.
Es cambio infatigable. Es movimiento. Sus saberes no se detienen en la sombra de prestigios prestados. Sus saberes se multiplican, rompen linderos y se renuevan con la agilidad de la existencia misma. Sus saberes no acatan geografías ni espacios inflexibles. No saben de muros ni de tiempos finitos. No se venden al mejor postor. Son de balde. Por esta UPR lucho y lucharé sin descanso. Está y estará viva.
Las múltiples UPR que coexisten con la que yo quiero, pero no se le parecen –o, peor aún, la destruyen cada día–, pueden desaparecer mañana. Por ellas no estaré triste. A ellas no les dedicaré ni un segundo de silencio.
Se han nutrido del privilegio, de la exclusión, de los contubernios con el poder, de la censura, de la opresión de todos los que le salen al paso. Se han doblegado ante los intereses del mercado y de las autoridades de turno. Traicionan el bien público y la solidaridad a cada hora. Solo les mueven sus pequeños intereses y sus deudas. Por ellas no estaré triste. Pueden desaparecer mañana.
Entre tanto y sin tregua, seguiré luchando por la que yo quiero. La UPR que yo quiero es, sin duda, para Puerto Rico.