En sociedades capitalistas como la puertorriqueña se presta mucha importancia a lo nuevo, lo innovador y el impacto económico que el individuo representa para el sistema. Lo viejo queda fuera, rezagado, pues más que una inversión, se considera un gasto.
Lo mismo sucede con la población de adultos mayores. Si, además de ser viejos, le sumamos que una porción de este grupo tiene orientaciones sexuales fuera de lo que se considera “normal” –que ha provocado masacres como la sucedida en Orlando, Florida; o que son condenadas por religiones y gobiernos–, se está doblemente fastidiado, rechazado, olvidado.
En Puerto Rico, ya han surgido varios estudios que buscan visibilizar los problemas a los que se enfrenta este sector de la sociedad. “Los encuestados señalan que son discriminados también por su orientación sexual y por ser viejos y viejas”, aseguró Mabel López Ortiz, catedrática de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPRRP) quien realizó –junto a Xavier Huertas y José Toro Alfonso– la investigación Sujetos con fecha de expiración.
El estudio encuestó a 61 personas de la población gay, lesbiana y bisexual en Puerto Rico con un promedio de 64 años de edad y con estudios universitarios. Además, se entrevistaron tres gays y tres lesbianas.
Los encuestados manifestaron que las mayores necesidades hasta el momento son espacios de esparcimiento para adultos mayores LGBTT (60%), actividades recreativas para esta población (57%), servicios para personas de edad avanzada (50%) y el reconocimiento legal de su orientación sexual (50%).
“Hay pocos servicios –incluso en las oenegé– que se dirijan a esta población. En la investigación surge la necesidad de tener servicios y que el Estado reconozca que hay la necesidad y que se ofrezcan servicios dirigidos a estas personas”, resumió la catedrática del Departamento de Trabajo Social de la UPRRP.
En cuanto a políticas públicas y sociales, los entrevistados sostuvieron que “el Estado no muestra interés en defender sus derechos y ofrecer servicios que se atemperen a sus necesidades”.
A esto, López Ortiz añadió que en Puerto Rico “no hay política social dirigida a defender derechos sociales y humanos de todo el mundo. La política social y la política pública es focalizada, a fragmentos [de la población], y no una mirada inclusiva de los derechos. Eso es un problema”.
En relación a este tema, Carlos Rodríguez Díaz, catedrático de la Escuela Graduada de Salud Pública de la UPRRP, apuntó que “la gente está cambiando, la sociedad está cambiando más rápido que las políticas públicas y las estructuras”.
“Estamos teniendo un cambio demográfico donde vamos a tener una sociedad primordialmente de adultos, adultos mayores y viejos, y eso implica que tenemos que crear condiciones para que esa gente pueda estar bien y saludable”, continúo.
Y es que hay que tener presente, asegura Rodríguez Díaz, que esta población invisibilizada –los viejos y viejas de la comunidad LGBTT– no es igual a la de los jóvenes del mismo grupo. “La gente que es vieja hoy vivió bajo otras circunstancias sociales donde se patologizaba los asuntos identitarios no heteronormativos. Esto fue gente que creció joven pensando que estaban fundamentalmente mal”, puntualizó.
Además, Rodríguez Díaz enfatizó que no cree que existan muchos servicios para estas poblaciones. “Yo creo que hay gente con muy buenas intenciones de prestar servicios, pero creo que hay más demanda que servicios disponibles”, dijo.
AARP y su búsqueda por la visibilidad
Precisamente en la línea de satisfacer la demanda de un sector poblacional creciente, la organización sin fines de lucro AARP (American Association of Retired Persons) en Puerto Rico, que busca mejorar la calidad de vida de las personas retiradas, también realizó un proyecto para identificar los retos de la comunidad LGBTT de 50 años o más.
Entre las principales preocupaciones encontradas en el estudio –donde participaron 86 personas LGBTT– están la inquietud por su futuro económico; la desigualdad en beneficios y ayudas gubernamentales y federales; la intranquilidad de cómo satisfacer sus necesidades; y la preocupación de que tendrán un cuidado de salud inferior al resto de la población.
“Hay que repensar la manera de acceder y proveer los servicios y de enfocar las prioridades y las estructuras de salud, de servicios sociales, de atención en general. Tienen que reenfocarlos porque vas a tener una población vieja de personas que no necesariamente van a tener el mismo acceso, la misma movilidad, los mismos recursos para obtener esos servicios”, subrayó Ángel Luis Hernández, coordinador del Informe del Congreso Retos Adultos Mayores 50+ LGBTT en Puerto Rico.
Lo que surgió de este informe, según Hernández, es que se promuevan cambios verdaderos en el marco de la equidad legal, “porque podemos generar leyes, podemos generar cambios en reglamentos pero, usualmente, el mensaje se queda en los altos niveles y no llega al de abajo”.
¿Égidas LGBTT o égidas inclusivas?
Como se destacó en la primera parte de este reportaje, y lo que resultó un tema recurrente en ambos estudios, uno de los principales problemas para esta población es el acceso a la vivienda.
“La persona, aunque no se lo digan directamente, si quiere recibir los servicios y los beneficios en estos lugares de atención de salud y asistencia para sus padecimientos, tiene que retraerse y recogerse [de su identidad sexual]”, aseguró Hernández.
Entonces, cabe preguntarse: ¿por qué no crear centros de cuidado o égidas exclusivos para la comunidad LGBTT como lo han hecho España, Alemania, Estados Unidos, Australia, India y Argentina?
A esto, Francisco Rodríguez, director ejecutivo de Coalición de Coaliciones, respondió sin titubeos que “no podemos seguir construyendo guetos donde sigamos segregando a la gente por grupos, porque la gente –los gays, los viejos, los negros y todo el mundo– pertenece a la misma comunidad”.
Y es que Rodríguez no cree en las viviendas especializadas para los viejos y viejas con orientaciones sexuales no heteronormativas, pues las considera excluyentes. “Nuestra comunidad se ha acostumbrado a esa marginación. Nos sentimos más cómodos en una barra gay porque nos sentimos más libres, porque es nuestro espacio. Pero yo siempre he pensado que nos estamos marginando nosotros mismos. Que tengo que esconderme todavía”.
A este mismo pensar se une la catedrática López Ortiz, quien prefiere centros integrados donde residan todos, pues para ella una parte importante es visibilizar a este sector. “A mí, me gustaría que realmente fueran centros de viejos y viejas o centros de adultez avanzada integrales, donde estemos todos y todas, donde superemos ese estigma de la comunidad gay y la comunidad heterosexual, que lo superemos y hablemos de seres humanos”, planteó.