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Se hace desde los tiempos de la Antigua Roma. Siglos antes de Cristo, ya los habitantes de las ciudades se expresaban sobre las paredes, convirtiendo las calles en un espacio de expresión pública. Esos garabatos e imágenes, a los que pusieron el nombre de grafiti, han evolucionado, llegando hoy día a denominarse arte urbano. Caminando por las calles de Río Piedras, vemos esta forma de expresión que se exhibe tanto en paredes que presentan los nombres de los grafiteros, pintados ilegalmente, hasta en los murales elaborados por artistas que han sido remunerados para hacer el trabajo. Vemos, en la entrada de la avenida Ponce de León, un hospedaje de varios pisos cuyas paredes están cubiertas por siluetas de mujeres largas y coloridas. Justo al frente, está Boca a Boca y, a una veintena de pasos, salta a la vista la Librería Norberto González, ambos salpicados por colores y figuras caricaturescas. Le sigue Il Jazz Club, dándole ritmo a la calle con una pintura de músicos de jazz. Y frente a éste, El Boricua, con un popurrí de diseños creados por distintos artistas como parte de una actividad organizada por el mismo negocio en febrero de 2008 llamada “Fuego a la lata”. “Le están confiriendo una personalidad estética a edificios anteriormente anónimos. Es decir, que no eran Art Déco, Moderno Internacional, Neoclásico o algo así, ni siquiera se afiliaban a estilo historicista alguno; por lo tanto, no se considerarían restaurables a un estilo reconocible. Por otra parte, se imprime dinamismo y un estilo joven, al ‘tatuar’ la piel de los edificios”, opinó Yolanda Izquierdo Collar, catedrática asociada en el Departamento de Humanidades de la Facultad de Estudios Generales, que dicta cursos en torno a la ciudad. Los murales en la avenida Ponce de León forman parte de lo que fue un proyecto de Rubén Malavé, director de la Galería Guatibirí de Río Piedras. La idea era convertir esa parte de la ciudad en un museo de grafiti al aire libre, pero la iniciativa no despegó, ya que uno de los comerciantes no estuvo de acuerdo. Sin embargo, distintos negocios, en su carácter individual, decidieron adornar sus fachadas y, poco a poco, han ido llenando la avenida de color. La galería de arte fue el primero en dar el paso. Yehimar Ureña Medina, quien trabaja allí desde hace 14 años, pintó lo que describió como “temas del pueblo”. Según Ureña Medina, “nos fuimos por lo caribeño, pero buscando cosas que no fueran tan clichosas. Es el trasfondo cultural, de donde vinimos”. El resultado fue la pintura de un gallo con elementos indígenas, como petroglifos, y con imágenes más “selváticas”. El también profesor de arte en la UPR de Carolina pintó, además, el mural de Il Jazz Club, basado en un poema del dueño del edificio. “Es un lenguaje de imágenes que puede ser infinito”, expresó Ureña Medina al explicar el proceso que se da para crear un diseño para un cliente. Primero, hay un diálogo entre el artista y el propietario, luego se llega a un acuerdo, hace un boceto y, después de ser aprobado, comienza a pintar, fase que puede durar meses. Otro de los propietarios de negocios en la Avenida, Norberto González Rivera, dijo que decidió pintar un mural para que le dejaran de pintar la tienda con grafiti y para dar “espacio para que pudieran pintar cosas buenas que la gente aprecie”. Funcionó, gracias a lo que Ureña Medina llamó “una ley silenciosa” que hace que los grafiteros respeten el trabajo artístico de otros. Quizás por esto, González Rivera ya tiene planeado hacer lo mismo en el edificio que está al lado de la librería Norberto González. Tanto en ese local como en los demás, los murales han tenido el efecto de llamar la atención de los peatones. Para la profesora Izquierdo Collar, “han solucionado el problema de edificios de poco valor estético al pintarlos con arte, y no con una mera capa de pintura”. Además, Ureña Medina explica que todo ha sido positivo: las áreas se mantienen más limpias, el vandalismo se canaliza e, incluso, la comunidad universitaria se integra más. El proyecto del museo al aire libre quizás sea resucitado. Luego de ver cómo los murales afectaron positivamente a los negocios de la zona, un mayor número de dueños de edificios en la Ponce de León se ha ido uniendo. De darse la iniciativa, representaría el disfrute de obras artísticas por los caminantes de la ciudad gratuitamente. “El arte no tiene porqué encerrarse en los museos, y la gente de la calle puede y debe disfrutarlo”, declaró Izquierdo Collar. Pero, finalmente, ¿qué nos dicen estas obras de arte exteriores sobre la ciudad? “Nos hablan de Río Piedras como una ciudad universitaria, moderna, bohemia y artística, de efervescencia intelectual, cultural y política”, afirmó la catedrática. Para el artista Ureña Medina representan “la vida; devolverle un poco la vida al casco de Río Piedras”.