“¿Tú me oyes, amigo? ¿Tú sientes la potencia que mi
Raquel Salas Rivera lleva ya rato en esta montaña rusa llamada poesía. Se apea de vez en cuando… eh…. No, no se apea. Siempre va en ella, al punto de que ya ni fila hace.
De hecho, la poesía es lo que más la ha ayudado a entender su propia humanidad. Con su literatura y trabajo académico, Salas Rivera trabaja las problemáticas de los movimientos queer – o cuir, como ella misma explica, fuera del contexto anglosajón del término – y, como cuestión de hecho, esto la ha vuelto un ente obrero dentro del propio movimiento.
Ah, pero no crea que este perenne compromiso con desmenuzar las problemáticas de lo cuir y sus bregas psicosociales hace que su literatura se agüe. Para muestra basta un botón y por eso fue que la llamamos, pues esta semana presenta su nuevo libro, Tierra intermitente, con Ediciones Alayubia, que timonea Gegman Lee Ríos.
“Me tomó cinco años escribir, pulir y publicar este libro. Entre mi primer libro, Caneca de anhelos turbios—publicado con Editora Educación Emergente—y este, publiqué dos libros y escribí un libro sobre la deuda. Casi no puedo creer que finalmente lo tendré en mis manos”, le dijo Salas Rivera a Dialogo el lunes.
“Durante esos años mucho cambió. Por ejemplo, en estos momentos no me identifico como mujer, y cuando escribí el libro, ser una mujer lesbiana era un nexo central. El otro día hablaba con mi amigo Fabián y le decía que era raro leer algunos de estos poemas, porque tanto ha cambiado, pero aunque no soy la misma persona que los escribió, siento mucho amor por esa persona”, agregó Salas Rivera, también estudiante de doctorado en la Universidad de Pennsylvania, y quién se entiende más como “puertorriqueñx, con la ‘x’ no binaria que puertorriqueña con ‘a’”.
De hecho, así mismo Salas Rivera se definió cuando le exigimos que la dejara caer más allá de susurros poéticos, con la ‘x’ no binaria y no con la ‘a’. Así lo verán en las respuestas que nos lanzó, y también entenderán su proceso creativo que, de paso, enfrentaba el reto de un cambio de casa editorial. Salas Rivera indicó que “inicialmente, este libro era larguísimo y lo mejor que hice fue pulirlo y reducirlo. Gegman es un excelente editor. Entendió mi proyecto de inmediato y supo cuándo y dónde hacer sugerencias sin ser invasivo”.
“Tuvimos pocas diferencias y todas se resolvieron casi de inmediato. Me encanta su visión editorial y el trabajo que está haciendo con Ediciones Alayubia. Karenina Angleró dibujó el arte de la portada. Es la segunda vez que colaboro con ella y me siento muy satisfechx. El resultado final es un libro compacto, denso e íntimo, en fin, todo lo que deseaba”, apuntó.
Si esto fuese una conversación en Whatsapp, pondríamos un emoji de una carita pensativa. O sea, ¿qué poderes guarda el libro Tierra intermitente que postula un momento catalítico en la vida de Salas Rivera? Aquí una muestra de dónde su poesía habita. La entrevista es un gozoso mano o mano, como cuando el Nuyorrican Café del Viejo San Juan cobijó rounds de Ultimate Fighting Championship en los micrófonos que se abrían los domingos. Gocen.
Diálogo: Hola, Raquel. Por favor, preséntate para el beneficio de nuestros lectores. Dinos de dónde eres, si estudias, trabajas. ¿Cómo es tu cotidianidad? ¿Cuál es tu propósito en el mundo? ¿Cómo fue tu primer encuentro con la poesía? ¿Dónde, cuándo y cómo?
Salas Rivera: Nací en Mayagüez, Puerto Rico. Viví gran parte de mi vida en diferentes partes de los Estados Unidos (Wisconsin, California, Nebraska, Alabama, Texas y Nueva York) y volví a Puerto Rico a los catorce años. Hace cuatro años y medio me mudé a Filadelfia para cursar estudios graduados en la Universidad de Pensilvania. Actualmente, estoy completando una tesis doctoral centrada en la poesía de Julia de Burgos, Sotero Rivera Avilés, Ángela María Dávila y Manuel Ramos Otero. Como parte de mi programa doctoral, enseño cursos de literatura a nivel universitario. Soy co-editorx y traductorx para la revista literaria The Wanderer, y colaboro con un proyecto de poesía/brujería anti-fascista llamado El Colectivo Yerbamala (The Yerbamala Collective).
En estos momentos, mi cotidianidad se divide entre el trabajo investigativo, las protestas, la poesía, la traducción, las amistades, mi pareja y prácticas/rituales cuir. Desde la elección de Trump, hablo más tiempo de lo usual con las personas que quiero, especialmente mis amores trans.
Honestamente, algunos días siento que mi “propósito” en este mundo es sobrevivir como persona cuir; pero, en la medida que puedo, lucho para destruir el capitalismo y los sistemas de opresión que lo fortifican, especialmente el colonialismo. No me interesa una supervivencia que no esté condicionada por la solidaridad. Quizás uno podría decir que también vivo y me desvivo por Puerto Rico, con sus mil enmarañamientos.
Mi abuelo era el poeta Sotero Rivera Avilés, del llamado grupo Guajana. La poesía siempre estuvo de algún modo presente en mi vida porque mi madre, Yolanda Rivera Castillo, también es poeta y se aseguró que en casa siempre hubiese poesía. Nunca sentí que era algo separado de mi existencia. De hecho, no fue hasta que llegué a la adolescencia que comprendí que mi abuelo era un poeta además de ser mi abuelo, y que la poesía era algo que llevaba nombre y no simplemente una forma de interactuar en el mundo. Puedo marcar momentos cuando la poesía, como texto y no como vivencia, me impactó, como por ejemplo cuando leí por primera vez a Langston Hughes, a Ángela María Dávila o a Marigloria Palma, pero no podría citarte un momento originario. Ahora sí, recuerdo algunas de mis primeras metáforas. Recuerdo que mi tatarabuela Titá me despertaba para que mirara la luna, diciendo “es una uñita” y cantando “Mambrú se fué a la guerra.” Recuerdo que mi madre me explicó que las algas eran lechugas de mar y por miedo yo gritaba: “¡Las lechugas! ¡Las lechugas!” Estos quizás fueron mis primeros poemas.
Diálogo: Vamos al grano, ¿cuán egoísta o inclusivo crees que debe ser un poema? ¿O eso es a lo que salga?
No sé si existen poemas egoístas. Lo que sí existen son personas egoístas que escriben poemas, a veces hasta poemas que parecen no ser egoístas. La poesía, como todo el lenguaje, corre el riesgo de ser de la boca pa’ fuera. Un poeta egoísta es uno que no está atado a prácticas y vivencias colaborativas y consideradas. A un poeta egoísta no le importa si sus palabras fomentan el racismo, la homofobia, la transfobia, el clasismo y el colonialismo. Trato de no ser demasiado prescriptivx con la poesía porque existen muchos poemas que resisten ser leídos porque piden ser vividos, sentidos, sin ser necesariamente comprensibles. Quizás no entiendo todo lo que escribe Vallejo, pero, lo siento.
Diálogo: Creo que la poesía sale de lo personal. Este libro muestra eso bastante, se nota una etapa de tu vida de cambio. Lo escribes cuando llegas a Filadelfia y a veces me parece hasta un chin bipolar – en el buen sentido, si se entiende – porque veo santiamenes en los que pasas del gozo del cambio a la nostalgia de lo que ya fue. ¿Cómo va la cosa?
Salas Rivera: Tiendo a evitar la palabra bipolar fuera de ciertos contextos, pues mi pareja es terapista clínica y trabajadora social que trabaja principalmente con clientes de experiencia trans en Filadelfia, y tiene que lidiar a diario con muchos estigmas sobre la salud mental; pero entiendo lo que dices sobre el libro, tiene cierta dualidad, cierto vaivén. El gozo y el rechazo se mezclan y se oponen, a veces dentro del mismo verso. Tierra intermitente está marcado por una doble intermitencia. La primera intermitencia es la intermitencia de la palabra tierra, que puede intermitentemente significar terreno o piso, país o planeta. Creo que existe una relación directa entre lo más elemental, la tierra donde crecen las matas de mi abuela, y lo más ‘universal’, que, de hecho, sólo es universal en la medida que reconoce sus ataduras a la especificidad experiencial. La tierra donde crecen las matas de mi abuela se convierte en mi tierra, Puerto Rico, que se convierte en el planeta Tierra, donde vivimos. La segunda intermitencia es la intermitencia de a veces sentir que estoy completamente en Puerto Rico, aun estando en Filadelfia, y otras veces sentir que lo único que me define es la ausencia de mi tierra, es el no tener. Si quieres, le puedes añadir una tercera intermitencia, la intermitencia literal, de vuelos, lugares y relaciones intraducibles y presentes.
Salas Rivera, hace unas semanas, desde Cuba:
Diálogo: Se notan también acercamientos a tu propio desarrollo humano, si nos pusiéramos clichosos apuntaría a algún tipo de ‘soul-searching’ y, quizás, hay un chin de desahogo, como saliendo de algún sufrimiento. Explícanos cuál es la afrenta que libra Tierra intermitente.
Salas Rivera: El libro comienza con una cita de Francisco Manrique Cabrera: “y me duelen mis pasos/porque cicatrizan sus huellas/sobre la carne viva de mis almas”. Me gustó mucho la idea de que no hay alma, sino almas que componen el “yo”, subjetividades atadas a la tierra. Juego con esta noción e incorporo las ausencias como presencias, las pérdidas como elemento formativo. Esto es algo que también exploro en mis traducciones. En vez de asumir que es posible la traducibilidad del español puertorriqueño y de la experiencia, me rehuso a traducir ciertas palabras, pues traducirlas implicaría perderlas. Así que sí, hago un tipo de ‘soul-searching’, pero hacia afuera. Reconceptualizo el alma como algo ya plural, atado a y formado por un colectivo.
El libro está compuesto por cuatro regiones: la carne viva, k, salmos y álbum de f.g.l. En la carne viva, utilizo el tropo de la partida marina para reimaginar el viaje diaspórico contemporáneo. Pueblo la región con bahías, barcos, y mareas. Estar en Filadelfia y estar en la luna no se siente tan diferente. Estar en la luna y estar en la tierra tratando de ver los peces que viven “a miles de leguas como luciérnagas marinas”, no se siente tan diferente. Las diferencias abismales se asemejan entre sí.
Luego hablaré más sobre la región k. Salmos es eso mismo, una serie de salmos cuir, la incorporación del ritual cristiano al pecado de la patería. El poema “puerto rico”, en particular, es un salmo contra el colonialismo.
La última región, álbum de f.g.l., se basa en una serie de fotografías que Federico García Lorca quiso incorporar a Poeta en Nueva York. Como fue asesinado por los fascistas antes de poder publicar el libro, la lista quedó como algo imaginado, pero nunca realizado. Tomo esta lista como punto de partida para una serie de poemas sobre la pérdida, el capitalismo y el ser cuir, que no sólo dialogan con el lirismo de Poeta en Nueva York y de un capitalismo en crisis, también enfrentan el exilio como antesala de la muerte e intentan encarnar un duelo poético.
Diálogo: Hablemos de una frase que me mencionaste hace poco: “Los abismos de entendimiento y diálogo” en la poesía. Por ejemplo, toma este poema de tu libro y dinos cómo conversa con algún otro texto.
k.
iii.
—cuando puedas ir a verme ante un mural
descuartizada porque una mujer me dio flor
con sus pantallas—
—cuando sepas de lo que hablo y por qué me muero
de mujer con flor en pantallas regaladas—
—cuando dos medallas te den para entender
que hay en flores no mujeres
sino descuartizadas—
—porque te duele que no sepas saber
de repente sabrás lo que no sabes
y te dolerá porque me amabas antes
como quien ama a una mujer con flor
dando pantalla—
—pero ahora me amas como mujer
que se ve en la mujer
que llora frente a flores—
—odiarás quizás el precio de la medalla
más que tu dolor porque me sabes
poco más que a una flor
descuartizada—
—cuando estemos en maya
y te diga que oeste no es palabra
que me guste tanto como la casa rosa
y carlos te pida una escalera
verde que no tienes—
—cuando me sepas nacida ahí
— al lado de la fábrica de medalla—
pero desmemoriada ya que mi vida
ha sido una recuperación
falsa pero alucinante
sobre una cráter acarretado
tras un parking vacío
—cuando no-estudiantado—
—cruzarás conociendo los árboles luego una pista
(luego cuando no entiendes lo que dicen
te dolerá como mujer con flor
descuartizada en el pelo)—
—cuando conozcas a mi padre para que piense
que no eres sino una extraña presencia
que ha desconocido que su hija es aquella
que corre entre gallinas
o entre arenas de playground
o juega softball o pinta sus paredes
llorando por tiempos con sus volantes
y frufrús de dolores amplios y pomados—
—cuando él te mire para que sepas
que aún cuando me besas
no me conoces para nada
era solo la mujer con flores
que besabas para que se descuartizara
como una reinita se descuartiza
en los libros de historia—
—entonces como nunca jamás en el futuro
tendrás que admitir que mi padre
nunca me conoce como me conocía
y que a veces me ves dolor sin fuente
porque sólo cuando escondo mi fuente me libero
como quien aparte de sí llora en un tren—
—ay pero cómo no tenerte conmigo cuando me muera
de hacerme descuartizamientos en las caras ajenas
y cómo no subsistir de pantallas regaladas y arenas
cómo no claro cómo no lo haría
cualquiera—
Salas Rivera: La región k, contiene dos poemas, ambos sobre relaciones que desarrollé en Filadelfia con mujeres estadounidenses. En vez de intentar explicar lo que es ser puertorriqueñx, opté por imaginarlas a ambas en Puerto Rico, desplazadas y reubicadas en la colonia. El poema “k” se divide en tres partes. La última parte utiliza una repetición que forma nudos para imaginarme a mi amante “k” al lado de la fábrica de la Cervecería India (donde viví mientras estudié en el Colegio), bebiendo medallas y hablando mierda frente a una barra, conociendo a mi padre y sintiendo su rechazo. Fue mi forma detallada de decir que aún en la intimidad existe el colonialismo.
Por otra parte, quise reconocer que la relación que estaba teniendo con “k” era nueva para mí, pues al estar alejadx de mi familia nuclear, pude explorar aspectos de mi sexualidad con mayor profundidad. Es mediante “k” que reconozco que, aunque mi padre me conoció durante casi toda una vida y siente que tiene acceso a partes de mi identidad que “k” no puede acceder, tampoco él puede acceder partes de la persona que “k” conoce. Es así que el ‘yo’ lírico se bifurca en el ‘yo’ que mi padre conoce y el ‘yo’ que “aparte de sí llora en un tren”.
Diálogo: Cómo académica que viene de la diáspora, cómo obrera de la literatura queer y como puertorriqueña que rebota dentro de una colonia inverosímil, ¿dónde ubicas ahora mismo a la poesía y la literatura puertorriqueña?
Salas Rivera: Bueno, la palabra “académica” me da repelillo, aunque sí, es una descripción de cierto papel social que juego, pero me parece como decir, “Hermes Ayala es un periodista puertorriqueño”, sin hablar de cómo has cautelosamente incorporado aspectos de tu vida como poeta, performero, artista y activista a cada una de tus entrevistas. “Obrera de la literatura queer” o cuir, me pompea más, aunque no quiero fingir que mi vida es la vida de una obrera. “Puertorriqueña que rebota dentro de una colonia inverosímil” es la mejor, aunque soy más puertorriqueñx con la “x” no binaria que puertorriqueña con “a”, aunque tampoco me molesta tanto que usen la “a”.
La poesía puertorriqueña realmente es muchas poesías puertorriqueñas, muchas visiones sobre lo que debería y podría ser Puerto Rico. No puedo hablar sobre toda la poesía puertorriqueña porque siempre quedará alguien fuera, pero puedo hablar de algunos poetas que están haciendo un trabajo que me parece nuevo. Por ejemplo, Gaddiel Francisco Ruiz Rivera tiene una forma increíble de hablar de la colonialidad y lo cuir. Cada poema de Gaddiel saca astillas de mi corazón que no sabía estaban ahí. Me gustaría que más personas leyeran a Polo Kirkland, pero pocas personas conocen su trabajo. Hablo semi-regularmente con Yara Liceaga y nos mandamos cositas lindas por correo. Me encantó el Libro de la promesa y todos los poetas que formaron parte de esa colección. Recientemente, vi un video de un poema a Palés Matos escrito y declamado por Yolanda Arroyo Pizarro y me mató. Hacen falta más poemas así. También aprecio las traducciones que está haciendo Carina del Valle Schorske de algunos poemas de Marigloria Palma.
Si usted quiere conocer más de Raquel y su artillería de poesía coroza, dé una vueltita hoy por Libros AC a eso de las siete de la noche, pues allí este ente lleno versos presentará piezas de su nuevo libro, junto a un corillo muy a fuego de poetas. Vaya, escuche y lea poesía si se siente valiente o en gozo, que habrá micrófono abierto.